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¡Que corra el champaña!

El champaña es el barómetro de la economía francesa; desde anteanoche, a la hora del ajuste de cuentas de los comicios legislativos, los tapones de las botellas, de nuevo, saltan apuntando a los cielos. Luego la crisis ha tocado fondo.Quien así razona, en Reims, en un confortable y silencioso salón de la firma Louis Roederer, la mañana del lunes, es Christophe Hirondel, director de la casa que elabora el Cristal Roederer, el vino espumoso, aristocracia del champaña, creado en 1876 a petición del zar Alejandro Il.

Todo ésto es historia real político-vitivinícola: el zar, un día de 1876, le advirtió a su sumiller que su champán Roederer se confundía con los otros al servirlo en la botella envuelta en una servilleta. Moraleja zarista: hay que inventar una botella que sea diferente.

Y se inventó la botella de cristal, que dio en el Cristal Roederer, dorado, de sabor complejísimo, de burbujas casi invisibles por tan finas, portador de la sutileza infinita del aroma y de un somnífero que duerme al líquido en el paladar; el culo de la botella es plano y no hueco como el de los otros champañas; dice la leyenda que el zar, con este detalle, se anticipaba a las posibles perversiones de los enemigos que soñaban con colocarle una bomba en el trasero del continente de su bebida divina. Cristal llegó a vender a los rusos el 80% de su producción, hasta que la revolución de 1917 dejó en paro a la casa champanera.

El mundo sigue, y ya se vende otra vez en el aeropuerto de Moscú este Cristal que sólo se hace los años de cosecha excepcional, es decir, que la producción oscila entre cero y un número de botellas confidencial, inconfesable para sus celosos creadores.

El Cristal es un ombligo de la democracia francesa; Mitterrand, el palacio del Elíseo, lo sirve a pesar de que los departamentos de esta región, y en particular las casas del champaña, votan por la derecha. El domingo que viene, de sus seis diputados ninguno será de izquierda.

"Y Mitterrand, por la fuerza de las cosas", de su enfermedad quiere decirse, "no tardará en abandonar su puesto"; así de fino hablan en esta región del vino espumoso por excelencia. Y añaden: "El champaña no tiene color político; nosotros somos de quienes aprecian la calidad del vino". Eso sí" alguien confirma una vez más: "El rechazo brutal a los socialistas es porque hay paro, no saben gestionar, ya está bien; y ya veremos si la derecha acierta".

Pero que se sepa, y no acaban de repetirlo en Reims, capital económica del fino líquido espumoso, y en el Pernay, capital de los viñedos de la vinosidad masculina y de la espuma femenina del champaña que inventó un fraile, dicho Dom Perignon. Aquí la crisis "es más psicológica que otra cosa, pero con el resultado de las elecciones el miedo se ha diluido, y el champaña corre de nuevo

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