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Tribuna:EL PAPEL DE VALEDOR ANTE LA COMUNIDAD EUROPEA
Tribuna
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España y la economía latinoamericana

En relación con el viaje de Felipe González a varios países latinoamericanos, el autor pone de relieve el papel de valedor de los intereses latinoamericanos que España desempeña actualmente en la CE, haciendo hincapié en que son precisas acciones específicas españolas para ponerse a la altura de lo que otros países, miembros también de la CE, están haciendo hoy en favor de Latinoamérica.

Cuando, hace una veintena de años, se hacía la valoración de la toma de posición internacional de la economía española se tendía a pensar que, en el momento en que llegáramos a entrar en la Comunidad Europea (CE) -circunstancia que por aquel entonces parecía ciertamente remota por toda una serie de condicionantes políticos-, habría un cierto abandono y marginación de nuestras relaciones con los países latinoamericanos que siglos atrás constituyeron el imperio colonial hispánico.La visita de estos días de Felipe González a varios países latinoamericanos y el contenido econórníco y de montaje de organización que lo enmarcan incitan a pensar que aquellas ideas de hace 20 años tenían poco que ver con lo que ahora está pasando.

La hondura de la crisis

Es bien cierto que el comercio entre Latinoamérica y España no representa, en términos relativos, lo que representara en otras épocas pasadas, y es cierto también que la hondura de la crisis económica en la que está viviendo la mayoría de los países latinoamericanos ha hecho declinar de forma notable las posibilidades de una relación de mayor enjundia y alcance con la España actual.Sin embargo, no es menos cierto que la diplomacia económica española se está esforzando por reconducir el contenido de las relaciones, tratando de dar un contenido específico a lo que en otras épocas fuera un mero sermón grandilocuente y carente, las más de las veces, de contenido operativo.

Esta reconducción actual arranca de la declaración común de intenciones en favor de Latinoamérica, que quedó inscrita como aneja al tratado de adhesión de España y Portugal a la CE, y de la declaración unilateral española en la firma de dicho tratado, en la que se ponía de manifiesto la necesidad de evitar que la tercera ampliación de la Comunidad por ingreso de España y Portugal en ella tuviera efectos negativos y generara perturbaciones sobre la economía de los países latinoamericanos.

Sería ingenuo pretender que tales declaraciones han servido para cambiar lo que había venido siendo la actitud de la CE, más ocupada, ciertamente, en mejorar la suerte de algunos países africanos o asiáticos muy subdesarrollados que la de los países latinoamericanos en situación, justo es reconocerlo, bastante más desahogada.

Pese a que la Europa comunitaria no puede olvidar la responsabilidad que su pasado colonial supone respecto a sus países actualmente asociados -lo que en la jerga comunitaria se denominan los países ACP, por uso de las siglas de las tres zonas en que se agrupan tales países (África, Caribe y Pacífico)-, parece cierto que el impulso hispano-luso a la política comunitaria hacia Latinoaméríca está tomando un nuevo aire, de acuerdo con el espíritu que se respiró en la reunión de Punta del Este de 1986 y del contenido de las nuevas orientaciones en las relaciones con Latinoamérica que el Consejo de la Comunidad y los representantes de los países miembros definieron el pasado 22 de junio sobre las pautas que ya habían empezado a definirse por el Consejo Comunitario de Representantes Permanentes celebrado en La Haya un año atrás.

El hecho de habernos constituido en valedores de los problemas de América Latina en las instancias comunitarias es, sin duda, un aspecto importante de lo que podemos hacer por los países en desarrollo del Nuevo Mundo como países participantes, ahora, en los procesos de adopción de las decisiones comunitarias.

Lo cierto es, empero, que la escasez de presupuesto por la que atraviesa la Comunidad motiva que la acción comunitaria global sea menor que la que de forma individualizada practican algunos de los países miembros del Club de Bruselas respecto a todos o algunos de los países latinoamericanos.

Es cierto -¡cómo no!-, en este contexto, que nuestra fuerza en América -razones sentimentales e históricas al margen- es relativa, pues no puede olvidarse que España supone solamente el 11,9% de las exportaciones comunitarias a Latinoamérica y el 14,5% de las importaciones comunitarias procedentes de dicha zona.

La vocación

Estas cifras ponen de manifiesto que otros países de la Comunidad tienen mayor peso que España en cuanto a comercio y economía se refiere, aunque ponen de manifiesto también que la vocación latinoamericana de España es muy marcada, pues no hay que olvidar que España solamente supone, en términos globales, el 3,7% de las exportaciones de la CE actual y el 4,4% de sus importaciones, lo cual está muy por debajo de las cifras antes mencionadas respecto a nuestra particípación en el tráfico comunitario con Latinoamérica.El problema está, sin embargo, a partir de aquí, no tanto en la función de valedores de Latinoamérica frente a la CE que estamos desarrollando, sino en los gestos individuales que podamos ir haciendo respecto a los países latinoamericanos con mayores problemas económicos.

Algunos de los países de la CE -quizá, ciertamente, con mayores posibilidades y nivel que España- están haciendo gestos de condonación de deudas y esfuerzos de canalización de inversiones privadas -en base a la capitalización de la deuda externa- que van a hacer aumentar su peso específico y su influencia en Latinoamérica.

España no puede, por ello, quedar atrás de este movimiento, y debe completar su acción comunitaria en una acción individual hacia la zona latinoamérica si quiere mantener la posición de valedor latinoamericano respecto a la Comunidad Europea que en estos últimos años venimos ejerciendo.

Francesc Granell es catedrático de Organización Económica Internacional en la universidad de Barcelona.

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