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Tribuna:EL FUTURO DEL COMUNISMO
Tribuna
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El remedio debe venir de abajo

El reformismo económico soviético no puede prorrogar la liberalización política

K. S. Karol confiesa en este artículo haber creído estar en una reunión de la oposición cuando asistió recientemente a un debate celebrado en el Instituto de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS, donde destacados intelectuales hicieron oír su voz para denunciar el mal funcionamiento de la economía soviética. Afirma que se ha quedado impresionado por la irritación social existente hoy en el país al escuchar las preguntas formuladas por telespectadores a dirigentes invitados a un programa de televisión: "¿Cuánto gana usted?", "¿qué regalos le han hecho con motivo de la conferencia?". El autor indica que, según uno de los principales economistas de la URSS, hay necesidad de que el Gobierno sea capaz de recuperar el poder económico, monopolizado todavía por quienes mantienen la penuria y obtienen beneficios. Gorbachov ha colocado la democracia en el corazón de su programa. El remedio debe venir del pueblo, a quien el nuevo líder ofrece una ocasión para decidir su destino.

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"Deploráis la ausencia en nuestros trabajadores de un sentimiento de propietario (jozain) dentro de su empresa. En efecto, no lo tienen, y con razón: su puesto no es el de un jozain. Uno creería estar en una reunión de opositores que cantan sus cuatro verdades a los dirigentes del país. Error. Nos encontramos en el muy prestigioso Instituto de Economía de la Academia de Ciencias, y los que intervienen son profesores, bien académicos o bien redactores de revistas económicas. Discuten con su director, Leonid Albakin, alto y delgado, que se coloca las gafas visiblemente nervioso. Éste sabe, no obstante, que la economía soviética va mal, y lo ha dicho él mismo en la conferencia nacional del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en el Kremlin. A Mijail Gorbachov no le gustó mucho su análisis crítico. Pero los colaboradores de Albakin, evidentemente, piensan que la situación es tan grave que hay que hacer sonar la alarma.En el silencio de la sala resuenan frases graves: "La reforma no puede funcionar en el cuadro de la penuria", "la gente lleva una vida animal, buscando permanentemente algo con que alimentarse", "desde octubre pasado están aumentando los precios al por mayor y las consecuencias serán fatales. Hasta 1967 no teníamos prácticamente penuria. Fue el alza de precios de aquella época la que generó, dos años más tarde, una penuria insoportable", "nuestros planificadores no saben nada de precios por la sencilla razón de que jamás han tenido una teoría de precios", "no puede haber una plena compensación a un aumento de precios, y vale más no prometerla a los trabajadores". El último orador introduce una nota de humor al contar la historia de la central hidráulica de Kajova. Se construyó olvidando que el agua amenazaba con filtrarse en las minas de carbón próximas. Actualmente la corriente producida por esta central no sirve más que para alimentar las bombas que impiden la inundación de las minas.De ahora en adelante, si he comprendido bien, los candidatos a las elecciones del PCUS podrán, pues, presentar diferentes plataformas y continuar defendiéndolas, cualquiera que sea el resultado del voto. Los razonamientos de Albakin lo sugieren sin ambigüedades y no han sido seguidos de una rectificación del Comité Central afirmando lo contrario. "La unidad del partido es una ficción", asegura por lo demás uno de los oradores.Nuevas costumbres

La nota positiva de la reunión se refiere en cualquier caso a la reforma política y no a la de la economía. En este sector no se percibe ninguna mejoría, incluso en Moscú, mejor aprovisionada que otras ciudades. La especulación, subproducto obligatorio de la penuria, se extiende más todavía que en septiembre de 1987, cuando estuve la última vez en la URSS. Por primera vez un conductor de Inturist me ha pedido cinco dólares por una carrera que no pasaba de un kilómetro. Creí que se trataba de un despiste, porque un soviético no tiene derecho a tener divisas extranjeras. Pero él repitió: "cinco dólares", precisando que por cinco rublos no se molestaba. Las prostitutas delante de mi hotel se han multiplicado como hongos después de la lluvia y disponen para sus eventuales clientes de un parque de taxis que hacen sonar el claxon en medio de la noche ante las mismas narices de los indiferentes policías. Por otra parte, los precios de los restaurantes privados o cooperativos me han parecido realmente exorbitantes, y no me extraña que los moscovitas, en lugar de complacerse por su aparición, los acusen de robo legal.

¿Debe la URSS recorrer el mismo camino que Polonia para conocer la crisis social, o que Hungría para tener al 18% de su población (según estadísticas oficiales) por debajo del nivel de pobreza? Un delegado de la conferencia nacional del PCUS afirmaba que cada uno debe aprender a sacar lecciones de sus errores. Pero esto vale también para los errores de los vecinos. Desgraciadamente, aquí se tiende a verlos -sobre todo a Hungría- como un modelo. La acogida triunfal dispensada en Moscú al nuevo líder húngaro, Grosz, fue significativa desde este punto de vista. Es verdad que en Budapest no hay colas delante de las tiendas, como en Moscú. Pero ¿no se puede obtener el mismo resultado evitando el enorme coste social de la reforma húngara?

Me ha chocado también, escuchando en la televisión soviética las preguntas de los telespectadores, su agresividad respecto de las personalidades llamadas a responder; agresividad reveladora de una irritación social: "¿cuánto gana usted"?; "¿qué regalos le han hecho con motivo de la conferencia?", etcétera. Los delegados respondían que esta vez no habían recibido regalos. Pero era evidente que no se les creía, y se volvía todavía con más desconfianza a la cuestión del dinero que va a determinados bolsillos y no a los de las personas honradas.Respuesta sinceraEn la víspera de mi regreso a París transmití a uno de los principales economistas soviéticos -del que se dice que está muy próximo al secretario general- estas preguntas personales, y el debate en el instituto de Leonid Albakin, tan áspero como falto de propuestas originales. Su repuesta es a la vez muy polémica y extremadamente sincera. Me reprocha conceder importancia a hechos secundarios y no ver lo esencial; es decir, la necesidad que tiene el Gobierno de recuperar el poder económico, monopolizado todavía hoy por aquellos que mantienen deliberadamente la penuria y sacan de ella grandes beneficios privados. El Ministerio de Comercio Interior, me dice para darme un ejemplo flagrante, se niega a distribuir con una cierta eficacia los bienes disponibles y prefiere el caos y la desviación de mercancías hacia el mercado negro. No hay forma de hacer que trabaje honestamente, continúa, porque esos poderosos personajes saben comprar a la policía, a los jueces, al fiscal y Dios sabe a quién más. La represión no vale para nada, y no queda más que apoyar la reforma política para permitir a las bases que ejerzan un control sobre el Ejecutivo. La reforma económica, por otra parte, estimularía la competencia y rompería los monopolios existentes en distintos sectores de la economía y del comercio. "Nos enorgullecíamos de haber suprimido la propiedad privada y descubrimos ahora que se ha restablecido a nuestras espaldas bajo una forma pervertida", constata con amargura. Ciertamente, en la URSS, contrariamente a lo que ocurre en los países capitalistas, esta propiedad no es legítima, y la democratización, reforzada por la introducción de un Estado de derecho, es susceptible de infligirle golpes mortales.

Mi interlocutor no está de acuerdo con el discurso de Eltsin, que habló de mafias e hizo un llamamiento demagógico contra los privilegiados. "Esos términos son engañosos, porque el objetivo no es desenmascarar a algunos culpables, sino transformar todo el sistema. La vía de los soviets es la única posible porque permite retomar el problema desde la raíz. Las ramas podridas caerán por sí mismas después".

Gorbachov ha colocado la democracia en el corazón de su programa, dice, después de haber comprobado que desde lo alto de las torres del Kremlin no puede por sí solo desarraigar la anarquía y meter en cintura a un ejército entero de millonarios clandestinos. El remedio debe venir de abajo, de la masa de soviéticos a los que él ofrece una ocasión histórica de decidir su propio destino. Naturalmente, las medidas para mejorar el aprovisionamiento, concluye el economista, no pueden esperar la muy próxima campaña de "rendición de cuentas y de elecciones en el partido" ni, con mayor razón, la batalla por los soviets de 1989. Pero, evidentemente, no será todavía este año cuando se vea el final del túnel.

En la URSS no existe siquiera legislación sobre huelgas, pero éstas estallan cada vez más a menudo, y no solamente en Transcaucasia. Los llamamientos a una movilización política no son seguidos de una forma inmediata y visible, pero tampoco caen siempre en el vacío. Un amigo muy activo dentro de un grupo informal llamado Por el Frente del Pueblo me contó a este propósito una historia muy edificante que tuvo lugar en la ciudad de Kuibychev en vísperas de la conferencia de junio. Algunos activistas consiguieron publicar un pasquín sobre las manipulaciones en la elección de delegados de la ciudad y pudieron pegarlo en la mayoría de las fábricas. Consiguieron el permiso para convocar una concentración de protesta en la plaza Mayor, donde esperaban reunir a 500 o 1.000 personas. El Ayuntamiento pensé que serían aún menos y decidió autorizar, a la misma hora y en la misma plaza, una carrera de motos para que el ruido de las cilindradas impidiera oír los discursos. A la hora H, cuando las fábricas cerraban, convergieron sobre la plaza no 500, sino probablemente unos 30.000 obreros. Los motociclistas no encontraron espacio para hacer su carrera mientras que los discursos de protesta de Kuibychev acabaron por ser conocidos.

Las manifestaciones de Kuibychev, de Onisk, Yaroslav, Sajalin y Odesa, no bastan para probar que la base de la URSS se encuentra ya en estado de alerta. Pero teniendo en cuenta que la cuestión de la reforma política apenas hace un año que se ha planteado, hay que reconocer que las cosas se han movido. Nada permite pensar, pues, que la gran apuesta de Gorbachov carezca de fundamento, incluso si el camino que queda por recorrer parece muy largo.

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