_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Locos a la carta

No sé si una persona con sentido común entenderá lo que está pasando con el arte y los artistas del País Vasco. Me imagino que ignorará cuáles pudieron ser las razones por las que Santos Iñurrieta arremetiera contra la obra de Agustín Ibarrola en las calles de Vitoria. Probablemente solucíonará el dilema con la consabida y nada precisa frase, tantas veces oída: "Es que los artistas están todos locos". Y quizá sea verdad. Lo de la locura del creador es una de las ideas heredadas del Romanticismo que justifica una determinada forma de ver y sentir la realidad del mundo. Cabe decir que de locos está el mundo lleno, y que hay locos geniales, locos cuerdos, locos poetas, y, también, locos de atar.Pudiera ser que Santos Iñurrieta se sintiera obnubílado por causas desconocidas, que una extraña ceguera se apoderara de todos sus sentidos y que creyera ver en lo que era un grupo escultórico de Agustín Ibarrola una suerte de gigantes endemoniados, y que por unos instantes se transformase en un nuevo Don Quijote, dispuesto a deshacer entuertos en nombre de una causa supuestamente justa y necesaria, la del Arte.

Más información
La rabia de un artista
La brutal agresión contra Ibarrola destapa el conflicto entre arte y nacionalismo vasco

El derribo del ídolo

Me imagino que a nadie convencerá esta interpretación, porque los eventos siempre acostumbran, con su habitual tenacidad, a no ser tan literarios. La acción podía haber quedado como algo anecdótico, frívolo incluso, si no fuera porque la persona dañada en este caso no es la primera vez que sufre ese tipo de agreliones. ¿Por qué Ibarrola, y no otro? es la pregunta que se hará cualquier persona desconfiada. Puede que se trate de verdadera mala fortuna, un cúmulo de malditas casualidades. Santos Iñurrieta paseaba tranquilamente por la ciudad y de pronto se dio cuenta de que aquel espacio urbano tan querido y conocido estaba ocupado por alguien que no era él, y, entonces, sin recabar información sobre la persona u obra que había osado en connivencia con el concejal de Cultura, un hombre que en su pasado actuó como cronometrador de pruebas de atletismo, usurpar el lugar para sí destinado, lleno de cólera derribó aquella especie de ídolo extranjero. Siempre habrá quien se lo crea.

El hecho es preocupante y debería motivar a la reflexión. Quien utiliza la violencia, aunque sea a pequeña escala, como medio para llamar la atención, o para la consecución de unos fines concretos, está justificando esa otra violencia a gran escala que acaba destruyendo vidas y destrozando la convivencia, y en algunos casos dividiendo países. Y eso sí que es una locura peligrosa. La otra, la del artista romántico, no deja de ser un saludable ejercicio inofensivo.

es escritor

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_