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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La riada

LAS CIFRAS del éxodo de ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA) a la otra Alemania adquieren con el paso de los días un carácter cada vez más impresionante. Unas 30.000 personas lo han hecho desde que el viernes pasado se autorizó el paso a Checoslovaquia, desde donde se trasladan a los puntos fronterizos de Baviera. Y la riada continúa, a razón de unas 200 personas por hora. La angustiosa situación provocada por ese exilio -empiezan a faltar médicos, las fábricas se quedan sin personal- no hace, por otra parte, sino extender la desconfianza y, por tanto, la tendencia a marcharse. Una huida masiva que no tiene precedente histórico, porque no se trata de la tragedia de multitudes aterradas por una invasión o de la llegada al poder de una dictadura feroz. Es una huida tranquila, motivada por el rechazo de un sistema; una decisión esencialmente política.Simultáneamente se multiplican las manifestaciones en las ciudades de la RDA con demandas cada vez más radicales: derecho a viajar libremente, auténticas libertades políticas, pluripartidismo, elecciones libres. Lo que está en marcha es una verdadera revolución pacífica, ante un aparato represivo cada vez más impactado por la magnitud de las manifestaciones y con el Gobierno y el partido desconcertados. El nuevo líder, Krenz, que sustituyó a Honecker con la misión de contener la avalancha, no logra frenar una protesta creciente. Prometió facilitar los viajes al extranjero con una ley: la respuesta es la actual riada en las fronteras. Sus concesiones han llegado tarde. La gente no se fía.

En este clima se reúne hoy el comité central del partido comunista y se anuncian cambios drásticos en su dirección. Ya han sido eliminados siete miembros del buró político, entre ellos los responsables de la ideología y de la seguridad, y es muy posible que dicho organismo se presente dimitido en bloque ante la reunióri del comité. Horas antes se anunciaba igualmente la dimisión del Gobierno en bloque. La callé, como ocurrió en otros países del Este, ha tomado claramente la iniciativa también en la RDA y está imponiendo a los órganos dirigentes medidas inimaginables no ya meses, sino días atrás. El partido comunista -si no quiere ahondar la catástrofe- no tendrá más remedio que reconocer el papel de la oposición, aceptar el diálogo con ella y preparar así el camino de unas elecciones de verdad. Ello exige dar paso en los puestos decisivos a los pocos reformistas que tienen capacidad de diálogo con la oposición, como el dirigente de Dresde Modrow. El ejemplo de Hungría y Polonia no deja lugar a otro tipo de soluciones.

Pero si hay retrasos, ¿será suficiente para la RDA lo que ha funcionado en Varsovia y Budapest? Porque los ciudadanos de la RDA lo son a la vez de la República Federal de Alemania, y el éxodo es una forma peculiar de expresar su rechazo a un Gobierno impuesto por la fuerza. El futuro se va a decidir en una carrera de velocidad entre las ganas de partir de muchas personas, sobre todo jóvenes, y unas reformas que deberían convencer a la gente que vale la pena quedarse en un país en marcha hacia una democratización efectiva. En Bonn, tanto el Gobierno como la oposición socialista están muy interesados en que cese el éxodo y en que las reformas vayan deprisa y sean convincentes.

Este acelerado desarrollo del la crisis de la RDA ha enterrado el tabú que hasta ahora ha rodeado el tema de la unidad alemana. La reunificación de Alemania -con unas formas u otras- está ya inscrita en el horizonte de Europa. El problema es encontrar el método para que su realización no sea traumática; para que se haga en un marco europeo bien estudiado y en un clima de desarme, distensión y tendencia a la superación de los bloques militares.

Pocas veces una evolución pacífica ha acarreado mutaciones de tanta trascendencia como las actuales, y tan deprisa. Por mucho que se quiera rehuir la retórica, es innegable que estamos en momentos cruciales de la historia de Europa. Se desmoronan estructuras que parecían llamadas a perpetuarse. Y en medio de imprevistos avances de la democracia vivimos a la vez momentos de incertidumbres.

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