Rushdie reaparece en el Parlamento de los Escritores en apoyo a los intelectuales argelinos
Una vigilia por los perseguidos convocó a los participantes del foro en Estrasburgo.
El corazón de Argelia latió anoche en Estrasburgo, durante una larga vigilia de música, poesía y teatro. La mayor parte de los debates del Parlamento Internacional de los Escritores, reunido este fin de semana en la ciudad francesa, giraron ayer en torno a la guerra en que se sumerge el país magrebí. Salman Rushdie también estuvo en Estrasburgo, para lanzar una Declaración de Independencia de los Escritores "sin la que la escritura es imposible, y no sólo la escritura, sino el sueño, y no sólo el sueño, sino el pensamiento, y no sólo el pensamiento, sino la misma libertad".
La llegada a Estrasburgo del gran perseguido de la literatura internacional, el escritor anglo-indio Salman Ruslidie, estuvo rodeada de todos los misterios. Al cierre de esta edición aún no había hecho entrada en el pequeño Teatro de la ópera, sede de las reuniones. "Problemas de seguridad", repetían los organizadores.Ruslidie vive oculto desde que, hace seis años, el ayatolá Jorneini dicté contra él una fatwa (condena a muerte islámica). El Parlamento Internacional de los Escritores no podía encontrar un mejor presidente, y como tal fue elegido hace un año, en el acto fundacional de la institución.
Ayer, Rushdie entregó a los intelectuales reunidos un texto fundacional en el que, en nombre de los perseguidos, declaró que los escritores no pertenecían a otros países que "el limitado por las fronteras de la realidad, el reino infinito de la imaginación, la tierra medio perdida de la memoria, las federaciones del corazón al tiempo ardientes y gélidas, los Estados Unidos del Espíritu".
La reunión de este fin de semana ha consagrado a un nuevo perseguido: Wole Soyinka, nigeriano, premio Nobel de Literatura en 1986. Las autoridades nigerianas violaron las convenciones internacionales y le retiraron el jueves su pasaporte diplomático de la Unesco cuando estaba a punto de embarcar en un avión rumbo a París.
Desde Estrasburgo no se pudo contactar con él: su línea telefónica estaba cortada. Soyinka se convirtió en símbolo del continente más desafortunado, el pedazo del planeta. donde la vida y la palabra no son derechos, sino accidentes. En el año de la catástrofe de Ruanda y de la guerra de Argelia, a Soyinka se le obligó al silencio.
Los escritores se permitieron una pequeña broma para recordar a otra perseguida, la escritora bangladesí Taslima Nasrin, también condenada a muerte. Nasrin no pudo estar en Estrasburgo porque las autoridades francesas le regatearon la duración del visado "por razones de seguridad". Pero su sombra sí estuvo: una actriz india caracterizada como la escritora hizo una fugaz aparición, entre un revuelo de cámaras. No obstante, la realidad sigue siendo oscura para ella, ayer un tribunal de Dacca la inculpó formalmente de haber ofendido los sentimientos religiosos de los musulmanes. Según esta acusación Nasrin habría tenido propósitos; blasfematorios contra el Islam, y el Corán, un acto punible con, dos años de prisión. El proceso había sido postergado tres veces hasta ahora porque los ;abogados de la escritora alegaron pruebas insuficientes.
En Estrasburgo hubo relativa unanimidad respecto a un punto: las mujeres argelinas tenían la llave del futuro. "Argelia progresa cuando progresan sus mujeres, y retrocede cuando sus mujeres retroceden", afirmó Mohamed Dib, uno de los grandes maestros vivos de la literatura árabe, reciente Premio de la Francofonía de la Academia Francesa.
También flotó sobre el Teatro de la Ópera de Estrasburgo el espectro de millones de mujeres argelinas, "las principales víctima! del integrismo y, a la vez, las únicas que pueden enfrentarse a él", en palabras de Ornar Belhouchet, periodista, director del diario francófono de Argel El Wátan.
Con la opinión deBelhouchet coincidieron Mohamed Dib, maestro de las letras argelinas, y Sami Nar, escritor y profesor de Ciencias Políticas en Francia.
"Ellas son la última estructura que le queda a una sociedad sometida a un proceso acelerado de desvertebración y desmemorización; ellas son quienes han celebrado las mayores manifestaciones y quienes guardan la lucidez y la valentía ante la marea de irracionalidad", afirmó Belhouchet.
Las culpas
Las responsabilidades de la crisis quedaron repartidas. Belhouchet señaló a las potencias internacionales, especialmente las anglófonas, por haber "fomentado durante años el integrismo como dique de contención frente al comunismo y, las reivindicaciones sociales".Sami Nar extendió la culpa a las clases dominantes locales, "que jugaron también la carta de la religión cuando convino a sus intereses".
Nar homenajeó a Mohained Dib como "maestro de unaliteratura que está desapareciendo". "La Argelia que retrata Dib", dijo Sami Nar, "está dejando de existir. Y, sin embargo, quedará, al igual que la literatura francesa del siglo XVIII, como la esencia de una nación, el referente eterno".
Babelia
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