Académico homenaje

Debe de ser que los sitios condicionan las conductas, porque en el escenario del teatro Real todos tenían cara de solemne misa de réquiem, y como tal se portaban, pese a ser homenaje a poetas tan poco solemnes como Machado, Hernández y Lorca.Ni siquiera la inquieta presencia de Caco Senante, que parecía no caber ni en el traje ni en la sala, ni la tardía llegada de Paco Ibáñez, que, sin duda, seguirá rompiendo protocolos y llegando tarde hasta a su propio entierro, ni la presencia en la sala de Rosario, la Joven heroína republicana convertida en mito por el romance Rosario dinamitera de Miguel Hernández, rompieron la académica representación de lo que fue un modelo para todo homenaje que se precie: escueto, ordenado, solemne, ceremonioso y bastante aburrido. Aute, Manzanita y María Asquerino no se presentaron a la cita. Los demás cumplieron, cada cual a su manera y con la mejor voluntad, la parte asignada en la función.

Hubo cierto exceso gestual en los actores y una cierta trivialidad general, con alguna excepción como la justa lectura que José Sacristán hizo del sobrecogedor Poema doble del lago Edem de Lorca, la ruptura de ritmo que impuso Caco Senante, el rigor de Amancio Prada o la siempre emotiva belleza de las musicanciones de Paco lbáñez. El público aplaudió comedido y en su sitio, porque es verdad que el entorno debe de condicionar las conductas; si no, no me explico que al final, en vez de gritar un estentóreo rompan filas, este espectador se conformara con dar media vuelta y buscar en la salida un poco de aire fresco.