Crisis caribeña

EL DERRIBO por parte de un caza de las Fuerzas Aéreas cubanas, de dos avionetas pilotadas por exiliados cubanos procedentes de Florida ha provocado grave tensión entre La Habana y Washington, y será sin duda utilizado por los enemigos de toda normalización de las relaciones cubano-norteamericanas en ambos países. Estados Unidos asegura que las avionetas volaban dentro del espacio aéreo internacional cuando fueron derribadas. El régimen de Castro insiste en que habían invadido el espacio aéreo cubano. En realidad, la localización de las avionetas, civiles y desarmadas, no justifica que fueran atacadas y abatidas.Triste es el estado de la soberanía de una nación si sus militares tienen que defenderlas atacando aviones civiles desarmados porque se sospecha que llevan panfletos; es decir, palabras impresas. Y resulta grotesco y terrible que, antes de conocer los pormenores de lo acontecido, los grupos ultras del exilio cubano se lancen. a las calles a pedir guerra y bombardeos contra sus compatriotas. Es el odio en estado puro.El incidente no es sino un síntoma más de la miniguerra fría que sobrevive en el Caribe con unas trincheras hiperideologizadas. Demuestra que en Cuba son muy fuertes quienes siguen decididos a luchar contra la realidad -la necesidad del cambio- con detenciones masivas de disidentes o cañonazos por los aires. Y que Miami alberga a una gran cantidad de energúmenos que les sirven de colaboradores necesarios. Porque si una acción tan inhumana como el abatimiento de los aviones provoca indignación, las manifestaciones de revancha que han resonado en Florida provocan miedo en la isla. Así se endurecen más ambos frentes y se torpedean los tímidos intentos de normalización que la Administración de Clinton había puesto en marcha.

Ya en plena campaña electoral, Clinton ha adoptao una línea dura, al menos en el tono de su intervención de anoche, hacia el régimen de Castro. Y la firme defensa del derribo de las avionetas por parte de éste tampoco augura flexibilidad ante la nueva crisis. Difícil hubiera sido encontrar una forma más efectiva de frenar los intentos europeos, y especialmente españoles, de buscar denominadores comunes para acabar con una situación tan absurda como la que se mantiene entre Estados Unidos y Cuba. Tampoco ayudará a la mediación el anuncio hecho por Clinton de recurrir a la ya famosa ley Helms que penaliza a terceros países. Crece, desgraciadamente, el anacronismo alimentado por dos ideologías, la comunista y la anticomunista, obsoletas ambas y que no generan sino odio y miseria.