"La cultura del pacto es la solución para España"
Confiesa que se deprime cuando camina apenas unos centenares de metros y se fatiga. "Me tienen que acompañar a los sitios, ya no puedo ir solo", comenta Pedro Laín Entralgo con un deje de amargura a la altura de sus 90 años, que cumple hoy. Pero, a la vista de su saludable aspecto y, sobre todo, de su lucidez mental y su brillantez expositiva, nadie diría que tiene la edad que tiene.Imparte cursos los lunes, dicta conferencias los miércoles en un ciclo del Colegio Libre de Eméritos, del que es miembro, y acude, siempre que puede, a las sesiones de las tres academias a las que pertenece (Española, Historia y Medicina). "Si se acepta un cargo subraya muy serio, "uno tiene la obligación de ir y trabajar". Vive desde hace casi 30 años en la residencia de profesores de la Universidad Complutense de Madrid, con la compañía de una asistenta desde la muerte de su mujer, y se alegra de que sus dos hijos, una filóloga y un médico, sus cinco nietos y sus tres bisnietos residan en la misma ciudad.
El teléfono no para de sonar durante la entrevista, celebrada el pasado viernes, porque éstos son días de homenajes para Pedro Laín Entralgo. "Agradezco de corazón todos los actos que se han organizado por mi 90º cumpleaños, pero sin duda el que más alegría me produce es una cena que han convocado profesores universitarios y colaboradores que han sido alumnos míos, a los que podría llamar, de modo un poco pedante, mis discípulos". Pedro Laín Entralgo, nacido el 15 de febrero de 1908 en el pueblecito turolense de Urrea de Gaén, hijo y nieto de médicos rurales, decidió -tras obtener una licenciatura en químicas- estudiar medicina, aunque no fuera una disciplina que le entusiasmara. "He tenido una vocación más teorética que práctica y una curiosidad intelectual por muchas facetas, aunque eso a veces actúa en detrimento de la calidad. La historia de la medicina me llevó a la antropología y de ahí pasé a otras disciplinas humanísticas. Ahora bien, es cierto que no resulta frecuente que alguien procedente del campo científico se dedique también a las humanidades", señala el académico.
Ensayo, historia y teatro
Maestro de varias generaciones de historiadores de la medicina, Laín Entralgo ha cultivado el ensayo científico, el género histórico y la crítica teatral, entre otras actividades de su prolífica trayectoria. Innumerables artículos periodísticos y unos 40 libros de ensayo figuran en su currículo, cuya última obra es El problema de ser cristiano, editada por Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg, como el resto de sus últimos títulos. Pero, al margen de sus preocupaciones antropológicas, el que fuera director de la Real Academia Española de la Lengua entre 1982 y 1987 ha dedicado muchos años a estudiar "España como problema"."El siglo XIX español legó al XX", explica, "tres problemas básicos, que se refieren al conflicto ideológico y de creencias, a las desigualdades sociales y económicas y a la dialéctica centralismo-diversidad. Estos tres grandes problemas, que la República intentó resolver y no pudo, subsisten en la actualidad, pero están encauzados, no tienen la virulencia de antaño y no representan amenazas. La Constitución de 1978 significó un gran avance en este sentido y ha demostrado que la cultura del pacto es la única solución para España. Hasta tal punto está afianzada ya esa cultura del pacto que me preocupa que las generaciones jóvenes la asuman creyendo que los problemas de fondo están solucionados".
Ilusiones y crisis
La organización política del Estado ha ocupado buena parte de las preocupaciones intelectuales de un Laín Entralgo que ha vivido en diversas zonas de España y que ha visto las diferencias culturales y de sensibilidad. "Es indudable", acierta a decir el académico, "que el Estado de las autonomías ha resultado un acierto programático, porque, con todos sus defectos, ha permitido vertebrar España". Mantiene un optimismo escéptico o un pesimismo creativo este pensador que ha recorrido con su vida y con su actividad intelectual todo el siglo XX."Sí, en realidad", comenta, "he vivido de forma consciente desde los felices veinte, tras la I Guerra Mundial, cuando se despertó una esperanza, una ilusión por un mundo mejor. Sólo se repitió un momento así tras la caída del muro de Berlín. Muchos creímos- entonces que los beneficiarios de ese derrumbamiento, llámele usted la sociedad liberal o capitalista, utilizarían ese hecho para ordenar un mundo mejor. Desgraciadamente, no ha ocurrido así. Las diferencias entre el Norte y el Sur se agrandan, los nacionalismos estrechos despiertan y los fundamentalismos religiosos están en auge. Pienso que la gran herencia del siglo XX ha sido habituarnos a vivir en una crisis permanente".
Con resignación Laín Entralgo concluye que la caída del muro de Berlín en 1989 "no ha servido para crear un mundo más justo" y cuando se refiere a esa convivencia con la crisis de las sociedades contemporáneas no la contempla necesariamente como una maldición. "De algún modo", señala el académico, "las crisis son los motores de los cambios, de abandonar lo antiguo para, alumbrar lo nuevo, de la adaptación a la vida..."
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.