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El favorito del general, un anticomunista implacable

Con un bien ganado prestigio de duro, el general Fernando Torres Silva, auditor general del Ejército, es uno de los hombres del generalato cercanos al jefe de la institución, el general Augusto Pinochet. Hace algunos años, el diario El Mercurio consignaba que era calificado como un regalón (favorito) de Pinochet.En una encuesta realizada durante el régimen militar, Torres Silva figuró entre los personajes más conocidos e impopulares del país. Católico, anticomunista y descrito como jovial y amigo de bromas, cuando fue fiscal militar, condujo los procesos judiciales que mas controversia desataron entonces: la entrada masiva de armas al país, conocida como el caso arsenales; el atentado contra Pinochet; el secuestro del teniente coronel del Ejército Carlos Carreño; la toma del pueblo cordillerano de Los Queñes, todas acciones cometidas por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR, un grupo guerrillero procomunista que combatió al Gobierno militar).

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Considerado como "implacable" por ex miembros del Gobierno militar, los miembros del FPMR detenidos por el caso arsenales lo acusaron de haber estado presente durante las sesiones de torturas e interrogatorios.

El presidente del Comité de Derechos Humanos del Parlamento británico, Anthony Gifford, le responsabilizó en 1987 de extender las incomunicaciones de los detenidos hasta por 40 días para "quebrar cualquier posibilidad de resistencia" y "asegurar que el acusado ratifique su confesión". Torres lo justificó en una entrevista porque, dijo, quienes cometen acciones terroristas son "delincuentes bastante especiales" que saben cómo entorpecer y dilatar los procesos.

Se enfrentó con especial denuedo con la Vicaría de la Solidaridad, un organismo. de la iglesia católica que se ocupó de la defensa de los derechos humanos bajo el régimen militar, hasta que logró llevar a la cárcel a dos de sus funcionarios. Salió ileso de tres atentados con bombas y disparos, uno de los cuales al menos se lo adjudicó el FPMR. Y soportó impávido, sin ceder, la huelga de hambre de 38 días que hicieron 400 presos políticos.

En democracia su figura se ha eclipsado, aunque cada vez que en los tribunales se ventilan causas que pueden amenazar la impunidad que estableció la amnistía de 1978, o que afectan a militares, Torres aparece allí. Lo hizo durante la etapa final del caso Letelier, en que los ex jefes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) fueron condenados. Siguió también de cerca el proceso en que los agentes de la DINA que asesinaron al ciudadano español Carmelo Soria fueron amnistiados por la justicia. Hace un año, en una entrevista, objetó la concesión del indulto a más de 190 personas procesadas por terrorismo y en particular el que se otorgó a quienes atentaron contra Pinochet.

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