"Ser o no ser, ésa es la opción"
Al reponerse ahora en el mismo escenario del María Guerrero donde se vio desde octubre de 1989 a enero de 1990 el Hamlet que dirige José Carlos Plaza y yo traduje, quiero salir en aclaración de algo que muchas personas se han preguntado, y no pocas de ellas me han preguntado directa, abrupta, modestamente, en encuentros fortuitos, en entrevista o a mitad de una conversación amistosa.Muy mezquina sería la respuesta del público y muy sobre mi mérito si de esta nueva traducción de la obra de Shakespeare (que se escenificaba profesionalmente en castellano, además, tras un lapso de casi 30 años) se retuviese como dato más llamativo el aparente quid pro quo de "la opción", pero puesto que el término cobró -a mi pesar- resonancia y se coló, revivido fuera de su contexto, en lugares y ocasiones diversos , aprovecho esta vuelta a la escena para mi explicación, que no hay que exagerar llamando defensa.
Veamos, pues, cuál es la cuestión de mi opción. Sí quiero decir, como antecedente, que se podrá, naturalmente, objetar y replicar a mi versión pero nunca hubo en ella intenciones de ruptura ni malabarismos lingüísticos, ni siquiera -en ese verso controvertido- ganas de estampar una firma con vistas a la posteridad. Creo que el principio de fidelidad colectiva, el más justó en cualquier traducción poética, fue seguido en la mía, y las licencias, poco numerosas, en el alivio del hipérbaton y en el uso de cierta terminología moderna para caracterizar al personaje de Hamlet, nuestro contemporáneo, se tomaron pensando en la finalidad dramática, en esta su primera instancia, del texto.
Sería desmesurado e impropio discutir aquí el significado plural, oscuro en tantas ocasiones, de este monólogo, inserto en una obra donde los enigmas semánticos son célebres y han hecho correr más tinta que ninguna otra obra de ficción, a excepción de¡ Quijote. Pero sí debo aludir a sus exégesis, pues de ellas dependió mi decisión al traducir.
La palabra inglesa question (el acto de preguntar o inquirir; un problema; un asunto que implica dificultad o incertidumbre, en las principales acepciones del Oxford English Dictionary) ha sido vertida, a lo largo de los siglos, de diversas maneras. Ciñéndonos a los traductores castellanos de Hamlet, citaré, como ejemplo, algunas: "cuestión" (Moratín, Buero, Valverde), "grande duda" (Blanco White), "alternativa" (Macpherson), "problema" (Astrana), "incertidumbre" (Curtodio), "dilema" (Instituto Shakespeare). Todas ellas son, desde luego, justificables, aunque aclaro que ninguna de las dos más comunes o favorecidas, "cuestión" y "dilema", tiene sobre "opción" el beneficio de haberse utilizado en castellano, contemporáneamente a Shakespeare, con el sentido actual. El Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias (161 l), no recoge "opción", pero da de "dilema" una acepción exclusiva de la lógica y la retórica que en nada coincide con el uso, muy reciente, del término para designar lo antinómico; igualmente, sólo en cuanto "pregunta" se cita en el Tesoro el término "cuestión", sin la presumible dimensión problemática o disyuntiva que los traductores que lo utilizaron buscaban. Un siglo más tarde, el Diccionario de autoridades de la Academia ya amplía algo el estricto significado interrogativo de "cuestión", pero da, sin embargo, de "opción" el justo sentido que, a mi juicio, le conviene al verso de Shakespeare: "La libertad o la facultad de elegir, o la elección misma". Este sentido -también adoptado como principal por los diccionarios de la RAE, Casares y Moliner- es el que yo aplico a mi traducción, y no el vulgar y hoy muy extendido incluso por escrito que confunde "opción" con "posibilidad".
Con todo, no se trata únicamente de dilucidar qué término es, histórica y semánticamente, más apropiado al inglés question. Como antes dije, lo primordial es fundar nuestra comprensión de un verso y un pasaje tan claramente bañados de oscuridad. Debo confesar que en un primer acercamiento al To be, or not to be mi propósito fue traducir question por "pregunta", que me parecía palabra más sonora y en su contexto menos confusa que "cuestión". Posteriormente me pareció que el carácter interrogativo de esa primera parte del soliloquio no debía descansar tan rotundamente en su primera línea, puesto que el juego de oposiciones y contrarréplicas que corre por todos los versos se inicia en realidad y marca con énfasis lo restante a partir justamente de la segunda línea: "¿Es más noble sufrir..., etcétera?". De ahí que colocase yo un punto tras "opción", difiriendo la pregunta que Hamlet se hace y separando un enunciado de validez colectiva del conjunto de sus vacilaciones y justificantes morales. Se produce así, en mi opinión, una demarcación perPectamente acorde con el sentido global del soliloquio, que no es otro que el de una reflexión de alcance universal sobre el sinsentido de vivir en la desgracia teniendo en nuestras manos la solución de una muerte voluntaria, sólo ensombrecida por el temor cobarde a que, si al morir el espíritu trasciende, esa autopunición liberadora nos acuse como una pesadilla que turba el sueño beatífico.
Valores
Con este punto de vista, si se utilizase "cuestión" (ya he dicho que "dilema", cuyo sonido no me gusta, carece además de una apropiada base etimológica) se determinaría el inicio de la reflexión con unas resonancias discursivas y aun legalistas que la palabra tiene en sus acepciones más frecuentes, dando paso, con los dos puntos siguientes, a algo así como un debate ("si es más noble sufrir la vida o cancelarla"). Por el contrario, olvidándonos de corrupciones horrísonas y rescatando el exacto valor semántico de "opción", se consigue, a mi modo de ver, plantear limpia, rotundamente, al comienzo de una tirada tan extensa y compleja, el marco exístencial del sujeto: esa libertad de elección de todo humano entre la resignación de su ser desdichado y el gesto de valor de quitarse el ser que sin ganarlo posee.
Babelia
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