_
_
_
_
Tribuna:LA NUEVA DISTENSIÓN
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El fin de un chantaje

¿Será útil a Gorbachov, en el plano interno, el acuerdo conseguido con Reagan sobre los cohetes de medio alcance? Será útil seguramente a su política el reforzamiento de su propuesta, porque puede ahora decir a sus conciudadanos y al mundo: "Ved que si existe una voluntad es posible un acuerdo sobre el desarme. Ha sido posible en el tablero más delicado, Europa, y, por tanto, lo será también, si continuamos queriéndolo, en el plano de un desarme nuclear total". Y añade: "Para este desarme nuclear total es por lo que yo trabajo". Su línea, por tanto, ha resultado no solamente exacta, sino triunfante.Y las consecuencias son de una enorme amplitud: más allá de Europa se ha discutido también el abandono de los experimentos nucleares, que significa el vaciamiento de la Iniciativa de Defensa Estratégica. Por esto es por lo que Reagan ha debido lanzarla de nuevo como un fuego de artificio, aun sabiendo que se iba a enfrentar con el Senado y el Congreso, para satisfacer a sus halcones, y se ha abierto la discusión sobre los cohetes intercontinentales.

Es una nueva perspectiva histórica para quien persiga la hipótesis de que es hoy solamente bajo el plano de la negociación donde la competición entre las dos superpotencias puede ser jugada y vencida, afirmación que los soviéticos han hecho desde 1956, con Jruschov, pero que no se ha practicado siempre. Bien por las revueltas internas de su bloque, bien porque los halcones, occidentales han desarrollado hasta ayer la función de una cobertura para una política que -se decía en Moscú- habría querido ser de desarme, pero que no podía serlo por culpa de los enemigos de la seguridad de la Unión Soviética.

Gorbachov ha invertido el razonamiento: cualquier política de desarme refuerza la seguridad de la URSS. Y no sólo sobre el "plano militar" -como va diciendo algún, europeísta un poco démodé, como si la Unión Soviética hubiera querido alguna vez conquistar militarmente Europa, cuando no puede ni siquiera entrar en Polonia ni aguantar en Afganistán-, sino sobre un plano político, una alternativa de desarme debilita el sistema interno político-militar que funciona en Europa como supergobierno, constituido por el aparato bélico integrado de la Alianza Atlántica. No solamente el bloque del Este ha conocido la "soberanía limitada", sino que también nosotros, países occidentales, la hemos aceptado y beneficiado de ella.

Soberanía limitada

Con este acuerdo, la soberanía limitada de Europa recibe un duro golpe. Europa ve que la obsequian con el fin de un chantaje: ya no podrá seguir haciendo el oficio de teatro de una guerra interpuesta entre las dos grandes potencias. Aumenta así su autonomía sustancial: también esto era un objetivo de Gorbachov, un segmento de su línea estratégica. Esto debilita la función de Estados Unidos como cerebro de un sistema militar total del llamado mundo libre. Realmente, el presidente Reagan ha llegado a este punto con fatiga y no sin evidentes oscilaciones: ahora debe explicar a sus compatriotas por qué ha aceptado pactar con quien hasta ayer definía como "el imperio del mal". Pero era la única manera de salvar su imagen después de la catástrofe del Irangate y tenía poco tiempo por delante: dentro de un año serán las elecciones. El viejo actor es lo suficientemente inteligente como para saber que la carta que tiene que jugar para pasar de una manera no completamente indigna a la historia no es el coronel North, sino Edvard Shevardnadze.

Por tanto, la línea de Gorbachov paga. Y si paga tendría que reforzar su posición en el interior de la Unión Soviética. Esto se lo debemos desear, pero es difícil afirmar que con toda seguridad será así. También en Moscú existen los halcones, y, como en Washington, representan no sólo ideologías, sino intereses concretos. Se ha observado que en la época de Breznev el poder del ejército ha aumentado dentro del sistema soviético: algunos teóricos occidentales, como Castoriadis, han llegado a afirmar que la Unión Soviética era un Estado esencialmente militar. Evidentemente, esto no es cierto: si lo fuera, un Mijail Gorbachov no habría podido imponer un principio de desarme que disminuye el poder militar en funciones y en medios (inversiones militares). El Ejército soviético ha aceptado o sufrido una línea que lo redimensiona, porque desplaza también los equilibrios del bloque del Este a un terreno esencialmente económico-político. La mayor autonomía de Europa occidental, una vez abolida la amenaza de los cohetes de alcance medio, se transforma también -se quiera o no- en una mayor autonomía para los países del Este. Se reabre todo el problema de las alianzas europeas. Esta transferencia del acento a la economía y a la política, respecto al ejército y a sus gastos militares, lleva consigo una idea de la seguridad que encuentra ciertamente adversarios en la Union Soviética. Cuántos son y cuánto pesan, no estamos en condiciones de decirlo. La Prensa occidental ha destacado mucho algunas cartas contra Gorbachov que aparecieron en Pravda y en Izvestia, cartas sobre todo de viejos militantes que no ven con alegría que se ponga en discusión un pasado durísimo, pero que ha constituido el sentido de su vida. No es de aquí de donde viene el peligro. ¿Puede venir de un hombre como Ligachev, que, mientras que Gorbachov exalta sus éxitos internacionales, escribe un artículo conservador en el plano histórico? Me parece difícil. Un jefe no cae por el juicio que hace sobre la historia pasada, sino por sus derrotas en el presente.

Y que, en el presente, Gorbachov no haya sido derrotado indica un punto importante a su favor. Ni siquiera los halcones soviéticos osarán decir que la destrucción de los cohetes europeos es un mal: la paz ha estado siempre, si no en sus corazones, al menos en sus bocas.

Y si ellos perderán una parte de su peso, los responsables de la economía verán, por su lado, con alivio pasar a su catastrófico sector recursos e inversiones que estaban destinados al ejército. Ni la opinión pública, en la medida en que puede expresarse en la Unión Soviética, aparece favorable a las armas: falta completamente el espíritu belicista de masas.

Gorbachov trabaja y busca sus aliados en la reconstrucción económica, en un mayor bienestar, en una disminución de los poderes del aparato represivo del Estado: ciertamente, en este giro serán perdedoras las más viejas incrustaciones del poder burocrático-militar. Pero ¿no lo eran ya en la época de Breznev, por el estado de parálisis y corrupción al cual habían llevado al país?

Frente a ellos, Gorbachov hoy es el más fuerte, y más cada día que pasa, demostrando que la URSS puede vivir no como una "fortaleza asediada", sino como una potencia mundial con capacidad para poderse frenar.

Traducción: Javier Mateos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_