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HACIA UNA NUEVA EUROPA

Tartanas por la autopista

ENVIADA ESPECIAL La autopista de alta velocidad que une la ciudad de Hof, en el norte de Baviera (RFA), con Nüremberg presentaba ayer una visión surrealista: Mercedes-Benz y BMW rodaban a 160 kilómetros por hora adelantándose en suaves piruetas a una larga caravana de camiones y vehículos blindados de las tropas norteamericanas estacionadas en la República Federal de Alemania (RFA), en plenas maniobras de otoño. Como un anacronismo entre esta prosperidad en movimiento, cientos de trabis (el automóvil de los germanos orientales) descalibrados, descoloridos y ruidosos, intentaban mantener su lugar en la pista entre sus hermanos alemanes. La caravana de germanos del Este había cruzado el paso fronterizo de Rudolplisten en la mañana de ayer.

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A Rudolphsten ha llegado personal de otras regiones alemanas para reforzar la guardia de fronteras. En ambos lados de la zona limítrofe hay un ambiente festivo, de sonrisas y bocinazos. Las formalidades y papeleos fueron olvidados como si nunca hubieran existido las torres de observación, los alambres, las minas, los guardias que disparan y las dobles vallas.

Un miembro de la guardia fronteriza germana oriental no quiere adaptarse a las nuevas circunstancias y le dio un plantón de una hora al ministro para Asuntos Federales y Europeos de Baviera, Georg von Waldenfels. El ministro, como otros alemanes de la RFA, quiso hacer uso de este día extraordinario, en el que todo parecía posible. Pero a Von Waldenfels no le dejaron salir de su automóvil, en el que estaba acompañado por tres asesores, y luego de una hora de espera le devolvieron a la RFA "por falta de visado".

El mismo guardia, sin embargo, dejó salir a cientos de .sus conciudadanos que sólo le mostraban desde la ventanilla de sus vehículos el carné de identidad. María, una empleada de banco en la ciudad de Gera, comenta riéndose, al llegar a suelo libre, la actitud del "policía gruñón" y justifica el mal humor del uniformado porque "él sabe que pronto quedará en paro". Se refiere además a los 46.000 soldados de Alemania del Este encargados de controlar los 1.393 kilómetros de frontera entre las dos Alemanias y que en estos días no tienen razón de existir.

María tiene hijos, trabajo, casa y coche en Alemania del Este, y dice que le llegó "la idea espontánea de viajar al escuchar la radio por la mañana". "Me convencí de lo que no creía: las fronteras están abiertas". Y le dijo a su marido: .¿Vamos a dar un paseíto a Occidente?". Luego, añade: "Jamás dejaría mi patría". Y con un tono modesto murmura: "Nos basta saber que de vez en cuando podemos salir".

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Martin Kurt se cnteró de que las fronteras estaban abiertas mientras comía en la cafetería de la fábrica de maquinaria, pesada en la ciudad de Thuringer donde trabaja haciendo turno de noche. La noticia no la tomó en serio, e hizo una apuesta con sus compañeros de cuadrilla, convencido de que la información era falsa. Al terminar el turno de noche tomaron el auto y se dirigieron a la frontera.

Los amigos se pasearon todo el día por la ciudad de Hof, a 20 kilómetros de la RDA, sin rumbo definido. El perdedor de la apuesta, algo desdentado y vestido con una fina chaqueta azul que poco le aísla contra el frío y el viento helado de esta ciudad de Baviera del Norte, dice resignadamente, antes de regresar a la RDA: "Lo triste es que no tendría ni un marco para gozar de todo esto".

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