El susto de los precios
LA SUBIDA del 1 % en el índice de precios al consumo de agosto, unida a la registrada en el mes de julio (1,3%), ha situado el indicador oficial de la inflación en un 3,9% desde que comenzó el año, nada menos que un 30% por encima del 3% previsto por el Gobierno para todo 1988. Las repercusiones económicas y sociales de tal incumplimiento de objetivos serán enormes, hasta el punto de que carece de importancia que a estas alturas el Ejecutivo se pudiera marcar como meta un 4% o un 4,5%. Sin embargo, un análisis objetivo de lo sucedido impide recurrir al tremendismo, porque, en el fondo, poco o nada ha cambiado en las tendencias inflacionistas de la economía española.El incumplimiento de los objetivos de inflación supone para el conjunto de los ciudadanos un recorte de su poder adquisitivo real. El consumo privado y otras magnitudes macroeconómicas -desde el comercio exterior hasta la inversión- habrán de ser, por ello, ajustados a la baja o al alza, como se propone hacer el Ejecutivo cuando presente su nuevo cuadro el próximo día 30, junto con el proyecto de Presupuestos del Estado para 1989. Una revisión así, aunque necesaria e impuesta por la realidad, siempre es perniciosa, en la medida en que resta credibilidad al Gobierno a la hora de lograr el consenso de la sociedad en tomo a los objetivos de inflación para el próximo ejercicio. En este sentido, el rebrote de julio y agosto no podía ser más inoportuno, pues todavía está por definir si la concertación social llegará a buen puerto -la propia CEOE intentará esta semana recuperarla-, y a partir de ahora han de discutirse los Presupuestos del Estado para 1989 por el Parlamento.
En todo caso, ni la coyuntura era tan favorable como se nos quería presentar a principios de año ni ahora ha empeorado. El único cambio relevante al respecto consiste en que la inflación subyacente, cuyo enquistamiento en niveles superiores al 5% vienen denunciando los expertos desde finales de 1987, ha aflorado de golpe durante los dos últimos meses en el IPC. En efecto, la única causa del nuevo susto dado por el IPC - 1,3 % de subida en julio y 1 % en agostoha procedido nuevamente de los productos alimenticios no elaborados, que apenas suponen una sexta parte de todo el PC. Éstos se encarecieron un 6,4% en julio y han vuelto a subir un 5 % en agosto, neutralizando sus fuertes descensos de meses anteriores. Sin alimentación, que pondera un 33% en el IPC, el indicador oficial de la inflación mostraría en estos momentos una tasa de aumento anual del 5,4%, dos décimas inferior al 5,6% alcanzado en agosto. Los alimentos han pasado, en dos meses, de mayor freno de la inflación a principal acelerador.
Lo más paradójico de los datos del IPC de agosto es que, pese a situar la inflación anual o subida de precios de los 12 últimos meses en el 5,6% -casi dos puntos por encima que la pasada primavera-, revelan que las tendencias inflacionistas medidas por la inflación subyacente (sin energía ni productos alimenticios no elaborados) han bajado desde el 5,3% de julio al 5,2% del último mes, debido principalmente al comportan-fiento moderado de los productos industriales.
El nuevo anuncio de que se aumentarán las importaciones de choque de frutas y carnes no parece que vaya a tener gran virtualidad, pues el problema será encontrar en otros países precios más bajos que los españoles para estos productos. Esta esperanzá en la eficacia de medidas drásticas, después de haber descartado en meses anteriores la posibibilidad de adoptarlas, revela la ingenuidad del Gobierno. La idea de que todo lo que sube ha de bajar, o a la inversa, funciona en economía mejor que en otros ámbitos, pero esas realidades sólo tienden a confirmarse en el largo plazo. Y la sabiduría popular dispone de una medicina: a largo plazo, todos calvos. En cualquier caso, el que en los próximos meses bajen los alimentos no elaborados y esto reduzca la tasa anual del IPC no servirá para devolver poder adquisitivo a quienes en verano han pagado precios tan altos por una irresponsabilidad y una falta de previsión evidentes.
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