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"Si soy fusilado, mi último pensamiento será para Fidel", dice el general Ochoa

Varios de los 47 oficiales del tribunal de honor que juzga en primera instancia al general Arnaldo Ochoa por tráfico de drogas han señalado que el acusado merece ser condenado a muerte y pasado por las armas, según anunció la televisión cubana. Ochoa admitió ante ese tribunal, que le culpa de "alta traición", todos los cargos que se le imputan, y señaló que el presidente, Fidel Castro, y su Gobierno desconocían sus relaciones con el narcotráfico internacional. Añadió: "Si soy fusilado, mi último pensamiento será para Fidel, por la gran revolución que le ha dado a su pueblo".

El propio acusado afirmó ante el tribunal que no tenía razones para vivir, según la versión difundida por la televisión cubana en la noche del martes (madrugada de ayer en España). "Quiero afirmar ante este tribunal que ni el comandante en jefe, ni el ministro, ni el partido, ni el Gobierno, ni nadie de las fuerzas armadas tuvo nada que ver con ésto. Todo fue un artificio de mi mente", afirmó el militar. Ochoa, que dijo despreciarse por lo que hizo, negó asimismo que hubíera sido detenido por oponerse al Gobierno.Reacción en Luanda

En Angola, donde Ochoa fue comandante del cuerpo expedicionario cubano y era considerado como una figura mítica, la divulgación de que el tribunal de honor recomendaba expulsarlo del Ejército y entregarlo a un tribunal militar especial que podría condenarlo a la pena capital, ha hecho saltar a la calle un tema que había sido, hasta ahora, tratado con mucha discreción en la Prensa de Luanda.

La condena de Ochoa, la larga lista de sus delitos, no puede dejar de lanzar una mancha sobre lo que Fidel Castro llamó "una de las páginas más gloriosas de la historia de la revolución cubana": su participación, al lado del pueblo angoleño, en la lucha de 14 años contra "los agresores surafricanos y el régimen racista".

No hay reacciones oficiales sobre este caso, pero el Gobierno de Luanda parece haber decidido no tratar de esconder o minimizar el escándalo, siguiendo en esto el ejemplo de La Habana. ¿Escarmiento en cabeza ajena o preaviso de que, en Angola también, con la paz en perspectiva, los militares dejaron también de ser, por motivo de defensa y seguridad del Estado, ciudadanos por encima de toda sospecha?

El hombre de la calle, que fijó la imagen de Ochoa rodeado de altos responsables del Ejército angoleño, se pregunta si el general cubano no ejerció también sus actividades fuera de Cuba y si su red de contrabando y narcotráfico no extendió su trama más allá del continente americano.

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Coincidencia o no, las actividades delictivas del general han sido descubiertas cuando está ya muy adelantado el proceso de retirada de las tropas cubanas de Angola. Con el fin de la guerra, y la promesa del regreso a la paz, sin más necesidad de refuerzos militares extranjeros en su tierra, el angoleño de a pie puede, con relativa indulgencia, considerar el caso Ochoa como uno de los desastres de la guerra.

Hace una semana, sin embargo, el ministro angoleño del Interior refería la indisciplina y los casos de soborno y corrupción como uno de los problemas que debían ser erradicados de las fuerzas de seguridad, que se encuentran bajo sus órdenes. ¿Gasnost con perestroika? De momento se trata tan sólo de buenas intenciones, pero existen indicios de que el cambio puede estar en marcha en el país africano.

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