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Original y copia

Vicente Molina Foix

Se produjo la semana pasada en Madrid uno de esos cruces fortuitos que para los surrealistas elevaban a la categoría de gran obra de arte humorística los sucesos más nimios. Mientras el director general de Bellas Artes hacía suya la decisión de la Junta Superior de Museos denegando a Elche la exposición temporal de su Dama, y la redondeaba (la decisión, no la Dama) con estas palabras, "hay muy graves problemas para garantizar la conservación [en Elche] de la Dama de Elche", mientras esto, ya digo, sucedía, un pintor que no viene en los libros colgaba cuatro días un cuadro suyo con una calavera en el Prado, y sólo a un guardián de la sala en cuestión, la 59, se le hizo raro, aunque según contaba este periódico, también la conservadora del museo y antigua subdirectora del mismo, Manuela Mena, comentó al pasar junto al pianista Alfred Brendel, a quien le enseñaba el museo privadamente en el día de cierre, "la rareza del cuadro". Daría lo que fuese por saber si la ex subdirectora improvisó ante el gran pianista alguna explicación iconográfica del cuadro de la calavera, una vanitas entre las vanidades holandesas de la sala 59. Otra obra del artista desconocido fue detectada simultáneamente en el Reina Sofía, pero ésta apoyada sólo en la pared, sin vanidad de competencia con los maestros modernos.Como las desgracias nunca vienen solas, al cruce surrealista de una Dama de Elche y una calavera sobre una mesa de dirección general se añadió al día siguiente otra humorada del destino: ese mismo ministerio al que le cuelan no un gol sino dos cuadros apócrifos en sus buques-insignia mientas dictamina que no es seguro prestar unos meses la Dama a su pueblo, decide subir un 25% el billete de acceso a los museos. La deducción está clara, aunque tampoco exenta de surrealismo: de alguna forma ha de pagar el público la ampliación espontánea del fondo de los museos nacionales.Mientras todas estas peripecias en el Madrid de la Ministra Ambidiestra que tiene a su siniestra -según se mira desde Educación a Cultura, calle Alcalá por medio- al secretario de Estado Cortés, parece que Elche se queda sin su Dama, y eso que no la quería para siempre, en plan Melina Mercouri reclamando los trozos del Partenón robados por los ingleses a Grecia, sino sólo para conmemorar el bimilenario de la ciudad y el centenario del hallazgo fortuito (que aquí quiere decir casual, no surreal) del busto ibérico. "No es una negativa infundada", apostillaba el director general, "y refleja la opinión de la comunidad científica". Esa misma comunidad ha avalado en los últimos años el transporte aéreo y exposición en continentes lejanos no sólo de frágiles lienzos de Vermeer y Velázquez, sino de los caballos de bronce de San Marcos, los colosos de Riace, los guerreros de terracota chinos, piezas antiguas y no menos emblemáticas que la solidísima Dama de piedra, que sólo habría de viajar 400 kilómetros por la segurísima y escasamente bacheada autovía Madrid-Alicante.

¿Mandará el ministerio a Elche un simulacro didáctico de la sacerdotisa ilicitana? Eso es, no se rían, lo que los Gobiernos central y autonómico han aprobado, a un coste de miles de millones, para otra obra de arte con problemas de conservación, las cuevas de Altamira, sólo que en ese caso no se restringe el viaje a los bisontes, sino la entrada al visitante. Hay otra solución: antes de que un comando de ilicitanos ofendidos se infiltre en el Museo Arqueológico de Madrid y exponga allí unos días un fósil falso de palmera fenicia, el Ministerio Ambiguo podría hacer honor a la costumbre que ya está adquiriendo el Gobierno de Aznar, rectificar una decisión ridícula. No sólo los originarios de Elche se lo agradecerían; quizá la próxima encuesta de Demoscopia les fuese más propicia.

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