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Entrevista:

“La posesión es la base del conocimiento”, dice Roberto Calasso

El editor de Adelphi consigue con su segunda novela un éxito de crítica sin precedentes

Roberto Calasso, retratado en Bercelona.
Roberto Calasso, retratado en Bercelona.Susanna Saez
Juan Arias

Calasso prefiere hablar directamente de sus obras. Cuando habla respondiendo a las preguntas o provocaciones de EL PAÍS es como si estuviese de nuevo escribiendo con la palabra y el gesto. Habla despacio, como si estuviera leyendo lo que dice en algún rincón invisible de su despacho, sentado detrás de su mesa de trabajo, sobre la que se apila tantos libros y manuscritos en espera de bendición para ser publicados en su prestigiosa editorial, que el entrevistador apenas sí consigue ver recortada su cara y medios gestos de sus manos. Pero su voz, caliente, llena toda la habitación.Pregunta. Sus dos últimas obras, La rovina di Kasch y Le nozze di Cadmo y Armonia, que han conquistado la crítica, ¿tienen algo en común?

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Respuesta. Son pocos los que se han dado cuenta de que en realidad, aunque yo no lo verbalizo, hay que leer ambas obras una dentro de la otra, aunque desde el punto de vista del estilo son opuestas. En La rovina di Kasch se cambia continuamente de estilo, es teatral, cada personaje habla con una cadencia diversa mientras que en Le nozze di Cadmo y Armonia el estilo es uno.

P. ¿Y en cuanto a la sustancia?

R. Aunque entre ambas obras existe una relación de especularidad, la sustancia también es distinta. En la primera, en tres líneas, se pasa, por ejemplo, de los Vedas a la Revolución Francesa, mientras que en la segunda aparece Grecia como algo autosuficiente, de ahí el que casi no haya en la obra otras referencias. Yo diría que puede establecerse esta proporción: que Kasch es a la historia como Nozze es al mito.

P. En una reciente entrevista en EL PAÍS, Sciascia ha afirmado que para entender lo que podrá ser la Europa de 1992 habría que leer antes Le nozze di Cadmo y Armonia.


R. Eso es algo en lo que no había pensado.

Y el escritor se pone a pensarlo en ese momento, mientras se le nota serenamente halagado por la idea del gran escritor siciliano. Después dice: "Bueno, en realidad mi libro empieza con el rapto de Europa, y quizá Sciascia piense en el hecho de que esta princesa curiosamente no es europea, ya que procede de Fenicia. Y en otro sentido se puede decir que la jaula del pensamiento europeo esta aún allí, intacto. Es el único lenguaje común que ha atravesado todos los siglos. Respecto a estas historias, un lector escocés o español o francés se hallan todos equidistantes, ya que el mito griego no pertenece ya a nadie en particular, es lenguaje común de Europa".

P. Usted defiende que la posesión es el poder más alto. ¿Por qué?

R. Éste es un punto fundamental en mis dos obras. Es el lazo que las une y las atraviesa de arriba a abajo. La posesión es en verdad la base del conocimiento, y por eso, el poder más alto. No existe conocimiento que no tenga como presupuesto esta invasión por parte de un elemento divino que puede entrar en lo humano. Es Eros que puede tocar a Zeus y que crea esta distancia en la mente.

P. ¿Por qué se intenta negar este aspecto tan fundamental del mundo griego?

R. Porque ello nos obliga a admitir, por ejemplo, que los presupuestos modernos que consideran al sujeto como "centro de observación que tiene el control de las cosas ya fijadas" es mucho más ingenuo de lo que estaba de bajo de la visión griega. Y por eso nosotros seguimos expuestos a aquellas mismas fuerzas, pero con menor capacidad de entenderlas. Nosotros somos como balbucientes ante esos fenómenos, y por eso en seguida los transformamos en una acción patológica.

P. ¿Y qué nos pasa?

R. Que hemos adoptado la línea de la protección total, como en Escandinavia, que es muy civil, pero terrorífica. Se piensa asegurar al hombre contra el dolor desde que nace hasta que muere en la esperanza absurda de un día poder asegurarlo también contra la muerte. Existe como una voluntad de anestesia. Y eso está relacionado con la droga, sin entender que nadie puede ser asegurado contra todo dolor o inseguridad en la vida, que hay que saber convivir con ellos.

Por eso me preocupa la idea corriente de que lo más moderno es la desmitificación, una palabra que en realidad nunca sirvió para profundizar un mito. No hemos entendido que el enigma nunca se resuelve, que un enigma reclama otro.


'Sovrapiú'

P. ¿Qué ha querido decir cuando escribe en el libro de Le nozze que el sovrapiú es la vida misma? [sovrapiú es algo así como "lo que excede", una especie de "extra", lo que está fuera de la simple cotidianeidad].R. Usted vuelve a tocarme otro tema central de las dos obras. Es una palabra que se se usa tanto en el lenguaje económico como en el filosófico. Marx, por ejemplo, con el surplus lo había entendido en economía, aunque después la realización fue fatal. La idea es que, para los griegos, el punto donde se decide algo de la vida es lo que Simone Weil llamaba "la energía suplementaria". De cómo esta energía sea concebida y administrada cambia una civilización. En realidad, todas las formas, desde lo erótico a lo formal, son manifestaciones del sovrapiú. Lo que solemos llamar vida es ese piú (ese más), no la simple supervivencia.

P. ¿Y por qué nos cuesta tanto entenderlo hoy?

R. Porque es una paradoja ante la que ponemos resistencia. Quien quizá lo entendió y descubrió mejor y de forma violenta fue Nietzsche cuando decía: "Es la superabundancia el punto donde se decide todo". Es lo que en realidad toca nuestra vida de cada día. Nosotros no lo queremos entender. Por eso son tan rudimentarias las fábulas modernas. Por eso tenemos miedo, como he escrito, "de tocar el monstruo", cosa que no tienen los niños. Somos nosotros quienes se lo impedimos, mientras que ellos, como hacían los griegos, necesitan confrontarse con el monstruo, abrazarse a él para asumir su fuerza venciéndole.

Y para explicar quizá a este corresponsal cómo la vida y todo lo que vale en ella empieza a partir del sovrapiú, Calasso le envió, a los dos días, un ejemplar de Le nozze de Cadmo y Armonia de una edición especial con esta dedicatoria: “Este ejemplar, de una edición hecha para los amigos, es un sovrapiú, para usted”.

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