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Tribuna:HACIA UNA NUEVA EUROPA
Tribuna
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Diálogo en las 'cumbres'

La cumbre -the summit- fue un vocablo utilizado por Churchill para referirse- al encuentro de. la bahía de Argentia celebrado en agosto de 1941, en plena guerra mundial, entre él y Roosevelt. Fue una cumbre de dos grandes aliados, de la que salió la Carta Atlántica y un diseño aproximado de lo que había de ser el mundo político después de la victoria frente al Eje y a Japón.¿Qué se puede deducir del denso repertorio de los temas tratados en los dos días de la entrevista histórica de los presidentes de las superpotencias? En primer lugar, que existe, de modo indudable, una mutua voluntad de establecer acuerdos que lleven a la pacificación general entre el Este y el Oeste. Estados Unidos y la Unión Soviética tratarán de establecer un conjunto de sistemas y de comisiones mixtas que permitan reducir drásticamente los arsenales milita res de las dos alianzas en el ámbito de lo nuclear y del armamento convencional.

Se prevé para junio de 1990 -dentro de seis meses- otra cumbre en Washington que decida el recorte definitivo de los arsenales nucleares de alcance estratégico. Y en fecha parecida se buscará otra reducción semejante en el campo de las armas convencionales. Asimismo se llevarán a cabo pactos de. mutua garantía que permitan la inspección recíproca de lo acordado. En otro plazo, brevísimo, renunciarán ambos países a la guerra química. Estados Unidos abolirá las restricciones a la exportación de ciertas tecnologías de punta a la Unión Soviética y fomentará el intercambio comercial y el apoyo financiero a la Unión Soviética. Y Occidente no tratará de utilizar los posibles episodios violentos que la apertura interior de la perestroika puedan desencadenar en el inmenso mosaico étnico de la URSS. Un paquete complementario de entendimientos, en terrenos como la ecología, los riesgos contaminantes, la defensa de la naturaleza, manifestará claramente el propósito de acabar definitivamente con los 40 años de guerra fría, de rivalidades hostiles, de injerencias solapadas, de guerras interpuestas, de vigilancias, espionajes y terrorismos sospechosos.

Quedarán, es cierto, sin resolver todavía problemas complejos y que requieren a la vez prudencia y tiempo considerables. Uno es el de la reunificación de los dos Estados alemanes y las garantías de seguridad militar para la Unión Soviética que una tal operación habría de llevar consigo. Y otro, el de la reducción del poderío naval norteamericano, que al Gobierno de Moscú interesa vivamente y que es difícilmente aceptable para una marina que hace posible la presencia activa de la política de Washington en las cinco partes del mundo.

Saldo positivo

El saldo de la- cumbre -informal y abierta- es al parecer altamente positivo. Cuarenta años -casi medio siglo- van a desembocar en historia y en recuerdo -no ciertamente grato- para iniciar un trabajo común de alcance universal y de mutuo respeto entre los enfrentados dogmas económicos y también entre las ambiciones universalistas de los nacionalismos expansivos. Si las espadas se convierten en arados, las propagandas respectivas insistentes y aburridas darán paso a un acercamiento cultural, más estrecho, entre los pueblos eslavos y los occidentales.

Pero no hubo solamente en estos días un diálogo en la cumbre, el de Malta. Horas antes, Gorbachov visitaba el Vaticano y engallaba su cuerpo, junto al Papa polaco, sonriente, en una foto que ha dado la vuelta al mundo. Allí hubo también un encuentro de contenido sustancioso, matizado, cordial y prometedor. La libertad religiosa en la Unión Soviética será pronto objeto de legislación efectiva, extendida a los diversos núcleos de creencias diversas del gran mosaico étnico de Rusia. Gorbachov habló de la contribución decisiva que las fuerzas morales de la espiritualidad pueden, aportar al progreso de la humanidad y a los graves problemas que afectan al Tercer Mundo. El proceso de la normalización diplomática entre la Santa Sede y el Estado soviético se pone en marcha y no pienso que se tarde demasiado en llevarlo a cabo del todo. Juan Pablo II contempla con ilusión lógica su próximo viaje oficial a la Unión Soviética, lo que formaría parte decisiva del deshielo general.

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La Comunidad Europea celebró una cumbre propia en Estrasburgo para analizar la situación creada y examinar el camino a seguir. Su papel es decisivo en orden a la resurrección de las averiadas economías de los países del Este que han iniciado el cambio político a un ritmo estremecedor. La mítica cifra de los doce puede quedar sobrepasada si las exigencias apremiantes de las circunstancias actuales aconsejaran olvidarse del statu quo alcanzado y recordar que Europa tiene otras fronteras que las que la partición de Yalta trazó hace cuatro decenios.

Europa occidental, y más concretamente la CE, tiene ante sí un grave y decisivo desafío: avanzar en su unificación y abordar los nuevos tiempos con voz unánime, apertura de su ámbito y flexibilidad antidogmática: un gran reto de futuro para el mal llamado viejo continente.

José María de Areilza es escritor y ex ministro de Asuntos Exteriores.

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