Talento macho
Se dice mucho que hoy día las gentes no se acuerdan ni quieren acordarse del pasado; que quieren vivir sólo en el presente, y aún me temo que rehúsen también mirar hacia el futuro; que en la sociedad actual se está perdiendo la memoria histórica. Yo bien lo creo; y por eso me parece sano y conveniente que quienes están al tanto recuerden, para refrescársela a los olvidadizos, las efemérides de la vida cultural, tan desamparada siempre, conmemorando, como se hizo el año pasado, el centenario de la publicación de La Regenta, y ahora, en éste, el de Los pazos de Ulloa, dos de entre las grandes novelas españolas que reintegraron al ilustre género literario creado por Cervantes el nivel internacional que después del Siglo de Oro no recuperaría entre nosotros hasta la segunda mitad del XIX.Los autores respectivos de estas dos grandes obras, Leopoldo Alas y Emilia Pardo Bazán, mantuvieron en vida relaciones cimbiantes, en cuyas alternativas influyeron, como parece claro, motivos de índole nada literaria. Clarín había elogiado mucho a, doña Emilia, pero a partir de un momento dado empezó a atacarla con su conocida dureza, y la causa de su inquina no parece haber tenido mucho que ver con la calidad de la obra de la autora, cue mantuvo su alto nivel hasta el final.
Misógina tipificación
Puede sospecharse que, dado el mal concepto que Clarín tenía de las mujeres literatas, debió de molestarle desde el comienzo el talento macho de esta señora, cuya indisputable femineidad la excluía por lo demás de la misógina tipificación que él propuso de las mujeres con proclividades literarias.Mala época le tocó en verdad a nuestra eximia escritora para desarrollar su personalidad de tal. Si alguna mujer sentía la veleidad de escribir, este capricho sólo podía perdonársele cuando los ejercicios de su pluma fuesen comparables a primores de aguja, y aun así eran comentados con soflama, según el propio Clarín documenta en su novela, y según podría testimoniar yo mismo con las bromas majaderas que de niño oía dirigir contra una señora de mi familia que era "muy leída y muy escribida". A doña Emilia nadie hubiera podido tomarla a chacota, pues no sólo tenía gran talento -talento macho-, sine también- mucha energía, mucha fuerza de voluntad.
Malos tiempos fueron los suyos para que una mujer sacara. adelante sus empeños intelectuales. Verdald es que ya en la sociedad burguesa del siglo pasado no sólo se reconocía, frente a viejos prejuicios, que la mujer, sí, tiene alma, sino que hasta se afirmaba que el alma de la mujer es un alma bonita, sin que faltaran filósofos dispuestos a estudiar las diferencias que separan a las almas en razón de su sexo.
Y todavía a la fecha actual sigue habiendo quienes hablan, muy convencidos, de cómo son las mujer-es en contraste con los hombres. por peligrosa que sea o inquietate y dudosa que resulte la conexión que de este modo se postula entre los genitales y el cerebro; dudosa e inquietante, digo, envista de la amplia gama de variedades con que la sexualidad se manifiesta en la especie humana.
De acuerdo con postulaciones tales, y aun concediendo a las mujeres la capacidad de producir literatura, habría en caso tal una literatura masculina y otra femenina; quizá también, ¿por qué no?, una literatura homosexual, o acaso dos. En convenciones de profesores universitarios se la propuesto con seriedad acadérnica estudiarlas por separado. Y me llama la atención observar cómo las feministas radicales concurren con la idea, postulando que ha llegado la hora de que las mujeres declaren su independencia literaria y produzcan por fin una literatura auténticamente femenina. Supongo que de ella quedaría excluida la obra de Pardo Bazán, aquella real hembra con talento macho.
Babelia
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