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56º FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Eduardo Mendoza acude a firmar 15 años después

El autor de 'Una comedia ligera' vuelve a declarar acabada la época "de las novelas de sofá"

Se compró un rotulador para firmar libros. ¿Alguien le pediría alguna dedicatoria?, se preguntaba. Estaba nervioso y preocupado. Eduardo Mendoza debutó ayer en la Feria del Libro de Madrid tras 15 años de ausencia. ¿15? "No me acuerdo ni de mí mismo. Creo que la última vez que estuve fue en la Casa de Campo". Tampoco frecuenta el día de Sant Jordi en Barcelona. "Ahora me lo paso muy bien. Leo la lista de los que van a firmar, hago el recorrido y saludo a mis amigos".Eduardo Mendoza no tuvo ayer ni tendrá hoy las colas que asedian a Arturo Pérez-Reverte o a Antonio Gala, pero su presencia es una fiesta. Las librerías se lo disputan. Ayer firmó libros en cuatro casetas diferentes (lo normal es dos horas en cada sitio) y hoy lo hará en tres.

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Los periodistas le gustamos cada vez menos. En el otoño pasado, cuando publicó su novela Una comedia ligera, hubo que sacarle las entrevistas casi con fórceps. Accedió a regañadientes y dio unas 12 en menos de 48 horas. "Parecía que estuviera haciendo una tesis. Siempre repitiendo lo mismo". Pero los lectores son los lectores: "No tengo porqué ponerme finolis". Por eso dio las entrevistas y por eso ha venido.

Entró ayer en el Retiro por la puerta equivocada, como 300 casetas lejos de la que le tocaba estar. Sufrió. No le gustaba llegar tarde y se puso casi histérico. Además, ¿habría alguien que quisiera su firma? "Lo mejor que me podría pasar es que me confundieran con Carmen Posadas". A grandes zancadas se acercó a la número 30. Antes de llegar, se aproximó un lector con su última novela, Una comedia ligera: "Por favor, ¿puede firmármelo?". "Es que voy con retraso", dijo, y de pronto se dio cuenta de que esto era la Feria. "Perdone", sacó el nuevo rotulador y firmó. A los 10 minutos, en su caseta ya tenía una colita. Se acabó la teoría y empezó el jolgorio. Muchos lectores querían Una comedia ligera, otros pedían La verdad del caso Savolta o La ciudad de los prodigios... Allí estaban sus lectores.

De las ferias, lo único que lamenta es el creciente imperio del "marketing" de las editoriales, aunque no se extraña demasiado. "Estaba previsto desde el big bang". Mendoza hace lo que puede. Ha leído a sus hijos cuatro veces El Hobbit de Tolkien para ver si se enganchan. Y parece que sí.

El escritor resta importancia a sus declaraciones del pasado mes de noviembre, cuando con motivo de la publicación de Una comedia ligera (Seix Barral) dijo que no volvería a escribir narrativa. "La novela posmoderna ha acabado para mí y para todo el mundo", aseguró. "Soy un muermo y no digo nada interesante". A eso atribuye que los periodistas, entonces, se quedaran con lo más espectacular de sus afirmaciones. Pero se nota que sigue pensando lo mismo. "La novela de sofá está agotada".

¿Y qué va a hacer ahora? "No sé, igual acabo en el paro". Seguro que no. Ahora cree en el teatro como actual y futura forma de expresión. En el reciente festival de Sitges presentó su nueva obra, Els llimbs: "Recité el papel de todos los protagonistas, para cuatro gatos, claro". Y anda embarcado en la producción de las cartas de Byron, un proyecto inacabado de Jaime Gil de Biedma.

Aún atemorizado ante los buscadores de firmas, creía que el fútbol (el derby del año, dicen) restaría visitantes a la feria. Ni hablar.

Los lectores siguieron haciendo cola. Mendoza se manifestó jocosamente a favor del Atlético: "Nos da una posibilidad de sufrir hasta el final", dijo. Es del Barça, aunque no cree en la teórica: "Es peligroso creer en el fútbol como una metáfora de nuestras vidas, de la política, de la cultura". Se olvidó del derby y siguió firmando.

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