_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hijos de la esperanza

Nacieron hace 20 años. 0 un poco antes, o un poco después. Fueron los hijos de una generación criminalmente masacrada por militares y paramilitares. El próximo domingo 24 hará 20 años de que los asesinos dieran ,el golpe de Estado para hacer "institucionalmente" lo que habían empezado con siglas siniestras como la Triple A. Fue en Argentina. Algo parecido ocurrió en otros países de la región. En ninguno fue tan atroz.Nacieron hace 20 años. Sus padres los concibieron para salvar el futuro. Para afirmar la vida y vencer la muerte cada día. Fueron sus mejores armas. Una ardiente impaciencia y una generosidad sin otro límite que su propia vida les convirtió en asesinados, desaparecidos, encarcelados, exiliados. Pero sus hijos crecieron. En Argentina, o en el país que acogió a sus padre, parientes, y luego en el desexilio del retorno.

Más información
Menem y la Iglesia discrepan del coste social del milagro económico argentino

La democracia primero dijo "nunca más". Es un mérito histórico de Raúl Alfonsín, Julio Strassera, Ernesto Sábato y tantos otros -víctimas, testigos, investigadores, publicistas- que tuvieron el coraje de denunciar, desarmados, a los que continuaban armados. Devolvieron la dignidad a un pueblo e hicieron que se pudiera olvidar el silencio cómplice de los años negros. Se inició la justicia.

Las muertes adquirían sentido, los exilios se justificaban, los nacidos hace 20 años no eran hijos del absurdo, sino de la esperanza. Luego cayó la losa del Punto Final. Del silencio nuevamente, del olvido culpable. El pasado no tenía sentido, la tragedia vivida resultaba incomprensible. Todo valía, nada tiene valor. La cultura del cambalache. A los hijos de la esperanza se les arrebataba la razón de esperar. Se les robaba su pasado y también su futuro.

El silencio y el olvido es un insulto a las víctimas del pasado y una afrenta a los supervivientes. Es, sobre todo, un nuevo crimen contra los que nacieron hace 20 años. Veinte años es mucho más que nada. Es una generación. Tener 20 años es `tener derecho a una vida con sentido, a una oportunidad para construir su futuro. Y por ello hace falta la memoria sin perdón. No es venganza. Es fidelidad a los que los concibieron para que fuera posible el "nunca más".

Jordi Borja es urbanista.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_