Guerra aeronáutica
LA GUERRA aeronáutica entre Estados Unidos y Europa, provocada por el rechazo de Bruselas a la fusión Boeing-McDonnell Douglas, es, en potencia, el conflicto económico más grave que se ha abierto entre los grandes bloques comerciales en los últimos 20 años. Si las autoridades antitrustes norteamericanas y europeas no se ponen de acuerdo, el riesgo de un enfrentamiento económico grave es real. La compañía resultante de la fusión controlará más del 60% del mercado aeronáutico mundial y ha despertado los recelos de la Comisión Europea, concretamente del comisario de la Competencia, Karel van Miert, quien considera inaceptable la fusión en términos de regulación europea sobre fusiones. El peligro para Europa, en estos términos, es obvio: Boeing-McDonnell puede ocupar una posición dominante en el mercado, en perjuicio claro para Airbus. Las autoridades norteamericanas han cerrado filas en tomo a la operación, con lo cual el conflicto se ha convertido en un enfrentamiento entre dos áreas económicas globales.La fusión Boeing-McDonnell puede ser interpretada, sin duda, en clave de concentración económica. En esta línea, induciría a una reflexión sobre la tendencia irrefrenable de las compañías situadas en la avanzadilla tecnológica del mercado a fusionarse, aumentar su tamaño y restringir la libre competencia. Pero la guerra aeronáutica tiene otras complejidades tácticas que, al final, constituyen la raíz auténtica del enfrentamiento. Hasta ahora, las discrepancias en materia de concentración y competencia se resolvían mediante negociación, de forma que las compañías implicadas en la concentración aceptaban las condiciones que se imponían en el mercado local (en este caso, Europa) a cambio de la aprobación de la Comisión. En el caso de Boeing-McDonnell tienen pocos activos en la UE, por lo que sería difícil aplicar sanciones reales en caso de incumplimiento de la normativa local.
Tácticas a un lado, el volumen de la fusión entre las dos compañías norteamericanas desborda cualquier tipo de precedente, económico y jurídico. El riesgo de que Airbus sea literalmente arrollada por la potencia de su competidor es real. Tampoco infunde optimismo el hecho de que el comportamiento de las autoridades antimonopolio en Estados Unidos y Europa sea tan distinto. Si la discrepancia en el caso de Boelng-McDonnell es evidente, recuérdese el caso de la fusión entre British Telecom y MCI. La UE aprobó la operación recientemente, pero las autoridades norteamericanas todavía no lo han hecho. Es más que probable que el conflicto, si llega a producirse efectivamente como presagian las advertencias de Van Miert, deba resolverse en la jurisdicción de la OMC. Será un buen precedente para fusiones de envergadura similar en el futuro.
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