Fernán-Gomez es 'Mambrú'
El actor interpreta a un republicano que 'resucita' cuando muere Franco
Una modesta familia celebra el 20 de noviembre de 1975 la muerte de Franco y, sobre todo, la noticia de que Emiliano, al que todos, excepto su mujer, daban por muerto desde la guerra civil, vive escondido en una cueva, debajo del pilón del patio de la casa. Fernando Fernán-Gómez interpreta al viejo republicano Emiliano y es, a la vez, el director, después de siete años, de la película Mambrú se fue a la guerra, lista ya para su estreno. Un filme amargo sobre la muerte de los ideales y esperanzas de antes de la guerra y sobre la decepción de la izquierda de ahora.
El veterano Fernando Fernán-Gómez, uno de los artistas más respetados y de mayor talento del cine y del teatro españoles, vuelve a dirigir, al cabo de siete años, una película -escrita por Pedro Beltrán-, que seguramente va a sacudir la conciencia de más de un hombre de izquierda instalado en el poder y que también va a acentuar la decepción de quienes esperaban, muerto Franco, otro modelo de sociedad. Fernán-Gómez insiste en que no se trata de una película con intenciones políticas, sino de una reflexión en tomo a la moralidad, a la ética de estas actitudes.Mambrú se fue a la guerra es una película dura, realizada con una austeridad que se ajusta a la miseria y negrura de la historia que narra, digna del mejor cine maldito español, dirigida e interpretada por un hombre de acreditado y maduro escepticismo. Ni siquiera su familia -y mucho menos las autoridades del pueblo- está interesada en que Emiliano resucite y que revivan con él los viejos ideales y esperanzas por los que tuvo que llevar una existencia de topo durante 36 años.
La mujer de Emiliano, Florentina (interpretada por María Asquerino), da la buena noticia a su hija Encarna (Emma Cohen), a su yerno Hilario (Agustín González) y a sus nietos Juanita y Manolín, mientras entonan el Himno de Riego. La alegría se vuelve mezquindad cuando Florentina e Hilario se enteran de que podrían cobrar, con atrasos, una pension por Emiliano. A partir de entonces sólo el nieto Manolín reconoce al abuelo republicano, pero el joven acaba fugándose de casa en un tren que viaja no se sabe a dónde. Fernán-Gómez comenzará a rodar, mientras se estrene Mambrú, otra película muy suya, El viaje a ninguna parte, basada en su homónima novela. Espasa-Calpe acaba de reeditar su primera novela, El vendedor de naranjas.
Nadie quiere reconocer que Emiliano vive y menos si el poder indemniza los ideales y esperanzas de antaño con una pensión. Emiliano es un ser incómodo para todos. Su memoria y lo que representa no interesan a nadie. Las nuevas generaciones de la familia se preocupan tan sólo de saciar sus necesidades más perentorias, el amor en este caso, que suele realizarse en la ambulancia del padre de la familia, el filón argumental más débil de la película.
Amargura y desencanto
Esta asociación de tintes superrealistas entre sexo y muerte no es la única de la película. Femán-Gómez dice que se debe al autor del guión, Pedro Beltrán, que también escribió hace veinte años otra genial película de Fernán-Gómez, El extraño viaje. Un magistral hallazgo de Beltrán es Manolo -en memoria de Manuel Azaña-, un ser que vive con Emiliano en la cueva, a la luz de dos carburos, y que es un personaje imaginario, fruto de la ventriloquia con que el viejo republicano remedia su soledad."Estoy de acuerdo en que la película tiene una gran carga de amargura. Pero esto se desprende del guión, no de la interpretración que yo hago. Me he esforzado mucho en ser fiel no sólo a lo que yo creía que era la idea, sino la intención de Pedro Beltrán, sin que esto quiera decir que yo esté de acuerdo o no con su punto de vista. Estoy satisfecho", afirma Fernán-Gómez, "con la realización que he hecho por lo que tiene de ilustración. No estoy de acuerdo con el sentido peyorativo que se atribuye a lo ilustrativo en cine. Me he esforzado en ilustrar lo que yo creía que era el pensamiento de Beltrán, no sólo porque yo estoy muy de acuerdo, no ya con esa opinión, sino con ese sentimiento de amargura. Es verdad que la amargura es una manifestación de rebeldía. La palabra más exacta sería desencanto, que es la que más se ha utilizado".
"Emiliano representa, en mi opinión, un tipo que se ha dado mucho en España, y supongo que también en otros países; una persona que se ha quedado anclada en el pasado, sin que ello comporte una valoración moral. La palabra republicano significa para mí, en este caso, anclado en el pasado, pero del guión se desprende que la esperanza que se sentía en ese pasado está más de acuerdo con el pensamiento del autor de la obra que la esperanza o el desencanto que se tiene en el momento actual, es decir, aquel pasado era más rico en esperanza que nuestro presente. La pareja joven, por el contrario, intenta representar como una indiferencia hacia lo que puede ser el problema de los niayores".
La preocupación moral
El director hace hincapié en las claves éticas para interpretar el filme: "La sociedad que se ve en la película no está observada o juzgada desde un punto de vista político, sino desde un punto de vista moral. No es un guión con una tendencia política, sino con una gran preocupación moral y ética, con todos los inconvenientes que tiene una obra moralizadora, que trata de crear en el espectador una preocupación no política, sino moral"."Pero yo creo", añade Fernán-Gómez, "que lo verdaderamente dramático de esta historia es que las personas que resultan decepcionantes son las de izquierdas. En primer lugar, la propia familia, que se presenta al principio de la película cantando el Himno de Riego. No es la historia de un hombre de izquierdas que se enfrenta con una sociedad de derechas, sino que se enfrenta con otros hombres que en principio compartían su misma ideología. Una persona que antepone su egoísmo, da igual que sea de derechas o de izquierdas, porque está trabajando en contra de la comunidad y de la esperanza. Los ideales de la familia de Emiliano fueron derrotados por el sentido práctico, pero él carece de sentido práctico".
La película ha sido producida por Altair con un presupuesto de 80 millones de pesetas, incluidos los 24 con que ha sido financiada por el Ministerio de Cultura.
Babelia
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