Miseria
El congreso de intelectuales celebrado la pasada semana en Valencia levantó mucha polvareda. Una de las polémicas se condensó en un artículo de Jorge Semprún publicado en este periódico el pasado sábado. Una amplia referencia de Semprún al profesor Aznar, coautor de un libro sobre el Congreso de Intelectuales Antifascistas cuyo cincuentenario se conmemoraba, tiene aquí su réplica.
Agradezco a Jorge Semprún la transparencia con la que, en su artículo Intelectuales de pasillo y de paseo, revela su miseria humana, intelectual y moral. Me refiero a esa indigna infamia que escribe contra mí como ejemplo de intelectual de paseo: "Quiero decir que es de los que te dan el paseo, como se decía en 1937, en cuanto te descuides, pierdas la línea del pensamiento correcto o les pierdas la cara". Al margen de supuestas intenciones metafóricas, se me acusa literalmente de ser un asesino, de fusilar cobardemente, de dar tiros en la nuca. He sentido indignación moral, asco y repulsión intelectual ante esta grave acusación que muchas amistades me han animado a llevar ante los tribunales. En cualquier caso, debo agradecerle al señor Semprún que él solito se haya desacreditado al utilizar contra mí la infamia, un argumento intelectualmente miserable. El ex comunista Jorge Semprún no necesita presentación, pero en mi caso debo aclararle al lector que no milito en ningún partido político, aunque asumo el marxismo no como dogma, sino como método de interpretación de una realidad que no he renunciado a intentar transformar colectivamente.Escribo, por consiguiente, desde la independencia crítica, aunque desde convicciones políticas comunistas y desde convicciones ideológicas marxistas muy distintas a las del señor Semprún, al que, al parecer, le ha irritado alguna página de mi libro Literatura española y antifascismo (1927-1939), editado por la Consejería de Cultura, Educación y Ciencia de la Generalitat valenciana. Pues bien, Semprún escribe en relación con este libro: "Y Manuel Aznar ha aprovechado la ocasión y los millones de la Generalitat valenciana para descargar su bilis en un epílogo y en alguna nota a pie de página". Vayamos por partes y empecemos por el epílogo.
Valoración
Al publicarse mi estudio ahora, nueve años después de su primera edición, me sentí' obligado a añadir en dicho epílogo una valoración personal de la transición democrática, de la política desarrollada por el Gobierno del PSOE desde 1982 y, en concreto, de su política cultural. Es una lástima que no pueda, en el espacio de que ahora dispongo, transcribir ese breve epílogo de cinco páginas para que el lector pudiera juzgar por sí mismo con pleno conocimiento de causa y no a través de una cita fragmentaria. Semprún, desde una actitud de prepotencia, muy evidente cuan do se refiere a mí como "el pobre Aznar", habla de "los millones de la Generalitat, que en todo caso son los millones de los con tribuyentes valencianos, administrados por la Generalitat de todos los valencianos. Le confesaré al señor Semprún que no acabo de entender su millonaria alusión: ¿se referirá a que esos millones son de la Generalitat gobernada por el PSOE y a que le indigna que con ese dinero alguien se permita criticar la política del partido gubernamental? ¿O creerá el señor Semprún que un contrato con una institución oficial implica la domesticación crítica del intelectual y que, en mi caso, he sido un ingrato traidor? Pasemos a las dos notas en que aludo al señor Semprún. Como quiera que él sólo comenta la nota 456 de mi libro, me veo obligado a mencionar la existencia de una nota 600, incluida en ese epílogo que tanta irritación le ha causado y en donde cito un texto suyo del prólogo a El niño, de Jules Vallès, titulado 'Literatura y revolución', que valoro como ejemplo de escepticismo histórico acomodaticio. Y a continuación me refiero a esa mal llamada novela Autobiografía de Federico Sánchez, inserta, a mi modo de ver, en una tradición literaria anticomunista de viejos estalinistas que pretenden así expiar antiguos pecados y liberar sus demonios interiores, libro cuya popularidad se explicaba en 1977, año de su aparición, por motivos políticos y no precisamente por su calidad literaria, como el tiempo ha venido a demostrar. Me he referido a esta nota que Semprún silencia por que tengo la ligera sospecha de que no le debe haber gustado de masiado y puede haber contribuido a su explosión injuriosa y desmesurada contra mí. La nota a la que él se refiere se encuentra en el contexto en que comento la exclusión de Gide en 1937 en es tos términos: "El II congreso tuvo, desde luego, sus miserias, y la exclusión de Gide fue sin duda una de ellas, que no hay que minimizar, pero tampoco interesadamente magnificar. Reducir toda su significación histórica, 50 años después, a ser una expresión demoniaca del perverso sectarismo estalinista sería tanto cometer una bárbara y poco inteligente simplificación -acaso movida por intereses intercomunistas- cuanto incurrir en otra miseria más: la de negar la grandeza antifascista -política, moral y cultural- que para la República española, en guerra contra el fascismo internacional, supuso su celebración en la España leal aquel mes de julio de 1937". Semprún se obstina en ser miserable no ya conmigo, sino también con aquel II congreso, y por esto último sí que no paso. Desde la autoridad moral que me con fiere el haber acopiado -los materiales y reflexionado críticamente sobre la significación de este II congreso, valoré como testimonio de un anticomunismo simplificador un texto escrito por Semprún sobre Malraux y publicado en la revista mexicana Vuelta, dirigida por Paz, que comento en dicha nota con estas palabras: "Jorge Semprún, miembro del comité organizador del congreso de 1987, utiliza a Malraux para su propia reflexión crítica sobre el congreso de 1937, y, tras acusarle de haber tomado partido, 'el del antifascismo estalinista, el de la cofradía del Partido Comunista', añade: 'Malraux no podía ignorar los arrestos de los dirigentes del POUM; la desaparición de Andrés Nin, que morirá a causa de la tortura; la represión que se despliega y que es obra de los servicios especiales de la República española, controlados por los consejeros soviéticos. Pero no dirá nada, y el congreso en conjunto guardará silencio en relación con el problema, ocupado como está en difamar a André Gide y su Retorno a la URSS".
En esta misma nota señalaba a continuación que, de acuerdo con el Manifiesto de este congreso de 1987, que acertadamente, según sus organizadores, no pretendía "una mera conmemoración, una ceremonia de la memoria autosatisfecha. Lo que nos interesa, 50 años después, a la luz de la experiencia histórica, es una reflexión crítica", yo temía que juicios simplificadores como éste de Semprún desvirtuaran la significación de aquel II congreso: "El congreso de l987", escribí, "de la misma manera que el de 1937 fue un congreso de escritores antifascistas, en nombre de una saludable reflexión crítica, puede convertirse a este paso simplificador en un congreso de escritores antiestalinistas, anticomunistas y antimarxistas". Pues bien, el señor Semprún se obstinó, como moderador de la mesa sobre El intelectual y la memoria, en desmemoriar la grandeza antifascista de aquel II congreso y dejó caer al inicio de su presentación el nombre de Andrés Nin como una velada acusación de complicidad con su asesinato que atenta contra la dignidad de aquellos escritores de 1937. El problema no es la condena del estalinismo, sino la simplificadora actitud anticomunista, visceral y patológica, desde la que usted, señor Semprún, le condena. Estoy convencido de que no hay anticomunismo más fanático y despreciable intelectualmente que el de una mala conciencia ex comunista como la de usted. Siga así, que Reagan y los suyos se lo premiarán.
Por último, me causa hilaridad su abyecta acusación siguiente: "Y es que el mero hecho de haberse dicho, en la convocatoria del congreso de 1987, que 'lo que nos interesa, 50 años después, a la luz de la experiencia histórica, es una reflexión crítica' provoca la ira de Aznar. Reflexionar sobre el pasado, y más aún, hacerlo críticamente, le parece, sin duda, el colmo de la osadía, de la arrogancia espiritual". Le diré, señor Semprún, que lo que provoca no mi ira, sino mi desprecio, es su capacidad de infamia y, repito, su miseria humana, intelectual y moral. Felicidades por haber logrado, con su crispada interpretación de uno de los papeles estelares de este congreso, que los temores anticomunistas sobre los que alertaba en mi nota se hayan visto clamorosamente confirmados.
Y ahora, tras el esfuerzo agotador de una semana de intensa cruzada anticomunista, semana que rubrica ahora con una infamia impresa, puede usted descansar merecidamente. Le recomiendo que se relaje y que pasee tranquilamente, libre de fantasmas históricos y de imaginarios paseos, por esta hermosa ciudad en la que nací, Valencia, esta ciudad azul que el jueves por la mafiana nos dio un aviso de bomba justo en la sesión en que, presidida por Joan Fuster, iba a leerse en lengua catalana una ponencia colectiva de intelectuales valencianos, uno de cuyos seis redactores era "el pobre Aznar". Pasee tranquilo, señor Semprún, que esa amenaza de bomba, lo siento, no procedía de ningún agente carrillista contra usted, ni de ningún castrista contra, por ejemplo, Paz. Esa amenaza de bomba, según EL PAÍS, procedía de la extrema derecha azul de esta ciudad por la que le invito relajadamente a pasear esta tarde de sábado en la que escribo. Pasee, y por mi parte sólo quiero añadir: señor Semprún, váyase a paseo.
es profesor de Literatura Española en la universidad Autónoma de Barcelona.
Babelia
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