Descontento general en Argentina por las sentencias
Las sentencias a las tres primeras juntas militares que gobernaron la República Argentina entre los años 1976 y 1982, enjuiciadas por sus responsabilidades en la denominada guerra sucia contra la subversión, no han contentado a nadie y han contribuido a encrespar la convivencia ciudadana. Las cuatro absoluciones y la escasa condena impuesta al brigadier Orlando Agosti, integrante de la primera Junta -y la más cruel-, no han compensado las severas penas recaídas sobre Rafael Videla y Emilio Massera ni han satisfecho la necesidad de justicia de los deudos de los miles de víctimas del terror militar argentino.
Desde primeras horas de la mañana del lunes, los aledaños del Palacio de los Tribunales de Buenos Aires, donde tiene su sede la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional que ha juzgado a las Juntas (segundo tribunal civil tras la Suprema Corte de Justicia) estaban tomados por la policía federal.El presidente de la Cámara doctor Carlos León Arslanian, leyó los resultados de la sentencia, cuyo conjunto se desparrama por más de 1.500 folios. Comenzó de negando 12 presunciones de nulidad e inconstitucionalidad planteadas por las defensas, además del amparamiento de la ley de amnistía dictada por la última Junta militar presidida por el general Reynaldo Bignone.
Inmediatamente después declaró culpable al teniente general Videla de numerosos delitos de homicidio con agravantes de alevosía, aplicación de tormentos, detención ilegal y robo de pertenencias y enseres y lo sentenció a reclusión perpetua, inhabilitación absoluta y perpetua, destitución y pago de costas. En la sala, el silencio era espeso. En el país comenzaron a descorcharse miles de botellas panzudas de Barón B, el mejor champaña argentino.
El almirante Massera, por los mismos cargos, fue sentenciado a continuación a prisión perpetua más las mismas accesorias que Videla. La diferencia entre reclusión y prisión perpetua tenía un sentido antaño, cuando la una implicaba una mayor severidad de la vida carcelaria. Ahora ya no son las cosas así y la única diferencia entre las sentencias de Videla y Massera, a más de las distancias morales por la graduación de la pena, reside en que éste se beneficia del tiempo completo de su prisión preventiva.
La sentencia sobre el brigadier general del Aire Orlando Agosti cayó como un hueso tragado en una digestión pesada: cuatro años y seis meses para el tercer triunviro de la primera y más sanguinaria Junta y libre del cargo de homicidios (es cierto que la fiscalía no ha logrado probar homicidios a la Fuerza Aérea). El temido síndrome Agosti aterrizó con toda su fuerza sobre los jueces con toda su contradicción implícita: Agosti, psiquiatrizado, se quiere suicidar precisamente por no poder soportar el peso de su culpa o, cuando menos, de sus pecados por omisión.
El ex presidente Roberto Viola, el más siniestro personaje de los nueve junteros, un enfermo alcohólico desplazado de la presidencia por un borracho permanente como Leopoldo Galtieri -durante la guerra de las Malvinas conversaba en delirio etílico con el presidente Ronald Reagan- bajo la acusación de beber en demasía (aquella sucesión fue una reyerta entre ebrios), sólo recibía 17 años de prisión. El brigadier Omar Giraffigna, el único de los nueve en libertad provisional, el más limpio de todos, al menos judicialmente, quedaba absuelto. Después, la absolución de culpa y cargo del teniente general Leopoldo Fortunanto Galtieri, ex presidente de la nación, comandante del primer cuerpo de Ejército durante los peores años de la represión ilícita, héroe de película en el desastre de las Malvinas.
Fue entonces cuando Hebe de Bonafini, con un hijo y una nuera desaparecidos, presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo, se volvió a colocar en la cabeza el pañal que se había visto obligada a quitarse para que comenzara la sesión. El pañal de las Madres es un pañal y no un pañuelo como a veces equivocadamente se supone, es el remedo del cuadrángulo de tela absorbente retrato doméstico de la servidumbre maternal ante las necesidades fisiológicas de sus hijos y símbolo de su reclamación.
Las Madres de Plaza de Mayo, tan discutidas y tan discutibles, ya tienen nueva munición para sus razonamientos. Por lo demás, otras dos absoluciones hasta completar cuatro: el almirante Jorge Anaya y el brigadier Basilio Lami Dozo, ambos de la penúltima Junta Militar.
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