Las sentencias contra los militares argentinos
Sostienen ustedes en el editorial del día 11, y en relación con la sentencia dictada en el juicio contra los generales argentinos acusados y condenados por crímenes contra sus conciudadanos, que la responsabilidad moral era colectiva y que, por tanto, las penas deberían ser iguales, al menos para los tres triunviros. O sea, café para todos.La tesis es -perdóneme- chocante y representativa de una inquietante regresión.
El Derecho intenta ser una ciencia. Humilde ciencia, por supuesto; pero parece que la humildad de la ciencia y de los científicos es condición fundante de su progreso. Contrariamente al estúpido iluminismo del siglo XIX, que creía saberlo todo, hoy se sabe -a medida que más se sabe- que apenas se sabe nada. En el Derecho, igual.
El drama del juicio penales muy grave. Los jueces han de juzgar -quebrantando el mandanto "no juzguéis"-, a pesar de la rudimentaria pobreza de sus medios, para escrutar la culpabilidad, que nace en recónditos escondrijos del alma humana. Por eso el juicio penal tiene que proponerse objetivos muy limitados: no puede juzgar conductas, sino sólo actos concretos, tipificados; no puede juzgar a colectivos, sino a hombres. Y eso, desde luego, comporta tremendas dificultades de deslinde en el caso de los delitos concertados por grupos o realizados en grupo. Dificultad que se acrecienta cuando el juicio ofrece una indudable carga política acechante contra la asepsia jurídica y la autonomía del Derecho y el juicio. Pero la dificultad -sobre todo en este campo- jamás podría justificar la abdicación del noble intento de juzgar a cada hombre. De individualizar las responsabilidades y las penas. Los jueces argentinos lo han intentado. Otra cosa es que hayan acertado.
Póngase usted en el caso, por ejemplo, de que los tribunales españoles cada vez que tuviesen que juzgar a un etarra aplicasen la doctrina que ustedes preconizan. ¿No les parecería eso un primitivismo atroz?
Naturalmente, el tema es de tal enjundia que no puede despachar
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