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Tribuna:PUNTO FINAL A UNA OBRA EN VARIOS IDIOMAS
Tribuna
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Hermano personal

Con la prematura muerte de Antonio Tovar -siempre es prematura la muerte de un hombre, pero mucho más la de los hombres cuya vida es trabajo creador y donación constante-, muchas y muy importantes cosas hemos perdido los españoles.Hemos perdido un gran sabio. Desde su edición crítica de las Églogas virgilianas, poco anterior a nuestra guerra civil, hasta su monumental Catálogo de las lenguas de América del Sur, su ingente obra de filólogo ha ilustrado de manera eminente la filología clásica, así latina como griega, las lenguas de la Hispania prerromana, las lenguas americanas, el vascuence, el antiguo eslavo, el celta, el gótico, la lingüística comparada. "En lo tocante a su actividad científica", decía en Tubinga, con su alta autoridad intelectual, el profesor Eugenio Coseriu, "la producción de Antonio Tovar pertenece al dominio de lo absolutamente extraordinario". Siempre se ha pensado que el llevar trigo a Castilla es un buen ejemplo de acción inútil. Pues bien: Antonio Tovar supo demostrar que en modo alguno fue acción inútil, en su caso, la de llevar filología y lingüística a la docta Alemania.

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Hemos perdido un gran maestro. Docenas de discípulos, muchos de ellos eminentes, lo proclaman en España, en Alemania y en las dos Américas. En él ha tenido parte principalísima el florecimiento de los estudios clásicos, una de las mejores realidades de nuestra actual vida científica, en la España ulterior a la guerra civil. Con medios precarios, que bien precarios fueron los que a su llegada encontró en Salamanca, o con medios holgados, como los que luego tuvo en Tubinga a su alcance, nunca Tovar ha dejado de infundir el afán de saber y de investigar en quienes como maestro le escuchaban.

Hemos perdido un gran universitario, y no sólo como docente, también como rector. Que hablen los que como tal le conocieron cuando en Salamanca, además de heredero de don Miguel de Unamuno, supo acometer, más allá del Unamuno universitario, la puesta al día de su entonces decaída universidad. Las vicisitudes de la vida española segaron en flor todo lo que Tovar tan certera y ambiciosamente había iniciado. Sólo a esta luz puede ser bien entendida su brillante gestión rectoral

Ejemplaridad moral

Hemos perdido, en fin, un hombre en quien la ejemplaridad moral competía con la excelencia científica. Pocos españoles han sabido ser tan profunda y tan permanentemente fieles a su conciencia y a su deber. Bien puede decirse de él que, además de filología y lingüística, supo llevar a Alemania una espléndida versión española del imperativo categórico que Alemania hace dos siglos enunció.

Tod.o esto hemos perdido los españoles con la muerte de Antonio Tovar. Pero, además de lo que, como español, en esa pérdida me toca, a mí se me ha muerto un hermano personal. Hermanos naturales son los que la sangre y la estirpe nos depara. Hermanos personales, los que adquirimos por obra conjunta de la libertad y el destino. Queriendo hacer libremente nuestra vida de españoles y bregando con el destino de vivir históricamente en España, hermanos personales llegamos a ser Antonio Tovar y yo, desde que hace casi cinco decenios nos conocimos. El desgarro de sentir que ya nunca podré verle es lo que hoy domina en el dolor de haberle perdido.

En el curso de su última enfermedad, un agravamiento súbito le puso al borde mismo de la muerte. Aunque sólo por unos días, logró salir de un trance cuya amenazadora gravedad él mismo percibió. "He llegado a la frontera", me decía poco después, y murió con el deseo de decirme cuál había sido su experiencia de ella. Ya la ha atravesado. Es bien seguro que habrá sido para penetrar en el país que su ejemplar vida mereció.

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