Plástico, queso y titanio
La materia de Moguer, aun encalada de palabras malvas, está al borde de no llegar a ser ni siquiera materia en blanco. Pende de un trotecillo sin hilo, juanramoniano a cada pisada, que sólo se detiene cuando, de ensimismado o de reojo, se fija en que aquel sueño de dar con un lugar sin lugar, el Quinto Pino, es nuestra sola posesión. Se lo ha rogado el gitanillo a la pastelera de al lado de la plaza: "¡Ande, deme un dulce que no sea de ayer!". No se pide en Moguer cualquier cosa, mientras que la señora se defiende, a sus anchas, con la amargura en blanco de las eternidades: "¡Todos los días lo mismo! Deseos tormentosos, en suma, de mandar todo al Quinto Pino, mientras que a otros les basta con refugiarse en Moguer, que hasta hace un rato estaba en el Quinto Pino, esperando que pare el chaparrón. Pero en esto que cae un rayo sobre un invernadero de pacíficas fresas y, en el plástico protector ("oh linón transparente!"), aparece un gran rostro de perfil, dibujado con técnica divina. Vendrá acaso del Quinto Pino, mas, en tanto que imagen, a alguien tendrá que parecerse esta huella caída del cielo.Dado que luce barba, no será aquí terreno abonado para el peine de Pitita Ridruejo. Y, como ocurrir suele ante las artes, la población ve doble o bien por separado: unos dicen que a buen seguro, se trata de la vera faz de Cristo; otros juran que es, pero es que clavadito, el rostro redivivo de Camarón. Unos y otros acuden con plegarias y líelas, entre charquizales y helechos, al sembrado de fresas sobre el que ahora se alza ese rostro imponente, melenudo, barbudo y magnético. Pues no es sábana santa, y en buena lógica, ya lo llaman "el plástico bendito". Y gozo de exclamar: "La transparencia, Dios, a transparencia!" El dueño del fresal, golpeando primero por el mal tiempo y luego por los bárbaros agricultores franceses, les grita a los devotos del plástico bendito que dejen de joderle la cosecha y que se larguen al Quinto Pino.
Muy estimulado por el moguereño vermut Sáenz, me fui yo hacia Trujillo, donde la principal materia, amén de heroica, suele ser de piedra, aunque una vez al año no duda en convertirse en queso. Los chiringuitos feriales se llenan de queseros que establecen diferencias poéticas entre lo duro y lo blando, lo curado y lo semicurado, lo tierno y lo añejo, lo untuoso y lo picante, con exhibición complementaria de hierbas de cuajo, longaniza salmantina de Cabreros, dudosos vinos, bollos certeramente domidos y canciones de Gloria Estefan. Un jurado, del cual formaban parte este año Pedro Altares y Juan Echanove, concede las medallas de oro. Hincan así, con causa, los incisivos orientativos en el meollo de numerosos quesos artesanos: puros de oveja, puros de cabra, apimientados, en aceite... Y fuera de concurso se quedan, e incluso sobresalen, los queijos da mistura de ese lugar que suena a Quinto Pino y al que en Portugal llaman Quinta da S1 erra. También llovía en Trujillo el domingo pasado. Lluvia de la (le siempre y lluvia pura de aceite, mientras una pandilla de amigos mataba el tiempo perro, bajo los soportales, hablando (le la úlcera de estómago con el mismo fervor que emplean los ecologistas y las excelentes cabareteras aragonesas para referirse, ¡flas-flas!, al agujero de ozono.
Pero, al día siguiente, llueve y llueve, a la hora del suculento almuerzo, llegué a Bilbao, donde ahora la materia, verde y humo, está más limpia que nunca. Los taxistas de Bilbao no hablan de política pactada, sino de artes plásticas. Los hay duchos en afirmar que el arte moderno murió con los romanos y que, a partir de entonces, surgen los museos: esos lugares dedicados a almacenar, con el dinero público, lo que no quieren en sus casas los particulares con pasta. Broto, que está exponiendo en la sala Rekalde, terminará por preguntar: "¿Y a usted qué arte le gusta?". Y obtiene esta respuesta rodada: "A mí, sinceramente, el surrealista". Eso, eso. Un plástico bendito, un queso puro de cabra y un volante de taxi dan para todo un cuadro onírico. Mientras tanto, al Museo Guggenheim Bilbao lo revisten de piedra y cristal, pero sobre todo de titanio guateado, que están trayendo desde el Quinto Pino, como materia predestinada a ser testigo y parte de la ubicuidad de lo eterno.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.