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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fin de una época

HOY HACE un año caía el muro de Berlín, en medio de la confusión alborozada de la gente, casi incapaz de creer que había recuperado la posibilidad de circular libremente por su ciudad. Pero la caída del muro tenía un significado histórico no sólo para los alemanes; interesaba a toda la humanidad. Marcaba el fin de una época de la historia -casi todo el siglo XX- durante la cual el enfrentamiento de dos mundos, de dos civilizaciones -una comunista, otra capitaIista- ocupaba un papel central en la vida política e ideológica de casi todos los países. El muro era el símbolo de esa división, y su caída ha sido el anuncie más evidente del hundimiento del modelo comunista La desaparición de este modelo ha sido sorprendentemente rápida, sin duda porque esta vez -a diferencia de lo ocurrido en los intentos de reforma de Hungría en 1956, o de Checoslovaquia en 1968- el proceso de cambio se inició en la URSS, en el centro del sistema.Esta transición reviste en la URSS una complejidad mayor que en otros países de Europa oriental, porque allí fue donde se realizó la revolución de 1917 y las raíces del comunismo son más fuertes. Además, a la transformación del sistema social y político se añade la disgregación del imperio ruso, continuado, con formas distintas, en la etapa soviética. La gigantesca convulsión que está viviendo la URSS se ha visto reflejada, de manera particularmerte expresiva, con ocasión de la celebración, el 7 de noviembre, del 73º aniversario de la Revolución de Octubre.

Los disparos ocurridos cerca del lugar donde se encontraba Gorvachov en el transcurso de la conmemoración son anecdóticos, aunque en cualquier momento puede surgir algo semejante. Lo significativo de la jornada ha sido que, a pesar de una decisión del Sóviet Supremo prohibiendo las manifestaciones no oficiales, en Moscú se realizaron tres. Y en otros lugares de la URSS se han multiplicado con un contenido profundamente crítico hacia el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el presidente Gorbachov y el Gobierno soviético. Un 7 de noviembre muy diferente al del año anterior.

Mil novecientos noventa ha sido el año de la explosión del pluralismo, con extremismos de todo tipo. Las fotografías de Stalin enarboladas por los comunistas duros no estaban lejos de las consignas religiosas o antisemitas. En muchos casos, las críticas no se limitaban al presente: condenaban a Lenin y la razón de ser misma de la revolución que derribó en octubre de 1917 el Gobierno de Kerenski. Que días antes de la celebración el Ayuntamiento de Moscú sustituyera el nombre de Lenin por el de Tsarino en una de las principales estaciones de metro es todo un símbolo.

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La imagen más obvia que se desprende de la jornada es la de un Gorbachov acosado por las críticas. En la manifestación convocada por el PCUS se notaba el peso de los conservadores, con consignas acusando al secretario general de traición al socialismo. Este sector utiliza a fondo el lema: "Con Bréznev estábamos mejor", para capitalizar el descontento de la gente y combatir las reformas; no sin cierto éxito. Por eso Gorbachov, en el discurso que pronunció desde la tribuna -rompiendo la tradición-, insistió en la necesaria unidad de todos los partidarios de la democracia. Por otro lado, en ciertos sectores de la oposición radical existe cierto temor a que, incluso sin "dar un golpe", los militares ejerzan una presión creciente a favor de los conservadores. En todo caso, en medio de esa situación casi caótica, la reanudación del diálogo entre Gorbachov y Yeltsin parece ser la única nota positiva de los actos del 7 de noviembre.

No se trata de algo personal. El sector radical de Yeltsin y Popov, dentro de una oposición fraccionada, es el principal contrincante, o colaborador, con el que Gorbachov puede contar. Además, el problema de fondo es que las cuestiones de política interior -empezando por las económicas- dependen ya cada vez más de las repúblicas. Sólo negociando y poniéndose de acuerdo con ellas -y antes que nada, con Rusia- Gorbachov puede desempeñar cierto papel arbitral. Por eso es importante la perspectiva de nuevas conversaciones para establecer un terreno de entendimiento entre el presidente del Parlamento de Rusia y el presidente de la URSS.

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