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Una letra pícaramente autoctona

La génesis de la ñ habla de dos características hondamente españolas: economía de medios y picaresca. La ñ, letra nasal, palatal y sonora, no existía en el griego y el latín, origen de las lenguas romances actuales. Los griegos usaban las letras gamma y ny, que pasaron al latín como n. En las lápidas latinas de comienzos de la Edad Media, esa n se reforzaba ya con otros signos, especialmente la i, la y, la g, e in cluso la n duplicada: Nonnius (Nuño) o Hispannia. Los árabes aportaron su doble n: an-nil (añil), o albanna (albañil); y, al aparecer las lenguas romances vulgares, la duplicidad (anno) se empezó a transcribir con un guión encima, que indicaba que se repetía la letra.Esa pícara economía expresiva, jacarandosamente rematada con la actual virgulilla, alejó al español de las otras lenguas latinas, que acabaron aceptando la n con aditamentos para imitar el sonido: el provenzal y el catalán, ny; el portugués, nh; el francés y el italiano, gn.

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La ñ fue motivo desde 1991 de una intensa riña entre el Gobiérno español y la Unión Europea. La letra se vio amenazada de extinción por la exigencia comunitaria para que España no prohibiera importar ordenadores e impresoras sin ñ en base al principio de libre circulación. La tibia reacción del Ministerio de Industria motivó un motín fulminante del mundo cultural, entre la coña y el encono. Ferriando Lázaro Carreter cerró España: "Antes que ceder, abandonemos la UE". Mario Vargas Llosa se ofreció a salir a la calle. Mario Muclinick mandó una carta al director llena de palabras con eñes... Y Gabriel García Márquez, hoy provocativo jubilador ortográfico, la defendió con erudición y alma: "Es escandaloso que la CE se haya atrevido a proponer a España la eliminación de la eñe ( ... ) sólo por razones de comodidad comercial. Los autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no es una antigualla arqueológica, sino todo lo contrario: un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos".

Paradojas españolas, fue el hoy reticente Ministerio de Sanidad y Consumo (a medias con el de Cultura) el que preparó la cura ante la agresión: un real decreto de artículo único (promulgado en 1993), que salvaba la ñ mediante un pequeño truco: acogiéndose al Tratado de Maastricht, que admite excepciones de carácter cultural.

Así y todo, el culebrón ha seguido serpenteando: en pleno fervor antieuropeo, Cultura suprimió la ñ de sus nóminas; el Consejo de Europa pidió la ñ para todos los ordenadores europeos; la Biblioteca Nacional calificó de anecdótica la ausencia de eñes en su catálogo de CDROM; Bandrés denunció que Exteriores mandaba sus resúmenes de prensa a las embajadas sin rabillos. Luego, el BOE nombró presidente balear a Canellas en vez de a Cañellas y, hace dos años, el logotipo que conmemoró la presidencia española de la UE fue una E con el ondulado rabo de la ñ encima. Y ahora, por fin, "Espana va bien".

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