La crisis ideológica del PSOE
En realidad, más que de crisis habría que hablar de vacío o contradicción. El PSOE persiguió durante 100 años la sustitución del capitalismo por una sociedad distinta, basada en la propiedad social -de ahí el nombre mismo del partido- de los medios de producción. En los últimos años, y desde luego en los tres que lleva en el Gobierno, el socialismo español ha dado un giro brutal al fijarse como meta la consolidación del capitalismo (un capitalismo, huelga decirlo, que se quiere más avanzado, menos injusto, más eficaz..., pero a todas luces capitalismo).El vacío ideológico ha surgido porque tal cosa se ha hecho sin mayor teorización o reflexión. La contradicción, porque no se han cambiado los principios básicos, que siguen teóricamente vigentes y que son claramente anticapitalistas, amén de conservarse muchos otros vestigios del mismo signo, como el himno de la Internacional, las banderas rojas, el puño en alto, el seguirse considerando los herederos de Pablo Iglesias y Largo Caballero, cuyas fotos continúan presidiendo todos los locales del PSOE, etcétera.
Tanta mudanza parece sorprendente y, sin embargo, es algo que ha ocurrido en casi todos los partidos socialistas europeos. El rechazo del comunismo -en sus orígenes, primo hermano del socialismo-, las posibilidades de avanzar social y económicamente por la vía capitalista, los costes grandes que entrañarían unas transformaciones revolucionarias, la mentalidad y el voto de ciudadanos de alto nivel de vida, muy poco dispuestos a hacer los necesarios sacrificios de un cambio profundo, etcétera, explican, como es sabido, tal hecho.
No obstante, como España ha sido siempre país de extremos, el PSOE ha registrado esa evolución en grado superlativo. En un abrir y cerrar de ojos ha pasado de ser un partido revolucionario, con una fuerte componente marxista, a convertirse no ya a la socialdemocracia, sino casi al social-liberalismo. Todo ello, además, como queda dicho, sin prácticamente plantearse el asunto, como si aquello allait de soi. Con los mismos principios teóricos, los mismos ritos... los mismos dirigentes.
Las razones del cambio ideológico
Mutación tan grande y rápida como la que ha experimentado el PSOE ha de tener, además de las causas generales señaladas, motivos propios. He aquí algunos:1. El cambio hacia el socialismo, incluso por la vía socialdemócrata de mejora del capitalismo, no se puede decir que sea una senda trillada y fácil. El PSOE, una vez en el poder, decidió no innovar y prefirió, al menos de momento, dejar las cosas como estaban. A esto contribuyó la transición tan peculiar de la dictadura a la democracia, que inevitablemente mantuvo intactas muchas cosas de fondo.
2. La crisis económica que padecemos sólo tiene, dentro del marco capitalista, una salida, larga y costosa, que es la que se está siguiendo en España, y que consiste en restablecer el motor del sistema, esto es, el beneficio, a fin de estimular la inversión privada, variable que en esa receta es la fundamental. Para lograrlo, durante algún tiempo que puede durar años, hay que hacer que los trabajadores ganen menos, los empresarios más y el Estado gaste poco, justo lo contrario de lo que siempre predicó el socialismo. Es una trampa que en situación de crisis tiende el capitalismo a la izquierda: o bien ésta, una vez en el poder, cambia todo de arriba a abajo, lo que puede ser imposible, o muy arriesgado, o bien tiene que aplicar soluciones de derechas. Ante tal disyuntiva, la opción del PSOE fue bien clara.
3. El hundimiento de UCD y la crisis del PCE han llevado al PSOE a dominar dos tercios del terreno de juego, ocupando electoralmente la izquierda y el centro. No ve muy amenazada la primera y por eso juega en el centro del campo. (La premisa de que el voto de izquierda seguirá yendo a los socialistas, aunque sea a regañadientes, por endeble que parezca, se ve hasta ahora confirmada por los sondeos.)
4. Por último está el fenómeno del felipismo. El PSOE es un partido de hecho -aunque no de jure- muy presidencialista, por lo que la influencia de Felipe González ha sido decisiva. Y González, en los últimos años -al menos desde 1978 y tal vez desde antes-, empezó a cambiar su base ideológica del marxismo al liberalismo, en un proceso que el acceso al poder aceleró. Si algún día, por cierto, el actual presidente del Gobierno se decide a escribir unas memorias sinceras, será apasionante leer cómo, cuándo y por qué se produjo en él tal mutación. Mutación, hay que reconocerlo, que no ha encontrado hasta ahora demasiada oposición en las filas del propio PSOE. El aluvión de militantes bisoños que se produjo al salir de la clandestinidad, la proximidad, primero, y el disfrute, después, del poder, la disciplina en algunos casos y el incondicionalismo en otros, la escasa fortuna o acierto, en fin, de los pocos que nos opusimos a esos cambios son las razones qu e podrían explicar tanta conformidad.
Sin duda, el cambio registrado por el PSOE ha tenido aspectos positivos. El más importante -una aportación decisiva en la historia de España- ha sido facilitar el afianzamiento de la democracia.
Ahora bien, con ser mucho, eso bastará cada vez menos. España es un país rico en el plano mundial, pero es un país pobre a escala europea. Nuestro producto nacional es el duodécimo del planeta, pero en renta per cápita nos situamos hacia el lugar 30º, y en la clasificación de los países industriales con economía de mercado que hace el Banco Mundial ocupamos la penúltima posición. En economía, justicia e igualdad social, educación, salud, cultura, etcétera, tenemos así mucho que avanzar. Hemos de pasar de ser un país de tercera a uno de segunda. Y es aquí donde el pragmatismo o realismo social-liberal del Gobierno socialista ha fallado hasta ahora.
Todo eso está muy bien, se dirá más de un lector, ¿Pero qué podrían hacer el Gobierno y el PSOE que no se esté haciendo ahora?
En primer lugar, cabría reconocer como tal la trampa capitalista de que hablaba antes, como primer paso para explicarla e intentar aliviar sus consecuencias. Lo malo de la política económica de ajuste no es tanto que sea de derechas, ni siquiera que la aplique un partido de izquierdas. Lo difícil de aceptar es que algunos gobernantes la pongan en prácti-
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ca con tanta convicción y satisfacción que ni se molestan en explicarla o justificarla, como si aquello, además de inevitable fuese lo bueno, lo justo y lo socialista. No es de extrañar que a los sindicalistas tal actitud les saque de quicio.
Además, aunque no es cosa de entrar aquí en cuestiones técnicas, la política misma para salir de la crisis se podría matizar. Lo que ocurre es que algunos socialistas en el poder van camino de dejar pequeño a Adam Smith en aquello de considerar nociva cualquier intervención económica del Estado... ¿Por qué nuestros gobernantes, tan ufanos de su socialdemocracia, no imitan más, por ejemplo, la política económica del sueco Olof Palme, con sus fondos salariales para participar en las empresas, o en su compenetración con los sindicatos?
En el terreno social, como es sabido, los logros hasta ahora no han sido muchos. En el sector económico, aunque con escasa sensibilidad política, al menos ha habido coherencia y rigor, incluso excesivos. Pero en educación o en salud, por ejemplo, la falta de previsiones a medio y largo plazo y la ausencia de una programación financiera han conducido al día a día, y así es dificil avanzar, aun cuando se cuente con ministros y equipos capaces, y eso con independencia de que se hagan leyes y disposiciones a barullo, como en educación, o se practique el tancredismo, como en sanidad.
Los males del pragmatismo también se advierten, por lo demás, con claridad en el asunto OTAN o en el de las competencias y financiación de las comunidades autónomas, donde los cambios de rumbo tan grandes diríase que se han hecho en ambos casos un tanto a la buena de dios, con costes políticos y electorales previsiblemente grandes.
Poca reflexión
Y es que la función de gobierno -en realidad, toda actividad política- tiene que ir obviamente acompañada de una reflexión constante sobre el presente, pero también sobre el futuro. Y si el PSOE no ha querido pensar sobre su propio cambio y sobre el ayer, ¿cómo va a discurrir sobre el mañana? ¿Quién piensa en el PSOE sobre otros aspectos? ¿Dónde están los debates, los documentos?Con la excepción de Felipe González, único facultado oficialmente en el PSOE para hablar de lo divino y lo humano, ¿algún dirigente socialista dice algo sobre lo que fue el partido, lo que es hoy y lo que acabará siendo? Si hasta se cuenta que los ministros tienen prohibido, no sé si pensar, pero sí pronunciarse públicamente sobre cualquier tema que no sea de su estricta competencia...
Para un partido que durante toda su vida tuvo nada menos que una interpretación global de la historia y del correr de los siglos, es rara esa miopía repentina, que sólo permite preocuparse e interesarse por los próximos seis meses y en aspectos muy concretos.
Como también resulta raro que un PSOE que tanta capacidad tenía para encender corazones y movilizar personas vaya camino de producir como gobernantes unos desangelados tecnócratas que sólo están a gusto en sus despachos. ¿Volveremos a ver algunavez al gran Felipe González de los mítines multitudinarios de antaño? ¿Nos cantará ahora las excelencias del libre mercado y del excedente empresarial?
Lo que sorprende, en suma, es que un activo tan importante del socialismo como es el estímulo moral se abandone. Si no ofrece ilusión, esperanza, hasta utopía, ¿no perderá la izquierda una de sus bazas fundamentales? Triunfos electorales aparte, que pueden obedecer en buena medida a razones del momento, con pragmatismo, realismo y liberalismo solos el PSOE no irá muy lejos y acabará siendo sustituido por otros que tarde o temprano levantarán esas banderas con igual o mayor fuerza.
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