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LA CRISIS CENTROAMERICANA

EE UU boicotea los acuerdos de paz sobre Nicaragua

Francisco G. Basterra

Estados Unidos, sorprendido por los acuerdos de El Salvador, que considera demasiado favorables para los sandinistas, ha puesto a punto una estrategia de respuesta que mezcla la diplomacia con el mantenimiento de la presión durante un año más de la contra en Honduras y la aplicación de incentivos y castigos económicos y políticos a Nicaragua para que se mueva hacia la democracia plena. Para ello, Bush solicitará al Congreso 50 millones de dólares en ayuda humanitaria para conservar a los rebeldes, como seguro, por si Daniel Ortega no democratiza Nicaragua según los criterios mínimos que establezca Washington.

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Para diplomáticos latinoamericanos y europeos y fuentes independientes, la decisión de la Administración de Bush de mantener la política de la doble vía es una violación, si no de la letra, sí al menos del espíritu de lo acordado el mes pasado en El Salvador por los cinco presidentes centroamericanos.El secretario de Estado, James Baker, al esbozar ayer la nueva política en el Congreso, negó que se tratara de una violación de los citados acuerdos, que llaman a la desmovilización de la contra -bien es verdad que sin fijar un calendario, laguna a la que se agarran los norteamericanos- y a la paralela democratización del régimen sandinista de Managua. Pero el plan de paz de El Salvador pide también a EE UU y a otros países que detengan inmediatamente su ayuda a todos los grupos rebeldes, excepto para su repatriación.

Baker, a pesar de que aún no cuenta con un secretario de Estado adjunto para Latinoamérica, ha iniciado ya una operación de presión sobre los aliados de EE UU en el istmo centroamericano para que apoyen la nueva estrategia y la simultaneidad de la desmovilización de la contra y la efectiva democratización de Nicaragua. Para ello ha enviado a Honduras, la "república en alquiler", al número tres del Departamento de Estado, Robert Kimmit, para solicitar la permanencia del ejército rebelde (12.000 hombres en armas y 50.000 familiares) por un año más.

Presiones a Honduras

El mensaje es que si Azcona no acepta e insiste en su rápido desmantelamiento, el Congreso en Washington no votará la ayuda humanitaria, dejando tirados en territorio hondureño, sin dinero y sin alimentos, ropa y medicinas, pero armados aún, a estos peligrosos mercenarios. Hasta esta semana Honduras hablaba de una rápida desmovilización de la resistencia. Incluso envió a Washington a un emisario que comenzó a negociar con el líder contra Adolfo Calero, el lunes, un calendario de desmantelamiento.Pero tras el viaje de Kimmit, la dependiente Honduras -el ejército antisandinista es superior a sus propias fuerzas armadas- convirtió sus recelos en tímida aprobación. Su canciller, Carlos López Contreras, estima ya que lo que solicita Washington no viola los acuerdos de El Salvador y que la ayuda humanitaria debe ser mantenida el tiempo que desea EE UU, hasta la desmovilización final. El 16 de mayo los cinco presidentes centroamericanos deberán presentar un plan específico de repatriación de la fuerza antisandinista.

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Mientras Kimmit torcía la mano del presidente José Azcona en Tegucigalpa, Morris Busby, embajador volante para Latinoamérica, visitaba Costa Rica, El Salvador y Guatemala vendiendo la estrategia de la Administración de Bush. El plan prevé como estímulos a Nicaragua levantar el embargo comercial, ofrecer créditos y normalizar las relaciones diplomáticas si Ortega abre el sistema y las elecciones son auténticamente libres. Y, si no democratiza, apretar aun más el cerco económico y la amenaza de solicitar de nuevo ayuda militar para una contra que aun seguiría viva.

Baker, compensando esta política de palo y zanahoria, anunció al Congreso que EE UU apoyará "algún tipo" de verificación de fronteras, tal como establecen los acuerdos de El Salvador. Representantes de los cinco países centroamericanos estaban a punto, ayer, de acordar en las Naciones Unidas en Nueva York un plan de verificación que deberá ser sometido al Consejo de Seguridad, donde Estados Unidos tiene derecho de veto.

Una fuerza de 160 personas

El plan prevé que una fuerza de 160 personas (100 militares no armados y 60 expertos civiles) de España, la RFA y Canadá comprueben sobre el terreno en Centroamérica que por las fronteras de Honduras y Nicaragua y de Nicaragua y El Salvador no pasa ayuda extranjera para fuerzas insurgentes (léase contras y guerrilla salvadoreña). Y que ningún país del istmo tiene guerrillas que luchen contra los vecinos.Baker ha afirmado que "Estados Unidos necesita palos y zanahorias incentivos y desincentivos", y que una desmilitarización y una desbandada inmediatas de los contras eliminaría el único estímulo eficaz para que Ortega cumpla seis promesas democratizadoras. Washington ha abandonado, lo que fue considerado "muy positivo" por el ministro español de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, en su visita a EE UU esta semana, la opinión militar, sobre todo porque el Congreso la rechaza y ha fracasado durante ocho años de Reagan, en beneficio de la concertación diplomática.

Pero es una diplomacia que no abandona el palo. "A falta de la 82ª división aerotransportada, los contras son nuestro garrote", explica un alto funcionario de la Administración. Baker, para persuadir a un Congreso escéptico del que quiere obtener un respaldo bipartidario a la nueva estrategia, prometió el martes que se prohibirá a la "resistencia" (calificativo a que ha sido rebajada desde el reaganiano "luchadores por la libertad") cualquier actividad militar mientras se negocia diplomáticamente la paz.

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