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El sufrimiento de excavar

Campesinos contra arqueólogos por un yacimiento celtibérico en Cuenca

En la novela El tesoro, de Miguel Delibes, los habitantes de un pueblo montan en cólera ante un grupo de inocentes arqueólogos cuyo trabajo es considerado una invasión. Algo parecido les ha ocurrido a Pilar Mena, Fernando Velasco y Rafael Gras, empeñados en excavar parte de unos terrenos de 45 hectáreas situados en Villas Viejas (Cuenca). Debajo se esconde el tesoro: una ciudad celtibérica cuya muralla exterior circunda unos fértiles terrenos cultivables. Los dueños de las tierras no ven con buenos ojos a los invasores, y, según dicen los arqueólogos, uno de ellos ha llegado a amenazarles de muerte.

"Hemos recibido amenazas", dice Pilar Mena, "como que nos van a pegar dos tiros, o insultos verbales". La arqueóloga cuenta el caso de un dueño que para ganar terreno a la loma bajo la cual se ecuentran las murallas celtibéricas, la allanó "y las ha roto en un kilómetro".Varios arqueólogos han denunciado a otro que aró la tierra, para luego ir con el detector de metales recogiendo frutos en forma d e monedas. Los propietarios no pueden construir edificaciones ni destruir las que son objeto ce estudio; esas son las obligaciones que impone el hecho de estar incoado el expediente para la declaración del yacimiento como monumento nacional, a partir de la ley de Patrimonio Histórico Español, de 1986.

Los arqueólogos recibieron el encargo de la excavación en 1980 por parte del Museo Arqueológico Provincial de Cuenca. Ya entonces se les presentó el problema de los clandestinos, espontáneos aficionados a los tesoros antiguos que armados de detectores de metales depredan los yacimientos acotados por los arqueólogos. Los clandestinos eran pocos hasta 1985, año en que se pusieron de moda los detectores y muchas personas comenzaron a ganarse la vida con esta actividad.

En Villas Viejas, cuya ciudad enterrada se considera un yacimiento clave en la arqueología de la meseta sur, las depredaciones han sido constantes. Llegan los clandestinos, normalmente de noche, realizan sus detecciones, y sacan monedas de plata, de bronce, troqueles, cascos y otros elementos de hasta cuatro siglos antes de Cristo de antigüedad. Un Furtivo arrepentido devolvió objetos y monedas valorados, según esta arqueóloga, en tres millones de pesetas.

De una docena de denuncias por Furtivismo en este yacimiento, formuladas por distintos expertos, se dictó una sentencia condenatoria contra una persona que fue sorprendida in fraganti con el detector. La pena impuesta fue de diez días de arresto menor y el pago de las costas del juicio. Amparo Banqueri, abogada del Instituto de Restauración y Conservación de Bienes Culturales del Ministerio de Cultura, insiste en la necesidad de que en el Código Penal se introduzca un artículo que penalice "específicamente" estas actividades, con lo que los hechos no serían perseguidos en la vía administrativa y en caso de condena las penas serían más elevadas.

Una rareza

Los Fosos de Bayona, que es el nombre con que se conocen las ruinas, tienen la peculiaridad de corresponder a una ciudad celtibérica que apenas debió tener contacto con la romanización, a pesar de estar sólo a seis kilómetros de la romana Segóbriga. Existen distintas teorías que intentan explicar esa rareza, como que la ciudad debió destruirse de manera violenta, un fuego por ejemplo. Algunos arqueólogos identifican esta población con la Segóbriga prerromana, mientras otros defienden que se trata de la legendario Contrebia Cárbica.En 1982 se incoó expediente para la declaración de monumento nacional en el yacimiento. En ese año, Pilar Mena y un equipo de ocho personas lograron una subvención oficial de 200.000 pesetas. Sólo el material les costó 80.000, aparte los viajes y alojamiento. En diciembre, 18 obreros y ocho estudiantes documentaron el foso y parte de la muralla, introduciéndose en los terrenos unos 100 metros cuadrados. El foso fue tapado meses después por los arqueólogos, a petición del dueño que les había dado permiso para excavar, y por razones de seguridad.

La parte de muralla no estaba dentro de los terrenos, y de ahí ÍQ que no fuese cubierta. Al final fueron los propios dueños los que trajeron las excavadoras y lo hicieron, supuestamente para ganar un poco de terreno de cultivo, aunque los arqueólogos sospechan que fue una medida de orgullo para demostrar su fuerza, ya que hasta que la Administración les expropie o les obligue, en su mano está el que sigan los trabajos. Fernando Velasco informa que la junta de Castilla-La Mancha no cuenta todavía con ningún técnico arqueólogo, y que sólo expropiar el yacimiento costaría 30 millones de pesetas, y vallarlo más de cuatro.

Un precio justo

Los dueños de las fincas quieren que Cultura les recompense por los daños que les pueden causar los trabajos arqueológicos, o mejor, que les compre las tierras "a un precio justo". El ayuntamiento de Huete, de donde depende Villas Viejas, les ofreció una permuta de terrenos que no ceptaron, en su opinión por la diferencia de la calidad de las tierras.Uno de los propietarios, Carlos de Cuenca, dice que los arqueólogos llevan años excavando y no han encontrado nada, las monedas por esta zona se sacan en todas partes". De Cuenca parece no creerse que los arqueólogos excaven por amor al arte, porque dice que de ese trabajo se benefician todos menos los dueños de las fincas. Este propietario tiene un juicio pendiente con unos arqueólogos. Fue denunciado por excavar en su propia tierra, aunque él dice que se le adelantaron, ya que la denuncia la hubiese podido presentar él por que los sorprendió "pisando el sembrado". Niega que haya habido ningún tipo de amenazas, y dice "que se les ha tratado con mucha consideración y no he sentido agradecimiento ninguno". "No hay nada, no han en contrado nada", añade con sus picacia; "si hubiese algo estaría en el museo, digo yo". Cultura, por su parte, no ha hecho ninguna oferta y sólo adquirirá los terrenos en caso de urgencia. El gran problema de los arqueólogos es la carencia de medios. Sólo en Cuenca, los yacimientos se acercan a la decena. Mena reconoce, con ese fatalismo que caracteriza a los de su especialidad, que "harían falta muchos millones" para llegar a un acuerdo, y se limita a pedir una mayor voluntad política de la Junta de Castilla-La Mancha, pensando en una situación ideal: ir expropiando poco a poco.

Aparte del enfrentamiento de intereses entre agricultores e investigadores, sobre las ruinas se cierne otra amenaza: la autovía Madrid-Levante, que tiene prevista la construcción de unos carnbios de sentido que ocupanan parte de esa extensa ciudad. La delegación de Cultura ha presentado alegaciones al proyecto de autovía a su paso por Villas Viejas.

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