Uno de nuestros más necesarios poetas
Ángel Crespo, fallecido en Barcelona el pasado martes, ha sido ante todo un poeta, algo que por sí solo, sería bastante para definir su personalidad. Su obra, vasta y compleja, es la de un gran y riguroso trabajador, y adentrarse en ella produce asombro por su riqueza y diversidad. Poesía, traducción, ensayo, crítica, enseñanza, responden a una vocación de verdadero hombre de letras y humanista, que además de configurar un mundo coherente, le ha impulsado a amar y adentrarse en la producción de otros creadores. En primer lugar, Fernando Pessoa, del que ha sido traductor e investigador y quien mejor lo ha dado a conocer entre nosotros, así como Dante Alighiere, como acredita su valiosa traducción en verso de la Divina Comedia. Ha traducido también, entre otros, a Horacio, Virgilio, Petrarca. Una lectura a y fondo, la ha hecho también de otros muchos autores en libros y ensayos. Recordemos sus trabajos sobre El cantar de Roldan, Gíacomo Casanova, Sade, lord Byron, el duque de Rivas, Juan Ramón Jiménez.Es preciso recordar también su labor como profesor de literatura comparada, primero en la universidad portorriqueña de Mayagüez, como profesor invitado en universidades de Suecia, Holanda y Estados Unidos, y más recientemente, en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ángel Crespo, manchego de nacimiento (Ciudad Real, 1926) y formado en Madirid, eligió Barcelona como su residencia en 1988, al jubilárse de la uníversidad puertorriqueña.
Tres días antes de morir, Ángel Crespo me comentaba la excelente acogida que había tenido en el mundo cultural catalán. La razon estaba en su gran receptividad y comprensión. Hombre abierto, comprometido políticamente cuando era preciso hacerlo, fue generoso con los demás, muy amigo de sus amigos, y muestra de su actitud abierta era la misma amplitud de sus conocimientos de los más, diversos idiomas, no ya del francés e inglés, obligados instrumentos de trabajo, y del portugués e italiano, como ha quedado, implícito, sino también de otros europeos, además del altoaragonés y el retorromanico, y también del catalán. No olvidemos su actividad como crítico de arte, muy intensa sobre todo antes de su partida a América. Hemos de volver, por último, a su propia poesía, su primera y última constante actividad creativa. 27 son los libros de versos que publicó. Su inquietud le llevó a participar en el postismo, en el movimiento vanguardista, de carácter surrealistizante, de los primeros años de posguerra y que promovía. Eduardo Chicharro. Aquel aliento ímaginativo ha permanecido en su obra poética, que se ha abierto también a otros ámbitos siempre con gran sensibilidad, penetración y profundidad. Su extensa obra poética la ha recogido también en diversas antologías: En medio del camino (1949-1970), El bosque transparente (1971-1981), El ave en su aire (1975-1984), y ya en 1904, Alianza Editorial ha publicado una breve Antología poética que constituye una valiosa introducción a una obra que, estamos seguros, le convierte en uno de nuestros mejores y más necesarios poetas.
Babelia
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