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Tribuna:UNA NARRATIVA MARGINADA
Tribuna
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Miguel de Cervantes y la literatura paraguaya

Por lo pronto, Paraguay es en la América hispánica el único país totalmente bilingüe. El habla derivada de la lengua indígena y guaraní (el llamado guaraní-paraguayo) es por excelencia el vehículo de comunicación nacional y popular. Esta lengua de naturaleza oral, puesto que el guaraní indígena no llegó al estadio de la escritura, sigue teniendo un neto predominio de uso, sobre todo en el área rural, frente al castellano, que predomina en los centros urbanos.Desde el ángulo sociolingüístico, además, existe otra peculiaridad restrictiva: la lucha dé más de cuatro siglos entre estos dos universos lingüísticos en contacto y en fricción ha producido entre ellos un fenómeno de mutua invasión, no sólo léxica, sino también sintáctica y semántica.

Esta interpenetración erosiva, deformante -puesto que no han 'logrado integrarse ni complementarse en la expresión del proceso de la vida y la cultura paraguaya-, ha producido el fenómeno, también recíproco, de la castellanización del guaraní y de la guaranización del castellano.

Esta erosión recíproca no supone, sin embargo, una deformación dialectal, sino una adaptación de sus papeles de comunicación en una situación sóciolingüística que en forma aproximativa podríamos denominar de disglosia: situación en la que una sociedad muy compacta y homogénea es, sin embargo, bilingüe, es decir, posee dos lenguas, dos universos culturales y lingüísticos, pero no el dominio igual de ellas.

Fricción de dos lenguas: una lengua dominante, llamada por los lingüistas la variedad alta pero a su vez dominada culturalmente: el castellano-paraguayo, y, por otra parte, el guaraní-paraguayo, la lengua de variedad baja, de comunicación popular y nacional.

El castellano-paraguayo como lengua de fricción, variante del castellano normalizado en Latinoamérica, sufre en progresión creciente el influjo semántico, sintáctico y pragmático del guaraní-paraguayo. Esta lengua de polisíntesis ha quebrado prácticamente la flexibilidad del famoso hipérbaton del castellano, pero ha sufrido, en cambio, la creciente invasión lexical de los hispanismos.

Por todas estas razones y muchas más que sería largo enumerar, la presencia de la lengua cervantina ha quedado ausente en la evolución de la literatura paraguaya. La sociedad indígena y la sociedad nacional presentan modos y grados de complejidad estructural diferente. En el fondo, sin embargo, no se pueden descartar ciertas analogías que las emparentan en un mismo trágico destino.

Bartomeu Meliá, etnólogo y lirígüista de origen canario, comenta este hecho de la siguiente m anera: "La aplicación de las perspectivas y conceptos de la antropología al proceso total de América Latina pone de relieve las características del drama, que aparece como un proceso de desarrollo incompleto y que ha producido probablemente las sociedades más profundamente fragmentadas y desintegradas del mundo".

Meliá cita a este respecto el libro The human condition in Latin America, de los antropólogos norteamericanos Wolf y Hansen, que sostienen la misma tesis.

"El contacto frecuente", continúa Meliá, "con parcialidades guaraníes del Paraguay oriental no sólo me ha enfrentado con su estado de desintegración y agonía, sino que poco a poco me ha llevado a considerar el proceso y destino del pueblo paraguayo de una manera angustiada, ya que este proceso presenta analogías y semejanzas alarmantes con la muerte y el fin de la cultura de los guaranles

Sobre este fondo sombrío de dos colectividades que integran un país, pero que se rechazan mutuamente, pese a enfrentar el mismo drama de desintegración cultural, la suerte de la colectividad indígena es, desde luego, la más castigada.

Acabamiento definitivo

A pesar también de que para los portadores de la palabra primigenia el porvenir no cuenta ya sino como acabamiento definitivo, acorraladas y acosadas de sus mismos fundamentos culturales, materiales y biológicos, perdura en ellas la radiación de sus núcleos indisolubles, la originalidad y unidad de una cosmovisión identificada aún con sus costumbres y sus ritos, con sus modos de ser y de vivir.

Su lenguaje se convierte entonces en un lenguaje sagrado en un lenguaje que expresa la voluntad de alcanzar un más allá de la muerte, de sobrevivir a ese porvenir que sólo puede antici parse para ellos bajo la forma de un peligro absoluto.

Este lenguaje cosmogónico, estructurado en símbolos y en mitos, desborda el tiempo. Entrafia constelaciones míticas en las cuales el sentido de la permanencia funciona no como una vuelta regresiva al pasado, sino como una totalidad del tiempo y la memoria que elas colectividades primordiales experimentan de acuerdo con su propia visión del mundo y del cosmos.

Esta coherencia del tiempo en la memoria colectiva de la cultura indígena ha sido quebrada de pronto -tal vez desde hace siglos- por la irrupción de su fin último, de ese porveni r que se da para su componente, no como el horizonte mítico de una sobrevivencia posible, sino como la forma de ese peligro absoluto que ya no es la muerte, sino algo mucho peor: la imposibilidad de llegar al mito de la utopía final, la tierra-sin-mal o yvy marane'y de los guaraníes.

Esta plenitud, esta unidad y originalidad de los cantos y mitos indígenas -que sobreviven y resisten con su esplendor secreto en las traducciones y versiones de los recopiladores, que resisten y sobreviven aún en la escritura negadora de la oralidad- prueban una de las tesis de la ciencia lingüística: la de que no hay una lengua inferior a otra.

Prueban, sobre todo, que la calidad y profundidad de los textos, sean orales e incluso en las necesariamente deficientes traduccíones o transcripciones de los etnólogos, provienen de la coherencia de una cultura que sólo pervive en la lengua; que responde a una manera genuina de ver y sentir el mundo primordial, la vida, la naturaleza, pese a la sombra creciente de ese peligro absoluto; lengua y cultura que responden, en suma, a una auténtica cosmovisión, como sucede en el caso de las culturas vernáculas. Lo oral se genera y recrea a sí mismo sin cesar sobre módulos genuinos, no desarticulados todavía. Lo escrito, en cambio, en lengua culta, en sociedades dependientes y atrasadas como las nuestras, distorsiona y artificializa las modulaciones del genio colectivo; sobre todo en países como Paraguay, en cuya cultura desequilibrada se agudizan al máximo los conflictos ya descritos.

Esta situación ha exacerbado los efectos de la conflictiva fricción entre la lengua culta y la lengua oral y popular en el contexto del fenómeno disglósico. Tal escisión determina el hecho de alienación cultural más peligroso que puede sufrir una colectividad en la base misma de su cultura, que es la lengua. Tales interferencias obstruyen y desarticulan aún más las posibilidades de expresión y comunicación en el ámbito de la sociedad nacional.

He aquí tal vez la explicación de por qué los mitos y poemas indígenas, incluso el vasto réquiem que se eleva hoy de las culturas condenadas, resaltan sobre todo lo escrito en la literatura paraguaya, y es acaso una de las razones por las cuales esta literatura, principalmente en el género narrativo, no ha podido estructurarse aún como un sistema coherente. Es aquí donde la realimentación de la cultura paraguaya en sus manifestaciones literarias requiere la recuperación del castellano normalizado en la escritura y la presencia de ese otro hemisferio de su cultura, la que se da en los módulos orales del guaraní.

De este equilibrio de la cultura hispano-guaraní es de donde ha de surgir la literatura paraguaya del futuro, que tiene en la obra cervantina -como la literatura latinoamericana en su conjunto- su máximo paradigma.

, escritor paraguayo de nacionalidad española, es autor de Yo, el supremo.

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