El teatro terrible de Alberti
El poeta mayor que fuera, en esta década, premio Cervantes y premio nacional de Teatro, actor de la poesía y viajero de múltiples proscenios, ha decidido volver a mostrar, a sus 86 inviernos, El hombre deshabitado, escandaloso hijo de su pluma, que ya pasó de los 50, pero que lo elevó, en su día, a la cabeza del teatro vanguardista. Obra de resonancia internacional, está ligada a la guerrilla literaria y es acusada de blasfema por el sector más integrista de la España anterior a la República. No obstante, se alza por encima de las viejas fórmulas y anuncia, con su inquietante código, una renovación. En el teatro de la Zarzuela apareció Rafael Alberti como. solista de singular estética y un público de rebeldes tuvo oportunidad de ovacionarlo hasta rabiar, a la vez que alentaba a la crítica al reconocimiento del dramaturgo en ciernes. En aquella ocasión, Rafael Alberti, de esmoquin, participó del seísmo qué él había provocado. También oyó a los alevosos (quien lo desee puede seguir el texto en el volumen publicado recientemente por Primer Acto, titulado Teatro de liberación). Hoy, El hombre deshabitado vuelve a los teatros.El hombre deshabitado se estrena el 26 de febrero de 1931 por la compañía de la actriz mexicana María Teresa Montoya. Su autor, apoyándose en el Génesis, despliega un auto sacramental sin sacramento que relata la tragedia del hombre desde su origen a su condenación. Obra de un solo acto, con prólogo y epílogo, se estructura alrededor del tema bíblico de la felicidad inicial del hombre, la tentación, la lucha y la muerte. En general, la crítica la aceptó bien y las valoraciones posteriores insisten en el hecho de que El hombre deshabitado significó en 1931 un paso adelante hacia nuevas posiciones dramáticas. Las conexiones de este teatro con la obra poética de Álberti escrita por esos mismos años (Sobre los ángeles y Sermones y moradas) acentúa su voluntad radical de penetrar en la realidad de la existencia. "La edad terrible está presente", escribe entonces. Llega la luna del atropello y del insomnio y poeta y dramaturgo salen a la calle, componiendo más adelante textos de evidente connotación política, como Bazas de la providencia y Farsa de los Reyes Magos.
El hombre deshabitado había sido su primer estreno anterior a la proclamación de la República.
"La actriz mexicana María Montoya provocó que la gente saliera en manifestación del teatro". "El teatro estaba lleno y se armó un jaleo tremendo ... ; el teatro, de arriba abajo, se dividió en dos bandos... Podridos y no podridos se insultaban, amenazándose", comenta el escritor. "Al final de la representación Alberti lanzaría el grito, tachado de futurista, escandalizador y provocador, de "¡Viva el exterminio! ¡Muera la podredumbre de la actual escena española!". Aparte de rememorar este episodio (verdaderamente nacional) de su bibliografía dramática en La arboleda perdida, lo suele referir entre amigos: "Coincidía con un momento en que estaba preso todo lo que fue luego el comité político republicano, desde Alcalá Zamora a Fernando de los Ríos y Largo Caballero. A la Montoya se le hizo el día de la última representación un homenaje que contó con las adhesiones de los encarcelados. Unamuno, que entonces estaba bien, porque encendió una vela a Dios y otra al diablo, envió un telegrama y se leyó, mientras la sala entera se ponía en pie".
Las bofetadas a la Xirgu
A diferencia de otros escritores que suelen renegar de sus actrices, Rafael Alberti abre su memoria cordial a todas ellas, de la Montoya a Nuria Espert. Margarita Xirgu. -primera actriz que había de representar, ya en el exilio nuestro autor, El adefesio (1944) y la adaptación de la Numancia (1944) de Cervantes- llevó a la escena Fermín Galán (1931), crónica de la sublevación de los capitanes republicanos Galán y García Hernández en Jaca, en 1930, y su posterior fusilamiento. Fermín Galán es un romance de ciego en 10 episodios, con protagonista idealizado, sátira antimilitarista y situaciones en alguna medida esperpénticas, de fuerte impacto revolucionario y de protesta que no contentaron, evidentemente, a la crítica convencional. "A Margarita Xirgu", cuenta Rafael, "al día siguiente la pegaron una bofetada en el paseo de Coches del Retiro". "Realmente, Margarita fue una mujer muy valiente, audaz e intuitiva. Creía en nosotros de manera muy inspirada, a pesar de que con Fermín Galán la metí en un jaleo muy grande. Cuando al día siguiente del estreno Margarita se fue al Retiro a dar un paseo, como todas las mañanas, se acercó a ella una señora desde un coche de caballos y le dijo: '¿Usted es Margarita Xirgu?'. Y ella: 'Sí'. '¡Por lo de anoche!', y le soltó la señora dos buenas bofetadas., Desde entonces Margarita me lo recordó: 'Mire, Alberti, que por usted me han dado dos bofetadas".
Hasta la adaptación teatral de la novela de Francisco Delicado La lozana andaluza (1963), su dramaturgia permite la clasificación por etapas, como ocurre con su obra poética. Antes de El hombre deshabitado Alberti produce algunas piezas cortas, varias de ellas perdidas, con las que se aproxima al género. La pájara pinta (1925), designada por el autor "guirigay lírico-bufo-bailable", es una muestra donde se recogen rondas de la tradición popular que permite la comparación con el Retablillo de san Cristóbal, de Federico García Lorca.
Los cuadros del Prado
Tras la guerra prepara De un momento a otro (1942), de enorme peso autobiográfico, y Noche de guerra en el Museo del Prado (1956) (donde el autor remite a la evacuación de los cuadros del museo en noviembre de 1936) considerada obra culminante del teatro albertiano por la suma de acción, sonido, parodia y esperpento, que verá el público en el teatro María Guerrero de Madrid en 1978. Lo mismo ocurre con La pájara pinta, cuyo estreno es reciente. Y, aparte de sus obras más propiamente líricas como son El trébol florido (1940) y La gallarda ( 1945), en esa década de los cuarenta aprovecha en El adefesio (1944), de forma sabia y generosa, elementos grotescos y paródicos a partir de la creación de un personaje que encarna la autoridad absoluta, y de unas comadres que llevan la obra al enclave tradicional de mujeres furiosas.
Teatro terrible este albertiano que hoy se recupera, pues le lava los ojos a la historia y se echa un pulso con su tiempo, al que acaba dignificando, hasta el punto de recordarnos el dicho de otro moralista, machadiano de más, que nombró las épocas de plenitud como aquellas en las que los modestos (creo que dijo Cervantes; podría citar a Alberti) no se chupan el dedo.
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