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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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EE UU-URSS: armas y estrategia

Cuando, a principios del pasado año, formando parte de una pequeña delegación, me reuní con el secretario general Mijail Gorbachov, me preguntó por qué me oponía a la fórmula de Reikiavik, partes importantes de la cual están ahora incorporadas en el acuerdo sobre fuerzas nucleares intermedias que el Senado norteamericano está a punto de analizar. Le dije que algunos norte americanos desean acuerdos sin más, independientemente de su contenido, y que otros se oponen a cualquier acuerdo, igualmente sin tener en cuenta el contenido. Yo pertenezco a un tercer grupo, le dije, que desea acuerdos si realmente implican un cambio real.Gorbachov empezó a presionarme para que dijera qué era lo que, en mi opinión, constituía un cambio real, aunque pronto se dio cuenta de que era poco prudente explorar, ante testigos, las alternativas a una fórmula tan prometedora para la estrategia soviética como la, de Reikiavik, y pasé a tratar otros temas.

Este artículo puede servir de sustituto de este abortado debate. Si hubiera tenido la posibilidad o la presencia de ánimo necesaria, podría haber dicho algo así:

Nuevas potencias

Las superpotencias nucleares se centran en sus acuerdos nucleares recíprocos, olvidando aparentemente los nuevos centros de poder que están surgiendo y que, para el siglo próximo, disminuirán, sin duda alguna, el predominio de las superpotencias. Históricamente, tal proceso ha traído siempre consigo años, a veces décadas, de tensiones políticas. Y la historia no deja lugar a dudas: primero, casi todas las guerras han sido causadas por el fracaso en la resolución de cuestiones políticas importantes, no por carreras de armamentos; segundo, la disuasión convencional no suele dar resultado. Desgraciadamente, Reikiavik devaluó la disuasión nuclear al firmarse acuerdos sobre la opción cero en mísiles de alcance medio, y sobre el objetivo totalmente irreal de abolir todas las armas nucleares, con la destrucción de los misiles estratégicos como primer paso. Así pues la resolución de los conflictos políticos se vuelve tanto más urgen te porque es poco probable que puedan contenerse únicamente mediante la disuasión convencional.

El perfil del mundo en el año 2000 es ya evidente: Japón será una potencia militar importante a medida que sus gastos militares formales vayan extendiéndose hacia el 2% de su producto nacional bruto. Las reformas económicas de China aumentarán proporcionalmente su potencial militar y su peso en los asuntos internacionales. India, que ya es el país más poderoso del sur asiático, seguirá creciendo. Europa occidental aumentará su cohesión política, económica y militar, en parte como reacción a su papel de mero observador mientras las dos superpotencias tomaban decisiones sobre su seguridad. Y los países en desarrollo van, sin duda, a aumentar sus presiones para conseguir un papel más importante en asuntos internacionales y en el reparto del bienestar económico.

Jamás se han dado tantos cambios simultáneos. En el pasado, la aparición de un solo centro de poder creaba décadas de agitación, mientras se ajustaba el equilibrio de poder, generalmente mediante la guerra, a la realidad emergente. Si la URSS sigue alimentando todos los conflictos, desde el golfo Pérsico a Angola, desde el sureste asiático a Nicaragua, mediante la venta de armas y servicios de inteligencia y el apoyo político a sus amigos, no podrá evitarse que alguna de estas crisis se descontrole, con consecuencias catastróficas. Una guerra entre EE UU y la URSS apresuraría inevitablemente el relativo declive de ambos países y el cambio del centro de gravedad internacional a otras áreas.

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No sé cómo hubiera reaccionado Gorbachov a tal disquisición. Estoy convencido de que los argumentos basados en el equilibrio de poder hubieran tenido más significado para un dirigente cuya entera carrera se ha desarrollado en el seno del partido comunista, con su énfasis en el papel decisivo del factor objetivo, que las invocaciones sentimentales de las relaciones personales o las invitaciones a conocer las realidades de la vida norteamericana.

Euforia injustificada

La euforia de la visita de Gorbachov puede parecer una especie de escapismo que ha solucionado los síntomas, no las causas. La crisis política subyacente puede de hecho verse acelerada por el gradual deterioro del papel dirigente norteamericano y el peligro de que la Unión Soviética pueda verse tentada por el deseo de paz de Occidente, aunque sólo sea temporalmente, a inclinar el equilibrio global de poder a su favor.

Las negociaciones con la Unión Soviética son importantes y necesarias. La tecnología moderna impulsa a las superpotencias hacia la coexistencia: la personalidad de Gorbachov, junto con las dificultades internas soviéticas, puede ofrecer oportunidades para avanzar hacia este objetivo. Pero el proceso no es automático ni puede basarse en las relaciones personales. Debena reflejar un análisis serio de los intereses a largo plazo, incluyendo los aspectos siguientes:

a) La política de glasnost y perestroika representa un intento de modernizar el Estado soviético. Es una cuestión interna soviética que atañe a las democracias sólo si va acompañada de un cambio en la política exter¡or soviética.

b) Cualquier cambio en política exterior debe reflejarse en negociaciones y cuestiones políticas concretas. Debe afectar a las áreas de tensión y debería, aclarar qué medidas son permisibles y dónde; bajo qué condiciones y dónde pueden enviarse armas y realizar actividades de inteligencia.

c) Las actuales negociaciones sobre control de armas nucleares son demasiado unilaterales. No se debería dar ni un solo paso más hacia el control de las armas nucleares, a menos que se haga depender de medidas que reduzcan el predominio soviético en armamento convencional.

d) Debe prestarse atención inmediata al equilibrio convencional. Poner fin al juego de los números consistente en medir el disuasivo convencional por la igualdad en número de soldados y material. Viola la lección, más elemental de la historia: las victorias no se ganan por números totales, sino por la capacidad de concentrar la fuerza en un punto decisivo. Es esencial tener ideas serias para negociar el control de armas convencionales, un tema bastante abandonado. Si no se resuelve pronto, las próximas conversaciones se convertirán en otra trampa.

e) La mayor prioridad de la política de EE UU debe ser la consecución, junto con sus aliados, de un a definición de intereses vitales, así como determinar que es necesario defender esos intereses y las posiciones negociadoras apropiadas a adoptar con la URSS.

Diseñar tal estrategia es una tarea difícil y sutil, pero alcanzable. Dadas las situaciones económicas relativas de ambos bandos, les debe resultar más fácil a las democracias mantener el equilibrio de poder global que a la URSS trastocarlo. Sería una evasión, por parte de las democracias, dejarse hechizar por la personalidad de un dirigente soviético, por capaz y encantador que éste sea.

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