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Pasaporte zaireño, alma ruandesa

Tutsis del este de Zaire huyen aRuanda en buscade refugio y raíces

Alfonso Armada

La frontera entre Ruanda y Zaire está cerrada, pero eso no impide que, a cuentagotas, los refugiados la atraviesen a pie. Sin embargo, de momento son más los tutsis zaireños que los hutus ruandeses los que lo hacen. Como Kitumani Muyangagare, de 24 años, su mujer y sus dos hijos, que ayer se tomaban un respiro en el jardín del pequeño dispensario instalado por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) levantado junto al paso fronterizo de Gisenyi antes de seguir hacia un campamento de refugiados en el interior de Ruanda. "Soy ruandés, me siento ruandés, aunque haya nacido en Zaire. Tengo pasaporte zaireño, pero mi alma siempre ha sido ruandesa", declaró confiado este estudiante de Física y Matemáticas del instituto de Kibali, no lejos de Goma, la capital de la región zaireña de Kivu. Norte, ocupada, según todos los indicios, por rebeldes tutsis con el apoyo de tropas ruandesas desde el pasado viernes.La corrupción era ley de vida en el Zaire de Mobutu (y la región de Kivu, al este, no iba a ser una excepción) cuando el desembarco masivo de más de un millón de hu-tus ruandeses en el verano de 1994, tras el genocidio, acabó de volear el equilibrio étnico de la zona y propició nuevas fuentes de ingresos para un Ejército sin salario y una administración envilecida. Tanto en Kivu Sur, en buena parte fronterizo con Burundi, como en Kivu Norte, las autoridades zaireñas llevan años ignorando, cuando no hostigando, a los tutsis, instalados en la zona desde hace siglos. En Kivu Norte, las potencias coloniales modificaron en 1910 la frontera histórica de la monarquía ruandesa, fabricaron una nueva provincia del Congo Belga y convirtieron a los tutsis y hutus en súbditos de la casa real de Bruselas. Tras la independencia, en 1960, la vida no mejoró para los tutsis. La última andanza de Kinshasa llegó en 1993, cuando se privó de la nacionalidad zaireña a todos los tutsis establecidos en Zaire a finales del siglo pasado.

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La discriminación política de Kinshasa hacia los tutsis fue la justificación esgrimida por losbanyamulenge (tutsis zaireños de Kivu Sur) para su revuelta contra el Gobierno zaireño. Su campaña militar ha sido espectacular. En dos semanas han ocupado las dos principales ciudades de la zona, Uvira y Bukávu, y ya han empezado a adoctrinar a la población sobre su nueva política. El presunto líder de la revuelta, Lauren Kabira, proclamó desde el inicio que en sus filas combaten opositores al régimen de las regiones de Shaba y Kassai, las prinipales zonas mineras de Zaire, que hacen vida económica al margen de la capital y en el pasado han visto cercenadas violentamente todas sus veleidades independentistas. La voladura en pedazos de Zaire (más de dos millones de kilómetros cuadrados y más de trescientos grupos étnicos) es una de las previsiones políticas más razonables que puede desencadenar la muerte del dictador Mobutu, que se lucha contra el cáncer en Suiza.

En Kivu Norte, los banyamulenge han contado con el apoyo delos tutsis zaireños del norte de la región, etnias zaireñas hartas de Mobutu como los bangilima y, sin ninguna duda, el eficaz y masivamente tutsi Ejército Patriótico Ruandés. Frente a ellos, una triple alianza malformada entre el Ejército zaireño, el antiguo ejército hutu ruandés y las milicias interahamwe (los más sanguinarios entusiastas del genocidio de 1994 en Ruanda). La caída de Goma ha sido la última bofetada al aparato militar zaireño, que ayer exigió responsabilidades políticas al Gobierno de Kengo wa Dondo.Ruanda, con todo cinismo, Insiste en que la guerra de Kivu es un asunto interno de Zaire. De momento, Kigali ha logrado que los campos de refugiados hayan dejado de ser santuario para los responsables y ejecutores del genocidio. El portavoz de la agencia de la ONU para los refugiados, Paul Stromberg, admitió ayer que "durante los últimos dos años y medio se podía haber hecho mucho más para apartar a los genocidas de los campos". La catástrofe en el este de Zaire no ha concluido, pero acaso la rebelión de los tutsis zaireños acabe por obligar al mundo a reaccionar con algo más que una política humanitaria.

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