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LA CONFERENCIA DE MADRID

Bush pide a Israel que devuelva tierra a cambio de seguridad

Antonio Caño

Paz por territorios. Seguridad para Israel a cambio de una solución justa del problema palestino. Esta es la fórmula, aunque la expresara indirectamente, propuesta por el presidente norteamericano, George Bush, para encontrar una solución al conflicto de Oriente Próximo en el marco histórico de la Conferencia de Paz inaugurada ayer en Madrid. Los representantes árabes e israelíes, sentados desde ayer en la misma mesa del Salón de Columnas del Palacio Real, hablan lenguajes distintos, son sordos a las reclamaciones del rival y están separados por una historia de rencor que los ha empujado a la guerra en numerosas ocasiones; pero Felipe González, George Bush y Mijaíl Gorbachov -y el mundo a través de ellos- dieron la señal para que el diálogo, por fin, comience.

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Lo que se empezó a debatir es un arreglo del conflicto más largo del siglo, y el principal convocante de este diálogo, Bush, impuso las reglas del juego antes de regresar a Washington y dejar a los negociadores solos frente a su destino.Alentado por el enorme éxito alcanzado hasta el momento, Bush -que se había reunido previamente con todas las delegaciones, incluida la palestina- trató de adaptarse a su papel de patrocinador neutral. Demostró comprensión para las exigencias de todas las partes, pero dejó claro que israelíes y árabes tendrán que hacer grandes concesiones para llegar "no a un estado de no beligerancia, sino a una paz real". Bush dijo a los árabes que "la verdadera y definitiva paz tiene que basarse en la seguridad de todos los Estados y pueblos, incluido Israel, que durante muchos años ha vivido bajo el temor, rodeado por vecinos árabes que no lo aceptaban". Y dijo a los israelíes que "un compromiso territorial es esencial para la paz" y que "la paz debe basarse en la justicia, aplicada fundamentalmente al pueblo palestino".

Foco desestabilizador

Nadie debe pensar, explicó Bush, que un acuerdo de estas características "pueda conseguirse en un día, en una semana, en un mes, ni siquiera en un año", pero, si objetivos más impensables han sido alcanzados en los años recientes, también pueden esperarse resultados positivos en la única región que sigue siendo foco de desestabilización mundial. De hecho, su secretario de Estado, James Baker, aseguró posteriormente que está convencido de que las conversaciones bilaterales se iniciarán en el plazo de cuatro días -a partir del domingo o el lunes- aunque precisó que aún no hay acuerdo sobre el dónde y el cuándo.

En el primer discurso de la sesión inaugural, el presidente del Gobierno español, Felipe González, puso como ejemplo a seguir el esfuerzo de entendimiento de los dos hombres que presidían la reunión de ayer, George Bush y Mijaíl Gorbachov, antes representantes de dos poderes enfrentados y hoy colaboradores por la paz internacional.

Mijaíl Gorbachov, que intervino en último lugar y concentró su discurso en la situación interna de la URSS, advirtió que "una paz duradera" tiene que tomar en cuenta "Ios derechos del pueblo palestino", y exhortó a los participantes a que nadie trate de obtener un triunfo sobre los demás, "sino una victoria sobre un cruel pasado".

Bush, que fue el único que profundizó en los aspectos más polémicos de la reunión, señaló que todas las bellas palabras de paz no servirán de nada si no se busca "un mecanismo práctico para ir hacia adelante".

Sugirió que israelíes y palestinos negocien primero para la consecución de un autogobierno del pueblo palestino que podría permanecer en vigor cinco años. En el tercer año de ese autogobierno, las dos partes deberían de buscar "un estatuto permanente" que fuese satisfactorio para todas las partes. Bush dejó claro a los palestinos que una solución de autogobierno hoy no les impediría disponer de su propio territorio mañana.

Según la fórmula de Bush, las fronteras futuras deben reflejar las necesidades políticas de la región, lo que supone dejar la puerta abierta a una entidad palestina. El presidente garantizó que cualquier solución a la que lleguen las partes será aceptable para EE UU, que se ha comprometido a contribuir económicamente a consolidar la paz que pueda surgir de la conferencia. EE UU, según Bush, no tratará de imponer un acuerdo a su antojo, sino que aportará sus recursos y actuará como catalizador.

El triunfo de haber convocado esta reunión no es suficiente para Bush, que ayer parecía acariciar la posibilidad de un éxito mayor. "La paz no es un sueño", dijo, sino algo tan sencillo como que "Ias personas normales lleven vidas normales". Cuando terminó, todos aplaudieron sin intercambiarse una sola mirada.

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