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Tribuna:CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA CATALANA
Tribuna
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Las razones de una segunda convocatoria

Ante el II Congrés Internacional de la Llengua Catalana, que se reúne estos días en distintas poblaciones de su territorio lingüístico, cabe preguntarse por qué ha sido convocado y qué relación tiene con el primero, que se celebró en Barcelona en el año 1906. ¿Cómo estaba la lengua catalana entonces y cómo está ahora?Escribo con la esperanza de contribuir a enriquecer la información de muchas personas. En efecto, no son pocos lo que, fuera de los confines de la lengua catalana, ignoran datos esenciales de la vida de ésta. Y no pienso en unos conocimientos rudimentarios de gramática, de fraseología y de vocabulario, sino en lo que representa la lengua propia para los catalanohablantes. Que es, ni más ni menos, lo que representa el castellano para los hispanohablantes o el francés para los francófonos. Y esto resulta difícil de aceptar por muchos, no por animadversión, sino por desconocimiento. Por eso no nos cansaremos de recordar que el catalán es, desde muchos puntos de vista, una lengua como otra cualquiera. Una lengua que vive en el seno de una colectividad que se realiza expresándose y comunicándose por medio de ella, que es vehículo eficaz de una cultura reconocida y que se sabe bien respaldada por esa colectividad.

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Dos mil personas asistieron al acto inaugural centrado en los problemas de la normalización del catalán

Todo esto viene de lejos. En efecto, lengua totalmente normal desde sus orígenes hasta la Guerra de Sucesión, el catalán empezó a sufrir a partir del siglo XVIII duras medidas administrativas que redujeron drásticamente sus usos formales, escritos y orales. Ello acarreó una crisis aguda del catalán como lengua de cultura. Aguda, aunque no absoluta, porque el silencio nunca fue total. No obstante, el catalán estaba ausente de la enseñanza en todos sus niveles, las actividades oficiales, la administración de justicia. Pese a esas amputaciones, que hicieron de los catalanohablantes unos diglósicos (que hablaban catalán y escribían en castellano), sorprendentemente todos ellos se mantuvieron fieles a la lengua de sus mayores. Y esa tenaz fidelidad es la que dio origen, hace 150 años, al movimiento llamado Renaixença, que significó la recuperación de la lengua literaria escrita y que pronto dio frutos abundantes.

Uno de los artífices del clima en favor de la lengua fue el canónigo mallorquín Antoni M. Alcover, que en 1901 invitó a todo el mundo ("a todos los que aman la lengua catalana y se interesan por ella") a colaborar en la preparación de un magno diccionario exhaustivo. El clima de que hablo alcanzó su cenit en el I Congrés Internacional de la Llengua Catalana (Barcelona, octubre de 1906).

Ahora bien, además de su lado, científico, el congreso de 1906 obtuvo una significativa adhesión popular y que evidentemente tenía su razón de ser en la entereza con que los catalanes habían sabido conservar secularmente su lengua.

Normalización y colapso

Las dos vertientes de aquel congreso (científica y ciudadana) explican tanto la codificación ortográfica (1913), gramatical (1918) y lexicográfica (1932) que llevó a término el Institut d'Estudis Catalans (fundado en 1907, con el cometido, entre otros, de una verdadera academia de la lengua), como la normalización de la lengua, que se desplegó hasta 1939 y, en Cataluña, el rango de lengua cooficial a partir de 1932.

La terminación de la guerra civil supuso la desaparición brutal de toda manifestación pública de la lengua catalana, que, sin escuela, sin medios de comunicación social, pronto fue presa de vicios idiomáticos, vacilaciones y castellanismos. Hubo qué volver a empezar y en un medio represivo, que convertía en heroicas las acciones que en otro contexto habrían sido naturales e inocentes. Gracias a la codificación mencionada, el catalán se salvó de un desastre sin retorno. De nuevo hizo acto de presencia la diglosia.

Hace media docena de años varios ciudadanos dolidos e impotentes ante una degradación que no parecía encontrar el remedio adecuado, empezaron a pedir un segundo congreso. Pero éste, enfocado hacia una temática universal, podía ser desorientador: no iríamos a plantear cuestiones gramaticales, pues ya las tenemos resueltas (o, en todo caso, ya tenemos vías académicas para su estudio). En cambio, ¿cómo no sería necesario un congreso que se ocupara de los ingentes problemas que se ciernen sobre los usos de una lengua. enferma? Necesario y urgente. Se convocaría el segundo congreso y se convocaría con un contenido de sociolingüística. Ya lo tenemos: en estos días se están tratando siete grandes temas de sociolingüística catalana en Lérida, Gerona, Mallorca, Perpiñán, Andorra, Tarragona, Valencia y Barcelona.

Al empezar decía que, fuera de las tierras de lengua catalana, su problemática era poco conocida. Es de creer que después del congreso las cosas se conocerán mejor. Por parte de los catalanohablantes, no han de regatearse esfuerzos por lograr una mayor comprensión, que sólo puede subseguir a un conocimiento más documentado. Así, todo el mundo ha de saber que lo que quienes se valen corrientemente del catalán desean para su lengua propia es exactamente lo mismo que ellos no quisieran perder de la suya. Situados en esta óptica, fácil es imaginar qué sucedería, pongo por caso, si un día los maestros de Estados Unidos pudiesen trasladarse a Puerto Rico sin poseer conocimientos de español (pero con obligación de enseñarlo una vez instalados allí). Tampoco es difícil de prever qué reacción se produciría en España si una hipotética red internacional pusiese cortapisas a la difusión de sus emisiones televisivas... La obstrucción sistemática e injustificada al uso de una lengua crea dificultades gratuitas para el entendimiento humano.

Por ello conviene precisar que el espíritu de la normalización idiomática hoy en curso en Cataluña, Valencia y Baleares es la defensa de la lengua propia, no la oposición a la lengua del Estado. La normalización, que es un proceso, no es menos una actitud. Una actitud en los catalanohablantes que a su vez exige otra actitud por parte de las instituciones del Estado y de los hispanohablantes. De aquél, porque la misma Constitución así lo establece; de ésta, porque ha de ver en la existencia y realización de la lengua catalana el mantenimiento de un bien de la humanidad, como el de la lengua castellana y de cualquier lengua.

Antoni Maria Badia i Margarit es el presidente del comité organizador del congreso.

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