Hidalgüelo de las barbas de chivo
Con la carta de presentación de su polémica tercera visita, el cuarto y último viaje de Valle-Inclán a La Habana en 1921 estuvo cargado de electricidad. El Diario de la Marina publicó un editorial llamado La Hispanofobia de Valle-Inclán, en el que protesta por las declaraciones del escritor y se "avergüenza" de que "haya sido un español" el que haya "proferido tales injurias" contra el Rey y España. Más agresivo fue Tik Nay, de la revista Vida Española, quien días antes llega a comparar a Valle con una "chismosa de solar" y lo calificó de "hidalgüelo de las barbas de chivo" y "calumniador de España". "Para él", escribió Tik Nay, "no hay reputación respetable, sentimiento sagrado ni personalidad digna de loa".
Sin embargo, si enemigos tuvo en La Habana el autor de Tirano Banderas, también muchos amigos salieron en su defensa. Por ejemplo, dos periodistas de las publicaciones España Nueva y El Eco de Galicia criticaron públicamente los artículos de Tik Nay. La prensa cubana vivió, ciertamente, con pasión las declaraciones de Valle-Inclán en México, pero siguió todavía con más fervor su paso por La Habana. Valle llegó a Cuba el 17 de noviembre y estuvo en La Habana dos semanas antes de partir hacia Nueva York, donde pronunció varias conferencias.
Nada más poner un pie en tierra firme surgió el primer problema. Como todos los viajeros que arribaban a la isla, Valle fue trasladado al campamento de inmigración de Tiscornia, donde se pasaba la cuarentena para prevenir enfermedades. Un periodista del Heraldo de Cuba fue allí a entrevistarlo, y he aquí sus primeras declaraciones: "Esto es un suplicio atroz, es un infierno. Los pobres alojados en esta prisión sufrimos indeciblemente. Hay chinches, hay ratones, hay cucarachas, hay polvo, hay abandono ( ... ) Esto no es una cuarentena. Es sólo un simulacro. El pasajero que entra sano corre grave riesgo de salir enfermo".
Las nuevas declaraciones sentaron muy mal en ciertos sectores de La Habana, hasta el punto que algunos españoles pidieron que Valle-Inclán no fuese recibido en el Palacio del Centro Gallego, donde se le había preparado un homenaje. Finalmente, el escritor fue recibido en el Centro de Galicia el 28 de noviembre y recorrió los salones de billar y las diferentes estancias del palacio. "Fue obsequiado con champaña, dulces y tabacos", publicó, un día después, el diario La Lucha, señalando que "al abandonar Valle-Inclán el Palacio de Galicia, la frialdad con que fue recibido por todos los que no pertenecían a la presidencia se mostró con caracteres siberianos".
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