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Tribuna
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El nudo cubano

El autor del artículo trata de explicar el porqué no acaban de arraigar en Cuba las ideas reformistas, civilizadoras y progresistas que conmueven a los países del Este de Europa. A su juicio, los factores que pueden explicarlo son múltiples y complejos, pero entre ellos destaca la torpeza de la política de EE UU hacia Centroamérica, sin que ello conlleve el apoyo al régimen de Fidel Castro.

¿Por qué no se sublevan los estudiantes de la universidad de la Habana contra el anacrónico absolutismo del Partido Comunista de Cuba; a qué se debe que los guajiros de la Sierra Maestra, el Escambray o la Ciénaga de Zapata no organicen un partido por un mercado libre, como el de Polonia; qué es exactamente lo que condiciona el enigmático sometimiento (recordemos a Carpentier) de los intelectuales cubanos ante la cerrazón dogmática y menospreciante de un régimen que los ha condenado a una inapelable minoría de edad política; ¿por qué no se acaba de lanzar masivamente a la calle el pueblo de Cuba, como el rumano, para deshacerse de Fidel Castro e instaurar un sistema pluripartidista y democrático, orientado a la economía de mercado, si históricamente ha sido un pueblo valiente que aborrece a los tiranos y que supo derramar su sangre para derrocar a dictadores tan tenebrosos como Machado o Batista? ¿Por qué no acaban de arraigar en Cuba las ideas reformadas, civilizadoras, progresistas, que han conmovido al este de Europa? ¿Se explica esto únicamente por la censura informativa, el férreo control policial, la "intransigente" (implacable) represión doctrinaria y el lógico miedo que esto segrega? ¿En qué se diferencia Cuba, política y psicológicamente, de Rumanía, Polonia, la RDA?El comunismo en Cuba no cayó del cielo de la victoria, en una guerra trasnacional, de ningún ejército extranjero que le impusiera ese sistema a los cubanos; nació de una profunda revuelta popular que se radicalizó y al fin se enajenó en un clima de confrontación constante y sangriento contra EE UU. A diferencia de países como Checoslovaquia o Hungría, Cuba no tiene un pasado político decente que le permita invocar una tradición democrática: antes de 1959 Cuba fue un miserable paraíso turístico, "una de las más ricas y deseables posesiones que hay en el mundo" (palabras de Leonard Wood, interventor militar de Cuba, 1899-1902) donde ninguna decisión podía tomarse sin el consentimiento de la Embajada norteamericana. Mientras que durante los últimos decenios los irrespirables regímenes comunistas europeos convivían -separados por muros y cortinajes de miedo- con democracias verdaderas, donde se respetaban los derechos del hombre y, pese a sus imperfecciones, había un diálogo político civilizado y una ascendente esperanza de bienestar, el irrespirable comunismo cubano ha convivido con una América Latina sin democracias verdaderas donde se han violado todos los derechos del hombre, sin la más mínima esperanza de bienestar ni diálogo político operante entre proyectos sociales antagónicos.

Si en una Europa occidental estancada se enraizaba cada vez más, bajo el influjo positivo de Occidente, un respeto profundo por los ideales democráticos y su enorme potencial desarrollador se convertía en un sueño que comenzó a realizarse con la creación de un sindicato, Solidaridad, en una Iberoamérica depauperada, endeudada, envilecida y desaparecida (30.000 seres humanos esfumados en Argentina, 70.000 asesinados en El Salvador), la frustración de esos ideales democráticos no ha creado ningún sueño de nada sino una actitud sardónica y de desprecio por la democracia, cosa que en el cubano de hoy es particularmente intensa a causa de la propaganda oficial.O sea, que mientras los rumanos, polacos, checos y alemanes orientales podían decir: "Anhelamos una democracia como la de Suecia, Francia o Italia", a ningún cubano se le ocurriría anhelar una democracia como la de Haití, Honduras o Guatemala, a no ser que tenga vocación de pordiosero.

La actitud de EE UU

Porque, ¿qué guajiro cubano, teniendo acceso libre a una salud pública como no existe en Latinoamérica, desearía cambiar su suerte por la de un campesino salvadoreño? ¿Cuál podrá ser el encanto de esa democracia a la que EE UU tanto apoya, basada en una oligarquía retrógrada y sanguinaria, muy católica pero sin los Romero y los Ellacuría y sí con cinco millones de personas en la miseria? A esa región convulsa es a la que Cuba pertenece, y cualquier análisis de un cambio posible tiene que incluir la actitud de EE UU. ¿Y qué esperanzas reales de democracia con progreso social permite EE UU en Latinoamérica? ¿Hacia dónde podrían mirar los cubanos demócratas para encontrar un modelo político que los saque de la dictadura comunista? Algunos cubanos con simpatías socialdemócratas decimos: a la transición española, por ejemplo, una economía de mercado corregida (como dice Fernández Ordóñez), pluripartidismo, plenas libertades ciudadanas.

Pero ¡ay! es que el modelo español pudo realizarse justamente porque es español y no guatemalteco nicaragüense, chileno, panameño, granadino ni cubano. A Felipe González lo habrían hallado, de haber sido un líder socialista salvadoreño, en una zanja con la cabeza acribillada; y junto a él, con los testículos dentro de la boca, a Alfonso Guerra. Al mismo Ordóñez lo hubieran tenido por extremista y subversivo. ¿Y qué hubiera sido de Lech Walesa en por ejemplo, Guatemala? ¡Jefe de un poderoso sindicato! Pasto de los gallinazos.

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Los intelectuales, dentro de Cuba, se tragan las críticas que se merece Fidel Castro "por no darle armas al enemigo", mientras que los que están fuera de Cuba no se atreven a decir las sencillas verdades que sobre EE UU acabo de enunciar, por la misma razón. Reinaldo Arenas, un hombre a quien los burocratillos satrapescos cubanos hicieron sufrir tanto, me dijo una vez en Nueva York: "¡Ay, niño, tú esas cosas las puedes decir en Suecia pero no aquí!". Y lo que yo decía era que nada se parece más a un comunista cubano que un cubano anticomunista: que son simétricamente dogmáticos, tendenciosos brutos.

Ese es el puñetero nudo que tenemos en la garganta. El comunismo cubano no se mantiene por fuerza ideológica y psicológica propias, sino gracias a que está en contra de algo, en vez de otra cosa peor. Porque mientras el guardián tradicional de la infamia y la estupidez de los regímenes comunistas europeos, la URSS, se retira noblemente, inteligentemente, de la escena, y asume una actitud civilizada -la única posible en nuestros tiempos- de no entrometerse en los asuntos internos de sus vecinos menos poderosos, el protector tradicional de la infamia y la estupidez en Iberoamérica, EE UU, recrudece su actitud innoble, incivilizada y exenta de toda inteligencia de intervenir en el destino y la voluntad de sus vecinos menos poderosos.

El bloqueo a Cuba es una absurda manifestación de esa miopía, y cada cubano decente debería condenarlo. Del mismo modo que los europeos orientales no se rebelaron hasta que no sintieron que podrían deshacerse de una brutalidad sin que una bota extranjera les impusiera otra, los cubanos no acaban de ver claro qué ganarían concretamente rebelándose contra Castro, teniendo como tienen la brutalidad norteamericana en las narices. Obsérvese que los sistemas que se perfilan en Europa oriental, a los que EEUU da la bienvenida, serían una herejía intolerable allí, en su traspatio particular.

La falta en Cuba de una oposición coherente y fuerte se debe, creo yo, más que al miedo, a esa carencia total de proyecto histórico alternativo por parte de EE UU hacia la región. Tanto en el resto de Latinoamérica como dentro de Cuba hay demócratas que nada tienen que ver con el comunismo (esto lo he visto incluso en Miami) pero que se alegran diabólicamente de que al menos haya un paisito que se enfrente gallardamente a la inaccesible arrogancia de sus señorías del norte y les hable de tú a tú, sin bajar la vista, cosa que no hace nadie en un continente de 20 repúblicas soberanas.

Enemigo ejemplar

De este estado de cosas, que ellos no han tenido que inventar, se nutre la testarudez y la insensibilidad para con ese pueblo sufrido de Fidel y compañía. El malestar del pueblo cubano ante un régimen que ahoga sus aspiraciones de sumarse a la ola de progreso en libertad que esperamos ha de caracterizar a nuestra época, se ven mediatizados por la presencia amenazante de EE UU, o "el norte revuelto y brutal que nos desprecia", palabras de Martí que en Cuba hasta los gatos llevan en la médula espinal. Cuba sigue siendo la manzana que no acaba de caer, madurita, en el suelo de la Unión. Cuba será una casa de putas o no será nada. Así EE UU tendrá, en un comunismo cada vez más acorralado, un enemigo ejemplar pero cuyo rehén es el pueblo de Cuba. Y los comunistas cubanos, a su vez, se apoyarán en esa hostilidad alegando que, sin ellos, lo que se pierde no son sólo los logros más elementales y vitales de la revolución, sino la nacionalidad cubana misma, y así se aprieta horriblemente el nudo: o "ellos", o una casa de putas.

No hay que ser muy perspicaz para ver el chantaje doble. Hasta que un día niño cubano, en vez de decirle al rey que anda en cueros, diga: "Fidel, el hecho de que los norteamericanos estén equivocados no significa que tú tengas la razón". A ver si puede aguantarse y no saca la pistola.

René Vázquez Díaz es novelista cubano naturalizado sueco desde 1979.

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