Incredulidad
El pasado jueves, cerca de la medianoche, al salir del cine escuchamos en la radio del coche que el muro se había derrumbado Estábamos ya llegando a casa, en un barrio alejado del centro, pero mis amigos y yo decidimos dar la vuelta y acercarnos al muro. El tráfico era tremendo, un embotellamiento desde la Philharmonie hasta, el Reichtag, y nos costó mucho encontrar aparcamiento La Puerta de Brandeburgo estaba iluminada, pero al principio nadie sabía qué pasaba. Los focos procedían de la televisión norteamericana NBC, que retransmitía los acontecimientos vía satélite.De repente, escuchamos gritos de alegría. No nos lo podíamos creer, el muro estaba abierto. "Hay que quitar el muro", gritaban cientos de berlineses occidentales sentados en un ancho de metro y medio de muro. Iba llegando más gente, jóvenes sobre todo, pero también gente mayor. El ambiente era increíble. Corrían botellas de champaña. Nos enteramos que los coches de Berlín Este ya estaban pasando desde las once de la noche. Vimos a los berlineses del Este cruzar la puerta. Increíble. No dábamos crédito a nuestros ojos. Una mujer joven, con una hoz y un martillo en la mano, empezó a romper el muro. Los focos de la televisión se dirigían a ella. D pronto, más gente empezó a quitar trocitos. Había aplausos, y la euforia crecía por segundos. Hacia las tres de la madrugada tuvimos que volver a casa, pues había que madrugar para ir al trabajo. Mi mujer tiene una hermana en la República Democrática Alemana. La llamó a las siete de la mañana. Sí, había oído por la televisión que la frontera estaba abierta, pero no se lo creía. Mi hija de siete años me preguntó: "Papi, ¿entonces la prima puede visitarnos ahora?".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.