En el punto sin retorno hacia la democracia
Durante la visita a Chile que, a comienzos de este año, realizamos una delegación de parlamentarios españoles en representación del Congreso y del Senado, todos nuestros interlocutores de la oposición coincidían en que a partir del mes de marzo, dejado atrás el verano chileno, se recrudecerían con intensidad las acciones políticas y sociales contra la dictadura de Pinochet, y así ha sido.El mes de junio puede culminar con un paro general en todo el país. La respuesta del dictador ha sido una feroz represión, con detenciones indiscriminadas de cerca de 15.000 personas durante redadas masivas, en las que se ha allanado por igual domicilios particulares y sedes de instituciones.
Toda la situación política chilena actual viene condicionada por la negativa de Pinochet, expresada ya el 24 de diciembre pasado al cardenal Fresno, de iniciar un diálogo político con los representantes de la oposición democrática, representada principalmente por los firmantes del Acuerdo Nacional, que integra a la mayoría de los partidos políticos, desde la derecha hasta la izquierda. La estrategia del general estriba en esperar el desgaste ante la opinión pública y la desunión de los integrantes del Acuerdo Nacional, a quien se acusa de no ser ni "acuerdo" ni "nacional". Si bien es cierto que dentro de este Acuerdo existen discrepancias internas respecto, principalmente, a vinculaciones y acciones con otras fuerzas políticas chilenas cercanas a la extrema izquierda y representadas por el Movimiento Democrático Popular, no lo es menos que en nuestra visita a Chile percibimos la firme voluntad de no desatar el lazo común que les une en torno a dos objetivos muy concretos: negociar con el poder la vuelta a la democracia antes de 1989, fecha en que finalizaría el mandato de Pinochet, y excluir el terrorismo como método de presión política y social.
El camino no es fácil. Rota toda posibilidad de negociar con Pinochet, el problema consiste en encontrar interlocutores den tro de las fuerzas armadas. Aun cuando algunos indicios revelan que las tesis del Acuerdo Nacio nal no carecen de audiencia en los ejércitos, la verdad es que no va a ser fácil encontrar un General electric, como ya lo comproba ron Miguel Littín y Gabriel García Márquez en su reciente relato en EL PAÍS.
Por otra parte, frente a la represión sangrienta de la dictadura, no va a ser cómodo excluir acciones violentas, que a su vez pueden, si se adoptan, ser utilizadas para "legitimar" e intensificar las acciones re presivas del régimen.
Ante todo ello, en el futuro inmediato hay que contar con la capacidad de reacción del pueblo chileno, que ha sufrido ya 13 años de dictadura. Con anterioridad, Chile era uno de los pueblos latinoamericanos con mayor tradición democrática. Durante estos años, Pinochet se ha servido del prestigio de las instituciones del Estado y de un pueblo habituado a la obediencia de las mismas. Sin embargo, todo parece cambiar.
En las intensas entrevistas de la delegación española con representantes políticos, sindicales, eclesiásticos, universitarios y de los medios de comunicación, comprobamos que la decisión de alcanzar la democracia es el denominador común de la.inmensa mayoría del pueblo chileno, que ve en Pinochet un usurpador de las legítimas y tradicionales instituciones chilenas, y que no está dispuesto a esperar pasivamente la llegada de 1989 en permanentes estados de sitio, de emergencia y toques de queda, como los que padece en estos momentos.
La situación económica actual de Chile es un factor muy negativo para la dictadura y que debe ser tenido en cuenta. Existe una caída espectacular del precio del cobre y falta capacidad exportadora de los productos chilenos. La tasa de paro real está en torno al 25%, llegando a un 40% entre la juventud. El mismo subsecretario de Trabajo señaló a la delegación española su decepción por los resultados de los planes y programas de empleo, con salarios de miseria de 3.000 pesos mensuales.La cerrazón de Pinochet
Ante la cerrazón de Pinochet, que fija la fecha inmutable de 1989 para plebiscitar su continuación en el poder, sin elección ni alternativa posible, el pueblo chileno ha comenzado en los idus de marzo a recorrer un camino sin retorno hacia la democracia. Las sutilezas formales empleadas por la dictadura chilena para aparentar flexibilidad y tolerancia, y que a veces pueden confundir al visitante superficial, ya no engañan a la mayoría de los chilenos, que han aprendido que el único remedio contra, la dictadura es la democracia.
No todo depende del pueblo
Pero es cierto que no todo depende del pueblo chileno. Todos los representantes de la oposición chilena coinciden en señalar la importancia de la actitud de los Gobiernos y organismos internacionales, y muy especialmente de Estados Unidos. Mientras que se acoge con satisfacción la posición crítica últimamente manifestada por Estados Unidos respecto al régimen chileno, se recela de que sólo sea coyuntural como posición estratégica dentro del ajedrez de la política norteamericana respecto a otros países de Latinoamérica. La actitud del Gobierno de Reagan de un relativo alejamiento de Pinochet no se concilia con el apoyo financiero al régimen chileno a través, por ejemplo, de la renegociación de un crédito de 15.000 millones de pesetas.
Ante la negativa del dictador chileno a negociar con la oposición democrática, 1986 va a ser un año en el que seguirán multiplicándose las manifestaciones, paros y acciones de todo tipo, y decisivo también para no llegar a los umbrales de 1989 dejando al pueblo chileno, como única alternativa, el camino de la revolución.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.