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REVUELTA SOCIAL EN FRANCIA

Los huelguistas franceses, divididos entre dialogar o radicalizar la protesta

Enric González

Los dos principales líderes del movimiento huelguista francés, Louis Viannet y Marc Blondel, pidieron ayer al Gobierno que adelantara la cumbre social prevista para el jueves próximo. "El día 21 será demasiado tarde", señaló Blondel en una carta al primer ministro, Alain Juppé. El país sigue colapsado, pero las huelgas empiezan a romperse y aunque algunos transportes urbanos funcionaban anoche, se observaba también que los partidarios de mantener la protesta tendían a la radicalización. La solución de la crisis pende del éxito o del fracaso de las manifestaciones convocadas para el sábado.

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Alain Deleu, el moderado dirigente de la Confederación Francesa de Trabajadores Católicos (CFTC), partidaria de acabar la protesta, se mostró preocupado por la situación: "Estamos en una encrucijada. Las huelgas pueden terminar o pueden generalizarse". Deleu, expresaba su temor a que las huelgas concluyeran por simple agotamiento y su fin no fuera más que una tregua. Ayer se cumplían tres semanas de conflicto en la Sociedad Nacional de Ferrocarriles, que han costado la casi totalidad de su sueldo mensual a los trabajadores y más de 2.000 millones de francos (50.000 millones de pesetas) a la compañía.Deleu se hacía eco de lo que anteriormente había dicho la carismática socialista Martine Aubry, hija de Jacques Delors: "Es muy peligroso humillar a dos millones de huelguistas y manifestantes, porque su reacción, más pronto o más tarde, puede resultar devastadora".

Louis Viannet, secretario de la Confederación General del Trabajo (CGT, procomunista), y Marc Blondel, secretario de Fuerza Obrera (FO, socialista), remitieron sendas cartas a Juppé, en las que exigían que la cumbre social se adelantara. Para Viannet, esperar al próximo jueves equivalía a reconocer "el desinterés del Gobierno frente al malestar de los franceses". Blondel señaló a su vez que su mano no podía permanecer "tendida por más tiempo". "Si no se alcanza pronto un acuerdo satisfactorio para todos, cosa que aún es posible, FO se desentenderá del carácter que pueda adoptar el movimiento y de sus consecuencias", añadió.

Tras la presión de los líderes sindicales se adivinaba su interés en acabar pronto y satisfactoriamente con una crisis que les desbordó desde el principio. Para Blondel y Viannet, la salida óptima consistiría en que las manifestaciones convocadas para el sábado fueran multitudinarias, pero no tanto como para causar una crisis política, y que, bajo su efecto, se celebrara una negociación de urgencia el domingo o el lunes. Con los planes gubernamentales sobre las pensiones del sector público y la Sociedad Nacional de Ferrocarriles ya suspendidos, tanto CGT como la FO sólo necesitarían alguna concesión menor respecto al plan de reforma de la Seguridad Social y alguna otra bonificación, como una reducción de la jornada laboral, para cantar victoria y volver a casa. En cierta forma, las fuerzas sindicales temían lo mismo que Juppé: que las manifestaciones del sábado rompieran el marco sindical y se convirtieran en una protesta política multiforme y lejos del control de los partidos.

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