Después de la espera
Tras una larga espera, se produce definitivamente el encuentro emotivo de la obra de Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924) con su ciudad, a través de una de las exposiciones retrospectivas más extensas de las realizadas hasta ahora del escultor vasco, localizada en el improvisado espacio del Palacio de Miramar. Encuentro que podría constituirse en el preludio para la definitiva materialización de su deseo de crear una fundación dedicada a la exhibición permanente y al estudio de su obra.Antecedida por otros ensayos expositivos, de la mano de un mismo comisario, Kosme de Barañano, empezando por la exposición Chillida íntimo, que hace un año se presentó en la Calcografía Nacional en Madrid, seguida de la más ambiciosa Chillida, escala humana, que en un periplo costero desembarcó en Gijón y Bilbao, la actual propuesta, recogiendo buena parte del contenido de las mismas, se presenta enriquecida por la incorporación de un notable número de piezas monumentales y de otras obras dispersas en distintas colecciones.
Eduardo Chillida
Palacio de Miramar. San Sebastián. Del 29 de junio al 13 de septiembre.
Como una doble versión, de una misma búsqueda dirigida al conocimiento profundo de las cosas, que la dilatada y próspera trayectoria artística y vital de Chillida representa, el contenido de la exposición se ha estructurado en dos capítulos claramente diferenciados, por una parte, las obras monumentales, y por otra, las obras más íntimas de su laboratorio experimental.
El primer capítulo, que reúne una veintena de grandes esculturas, realizadas fundamentalmente en los últimos seis años y emplazadas en los alrededores ajardinados del palacio, cristalizan el encuentro con dos de los lugares mentales y vivenciales más importantes del artista, el mar y su ciudad natal, a los cuales, tiende una misma mirada afectuosa a través de los ojos de buey de su Homenaje a Balenciaga (1990), erguida en el Pico de Loro, en el centro mismo de la bahía de la Concha. Junto a ellas, enfrentadas indolentemente al paisaje insustituible de este privilegiado espacio natural, obras de sus series más emblemáticas, Homenaje a Luca Pacioli (1986), Consejo al espacio (1987), Basoa III (1989) o la última estela de la serie Lo profundo es el aire (1990), entre otras, inician al espectador en el enigmático lenguaje de su investigación formal y espacial.El segundo capítulo, compuesto por un discreto número de esculturas de dimensiones más reducidas, junto a modelos de otros proyectos escultóricos, objetos decorativos, grabados y una amplísima selección de dibujos, nos acercan más al hombre. Distribuidos en los improvisados espacios expositivos de los pasillos y habitaciones de la antigua residencia real, imaginativamente adaptados con la utilización de muros de poliestileno, ofrecen un recorrido estimulante por la diversa cronología y por las distintas preocupaciones experimentales de Chillida. La faceta dibujística, masivamente reunida, revela el íntimo diálogo que establece el artista con las formas y el espacio. Los signos elementales que levitan en la superficie del papel serán los que posteriormente se desarrollen y activen en los procesos creativos de su obra escultórica.
Babelia
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