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FERIA DE SEVILLA

Esto es Bilbao

Esta no es mi Sevilla, que me la han cambiado. Esto es Bilbao. Aquí ha desaparecido la luminosidad del cielo y la alegría de la tierra. Aquí llueve a mantas. Aquí, igual que allá, en la industriosa urbe, el sol tiene que abrirse paso por un agujerito remoto de las nubes renegridas -eso si hay, y si puede- y todo son plúmbeas grisuras, se oscurece la Maestranza bajo el toldo de la tormenta, pierde brillo el albero, que adquiere el color del oro viejo, un poquito oxidado.Los símbolos se conservan, naturalmente, pues esos, ni meteoros ni revoluciones que llegaran se perderían jamás, aquí, en Sevilla. Está la Makarena en su altar, y Kurro en su trono, excelsos e inamovibles, así caigan chuzos de punta. El temporal venía rugiente y tétrico de Txapina e iba camino de Karmona, y se entretenía en soltar agua a caños sobre la Maestranza. "Esta corrida no se puede celebrar", comentaban los aficionados antes de la hora señalada para empezar la función, "porque el ruedo estará imposible".

Torrealta Joselito, Litri, Jesulín

Toros de Torrealta, bien presentados, flojos, manejables; 3º-jabonero-, bravo. 2º se rompió un cuerno. Joselito: estocada (ovación y salida al tercio); estocada atravesada que asoma y dos descabellos (silencio). Litri: estocada corta trasera a un tiempo y rueda de peones (silencio); estocada, rueda de peones -aviso con un minuto de retraso- y descabello (aplausos y también algunos pitos cuando saluda). Jesulín de Ubrique: pinchazo perdiendo la muleta, bajonazo trasero descarado, rueda de peones -aviso con dos minutos de retraso-, descabello y se tumba el toro (ovación y salida al tercio); dos pinchazos y descabello (vuelta al ruedo). Plaza de la Maestranza, 30 de abril. 10ª corrida de Feria. Lleno.

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Craso error. Desembarcaron en el tendido, y el ruedo aparecía limpio como una patena, peinado, alisado y enjuto. Esta vez no había sucedido lo que en las anteriores tardes de lluvia torrencial, cuando era preciso esperar media hora, o una hora entera, a que salieran dos con carretilla distribuyendo montoncitos de arena, que otros esparcían a paletadas. Esta vez arrumbaron a su debido tiempo volquetes y excavadoras para echar fuera todo el barrizal y sustituirlo por el albero traído directamente de Alkalá de Guadaira, donde si llueve, ha de ser cerveza, para tenerlo tan rubio.

Se dio la corrida, aunque si la llegan a suspender, no se habría perdido nada. Salvo los alardes encimistas de Jesulín, cuanto sucedió allí constituyó una vulgaridad. Tampoco es que el arte de Jesulín oliera a esencias orientales. Se duda, incluso, que aquellos retorcimientos de su modalidad torera pudieran llamarse arte. El animoso Jesulín se ponía cerquita del toro, la pierna contraria atrás cuanto le diera de sí, el brazo de torear estirado, el pico de la muleta metido en el pitón de allá, y ya no era únicamente su persona la retorcida, sino el corpachón del toro también. El día menos pensado, en lugar de pases le van a salir tirabuzones.

Luego manejaba la muleta con irreprochable temple. El temple es una de las virtudes cimeras de Jesulín. Con el temple que atesora y su asombrosa habilidad para encadenar la suerte natural con la contraria, conseguiría un toreo excelso si se decidiera a ejecutarlo según los cánones. Ahora bien, eso es lo auténticamente difícil y peligroso. El arte de parar-templar-mandar, no lo interpreta cualquiera. Nada más. lo interpretan los diestros valientes que quieren ser maestros en tauromaquia y mandones de la torería andante.

El toreo puro -parar, templar y mandar- dio fama a Joselito, el diestro en quien la afición tuvo depositadas sus esperanzas y puestas sus complacencias. Ahora, en cambio, es un veterano tristón, sin muchas ideas y pocas ganas de realizarlas. Se exceptúa un estoconazo, y la actuación de Joselito fue de una supina mediocridad. Igual que la de Litri, quien pegó trallazos al toro que tenía dos cuernos, y al que tenía uno -pues el otro se lo rompió por la cepa en un derrote- se los pegó también. La afición no salía de su asombro: ¿Trallazos a un toro sin un cuerno, y en Sevilla, Dios mío? Pero no era Sevilla. Ni lo será hasta que luzca en lo alto el sol.

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