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Los habitantes de Sarajevo toman su ciudad

Por primera vez en muchos meses, la gente paseó ayer en Sarajevo. Nadie corría, el sol acompañaba y fundía la nieve, y los habitantes de la ciudad se lanzaron a la calle siguiendo la invitación del presidente bosnio, Alia Izetbegovic, que les animó a hacerlo para celebrar como una victoria la retirada del armamento pesado serbio de las colinas que rodean la capital. Los convoyes humanitarios, interrumpidos desde hace cuatro días ante la eventualidad del bombardeo aliado, que no se produjo, vuelven a rodar hacia diferentes partes de Bosnia, y en el aeropuerto de Sarajevo se ha reanudado el puente aéreo humanitario del que depende básicamente la ciudad para sobrevivir.

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Fuerzas de Naciones Unidas se ocupan en las últimas horas, con la ayuda de cuatro helicópteros franceses, de localizar y recoger armamento aislado e inútil abandonado por los serbios en su retirada de las piezas pesadas más allá de los 20 kilómetros de Sarajevo exigidos por la OTAN. El mando de los cascos azules espera a lo largo del día de hoy tener en su poder todas las armas no retiradas o puestas ya bajo su control en ocho depósitos de la ciudad de Sarajevo. Una estadística de la ONU informaba ayer de que estaban en su poder 260 armas pesadas serbias.Obviamente, son muchas más y más efectivas las que el Ejército de los serbios de Bosnia ha trasladado a lugar seguro en cumplimiento del ultimátum aliado que expiró el domingo a medianoche. El número dos del Ejército serbio, general Manojlo Milovanovich, dijo ayer que sus tropas, en cualquier caso, están perfectamente pertrechadas para lo que les reserve el futuro.

La suerte inmediata de Sarajevo, es decir, el destino de sus martirizados habitantes, parece haberse convertido por fin en cuestión prioritaria. Ha sido así tras el éxito inicial del alto el fuego negociado por el comandante en jefe de la ONU, general Michael Rose, y la eficacia de la amenaza de intervención de la OTAN si los serbios no retiraban las armas con las que han tirado al blanco sobre la ciudad y sus gentes durante casi dos años.

Todo está por hacer en Sarajevo si el alto el fuego se consolida. La ciudad es ahora un rompecabezas de sectores absolutamente incomunicados en los que dominan respectivamente serbios y musulmanes, y sus habitantes son rehenes en sus necesidades más básicas de los caprichos de los contendientes: el uso y distribución de elementos como el agua, el gas o la electricidad está determinado por el bando serbio, que a través de un cerco implacable controla las llaves de paso o las redes de distribución.

"Sarajevo nunca será dividida, 10.000 tumbas lo garantizan". Lo dijo ayer el vicepresidente bosnio, Ejup Ganic, para salir firmemente al paso de los crecientes temores de sus ciudadanos sobre el destino final de su capital, acrecentados en los dos últimos días por el despliegue en bloque de 400 paracaidistas rusos, aliados históricos de los serbios, precisamente en áreas de la ciudad bajo control del Ejército serbio. El Gobierno bosnio ha pedido formalmente al mando de Naciones Unidas una redistribución de los cascos azules enviados por Moscú, que se han unido a la babel geográfica representada en esta ciudad, por cuyas calles patrullan, entre otros, soldados y observadores militares malayos, jordanos, egipcios, franceses, británicos, canadienses, noruegos y daneses.

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"Si esto sigue así, dentro de un par de días podré volver a mis carreras de mantenimiento por la calle y a salir a cenar o dar un paseo por la noche". La frase, escuchada en el cuartel general de la ONU en Sarajevo, revela el nuevo talante con que los responsables de las fuerzas de pacificación contemplan la situación actual.

Aprovechando la inercia del momento, el enviado especial para la antigua Yugoslavia, Yakushi Mashi, planea exportar la fórmula Sarajevo a otras partes de Bosnia, y el Consejo de Seguridad baraja ya para el mes próximo, y como una extensión automática del ultimátum aliado del 9 de febrero, la reapertura por la fuerza, si antes no hay acuerdo previo, del aeropuerto de Tuzla.

Ayer salieron de Belgrado y Zagreb convoyes de Naciones Unidas con dirección a Tuzla, Jablanica y Mostar. Se calcula que en Bosnia, con dos millones de desplazados o refugiados, sólo reciben ayuda humanitaria la mitad de las personas que lo necesitan. El coste mensual del socorro humanitario, cuyo volumen suele disminuir suitancialmente a lo largo del trayecto debido a los diferentes peajes pagaderos a las partes en conflicto, es de unos 15.000 millones de pesetas.

Bosnios y croatas buscan el entendimiento

Reflejo del acelerón diplomático impuesto en los últimos días por Moscú y Washington es el tibio inicio de contactos entre Croacia y el Gobierno de Bosnia. Hoy se reúnen en Zagreb musulmanes y croatas -que luchan a muerte en ciudades como Mostar, ante los ojos de los cascos azules españoles- para hablar de paz. Y en las últimas 48 horas, aprovechando la visita a Washington del primer ministro bosnio, Haris Siladjzic, y la reunión de ayer en Bonn, la idea de una posible confederación entre Bosnia y Croacia ha cobrado cuerpo impulsada por el negociador de Clinton, Charles Redman.El vicepresidente bosnio, Ejup Ganic, comentó ayer la posibilidad, descartándola como objetivo prioritario, pero insinuando como un horizonte posible el incremento de relaciones económicas entre ambos países. Croacia reconoció la semana pasada por primera vez la presencia de sus tropas regulares luchando junto a los croatas de Bosnia, pero se comprometió a retirarlas.

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