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13 AÑOS DE DICTADURA

Washington ve dificultada la salida 'honorable' del dictador

Francisco G. Basterra

Estados Unidos teme que el atentado sufrido por el general Augusto Pinochet y la represión desatada por éste dificulte la salida honorable del dictador chileno del poder y la democratización pactada con los militares, que la Administración de Reagan trata de conseguir en ese país del Cono Sur americano antes de que se produzca una situación como la de Nícaragua tras la caída de Anastasio Somoza.

Lo sucedido coloca en un dilema a Washington, que últimamente había decidido abandonar la diplomacia callada para aumentar las críticas del régimen de Pinochet en público, y este verano ha enviado emisarios a Santiago para expresarle al general su descontento con su intento de perdurar en el poder. Uno de ellos, el general John Galvin, jefe del Comando Sur, sugirió incluso, al parecer, que Pinochet sería bien recibido en EE UU.

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De momento, el Departamento de Estado ha condenado el atentado, pero al mismo tiempo ha maniflestado su preocupación por la imposición del estado de sitio. "Una medida tan extrema", dijo el portavoz estadounidense, "que obstaculíza el desarollo del proceso de diálogo y de construcción de un consenso necesario para la pacífica transición de Chile a la democracia".

Condena blanda

Para los críticos de la Administración, como el Consejo de Asuntos Hemisféricos, esta condena es demasiado blanda y Ronald Reagan debe abandonar definitivamente su política de "compromiso constructivo" con la dictadura militar y demostrar con actos más audaces que los realizados hasta ahora que quiere la democracia en Chile.El miércoles EE UU pidió la realización de "fuertes esfuerzos para poner fin a la violencia política", declaró que "aborrece" el asesinato del periodista José Carrasco y pidió, como hace rutinariamente en estos casos, la investigación del hecho y el juicio de los culpables.

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Washington tendrá este otoño una oportunidad de convertir su retórica en hechos cuando en los organismos multilaterales de ayuda, que controla Estados Unidos, se voten 600 millones de dólares (78.000 millones de pesetas) de créditos a Chile.

El secretario adjunto de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Elliot Abrahms, advirtió que la Administración votaría en contra si Pinochet no mejoraba el respeto por los derechos humanos y daba palos hacia la democratización.

La junta militar, temiendo un rechazo norteamericano, pidió recientemente que los préstamos no se consideren hasta noviembre, en vez de este mes, cuando estaba prevista su votación. Por otra parte, continúa adelante la preparación de las maniobras navales Unitas, que las marinas estadounidense y chilena realizarán a finales de este mes.

El mensaje de las últimas semanas enviado por Reagan a Santiago es que ni Pinochet ni el caos son aceptables para Washington. El proceso de democratización debe acelerarse antes de que la oposición comunista cobre más fuerza para evitar, por encima de todo, que las fuerzas de la izquierda sean predominantes en la salida de la dictadura, recuperando el papel que tuvieron en la época de Salvador Allende. La Casa Blanca preferiría ver una transición abierta por una junta militar que convocara elecciones en 1989. Pero el aumento de la violencia, la audacia y la operatividad mostrada por la ultraizquierda armada y la ausencia de una clara alternativa, militar o civil, al dictador hacen dudar todavía a algunos sectores de esta Administración de la bondad de empujar demasiado al inquilino del palacio de la Moneda.

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