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La UE está dispuesta a defender Sarajevo, pero no se pone de acuerdo sobre los otros dos enclaves bosnios

Xavier Vidal-Folch

Los ministros de Exteriores de la Unión Europea (UE) no llegaron ayer ni siquiera al acuerdo de proteger el enclave bosnio de Gorazde, pese a la presión de París. Pero "no excluyeron" el uso de la Fuerza de Intervención Rápida para éste y otros objetivos, pese a la reticencia británica. Fiaron la decisión, ala reunión que mantendrá el viernes en Londres el Grupo de Contacto. Andrei Kózirev, su colega ruso, sostuvo, por el contrario, que la "intervención militar nunca llegará".

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Todos daban ya por irrecuperable Srebrenica, pese a las protestas expresadas por Jacques Chirac la semana pasada. Y lo que es peor, daban ya por perdida la ciudad de Zepa, aún antes de su caída. Sólo Alemania, por boca de Klaus Kinkel, lanzó lágrimas de cocodrilo sobre Zepa. Pero no prepuso nada práctico. Se limitó a sugerir la necesidad de "hacer algo" para presentar positivmente ante la opinión el propio desistimiento.Los Quince se manifestaron unánimes, al menos, en que harán lo imposible porque Sarajevo no caiga. Pero no se pusieron de acuerdo sobre Gorazde. El Grupo de Contacto y los otros países con soldados desplazados a la zona deberán comprometerse el viernes en Londres sobre este, asunto, cuyo estudio han iniciado los jefes militares de Francia, Reino Unido y Estados Unidos.

Los políticos se amparaban en el pesimismo estratégico de los militares; éstos en la falta de instrucciones precisas de los políticos; y todos en los miedos a las reacciones de Rusia o en la incapacidad de la opinión europea de aceptar una escalada militar que produzca muertos de verdad, es decir, vecinos conocidos.

Así, pesaba en el ánimo del Consejo el combativo espíritu de los, responsables militares, quienes gallardamente sostienen la imposibilidad de hacerse fuertes en la defensa del enclave de Gorazde, por "el riesgo físico, lo complicado de la operación y el peligro de distraer fuerza!", en expresión de un diplomático.

El mediador diplomático, Carl Bildt, resumió la cuestión diciendo que para proteger a Gorazde se necesitan dos batallones (cerca de 2.000 soldados) vigilando la carretera de acceso, y una nutrida fuerza en el interior. "Lo que debemos hacer es adecuar las palabras a la realidad, no puede repetirse lo que ha sucedido tantas veces: si decidimos defenderla, debemos hacerlo". Y recordó que la comunidad internacional se comprometió en el pasado a enviar 37.000 soldados para los enclaves de seguridad, y sólo se han enviado 7.000.

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Francia, por boca de Hervé de Charette, era más sensible a la presión de la opinión y propugnaba establecer la línea de última vergüenza europea en Gorazde. El inglés Malcom Rifkind estaba reticente y situaba el problema a ras de suelo. ¿Cómo hacerlo? A esa pregunta se responderá el viernes en Londres.

Ayuda humanitaria

Rifkind, que se estrenaba en un Consejo de la UE, fue también el más concreto. Dijo que había que actuar en tres áreas: "reforzar la ayuda humanitaria", dar cauce al "esfuerzo diplomático" de Carl Bild y Thorvald Stoltenberg, y asegurar que la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas en la antigua Yugoslavia (Unprofor) "cumple el mandato que tiene y está correctamente protegida", porque "no puede autotransformarse de fuerza de mantenimiento de la paz en parte beligerante".

La reunión de los Quince con el ministro ruso, Andrei Kózirev, sirvió para destacar las diferencias. En público, Kózirev criticó a los bosnios por haber utilizado los enclaves de seguridad para guardar armas e iniciar desde ellos distintas ofensivas. "No nos engañemos, ni tampoco a las partes involucradas, porque parece que el Gobierno bosnio está esperando una intervención militar que nunca va a llegar", ya que ningún país está dispuesto, añadió, reiterando que la solución debe ser diplomática y negociada.

Algo repetido por casi todos, excepto Francia y por la comisaria Emma Bonino, quien, recién llegada de los campos de refugiados de Tuzla, denunció la desaparición de 12.000 personas. "Oigo con frecuencia que la solución no será militar, pero parece que alguien [en referencia a Karadzic] cree que sí lo será y la aplica consecuentemente".

Al final, pese a la oposición rusa y al piafar de desconciertos, parecía fraguar el consenso para la reunión de Londres, entre el clamor francés, la reticencia británica y el escaso compromiso general. La presidencia coló una frase por la que "no se excluye el uso" de la fuerza para defender Gorazde. Pero de aquí a que se incluya falta aún trecho.

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